Por José Amador Morales
Sevilla. Teatro Lope de Vega. 23 de Marzo de 2017. Christoph Willibald Gluck: Orfeo y Eurídice. José Carrión (Orfeo), Bruna de Castro (Euridice), Irene Román (Amore). Coro Nova Nerta (Juan Luis Lorenzo, director). Compañía de Danza del Aljarafe (Ana Aranda, directora). Orquesta Sinfónica del Aljarafe. Pedro Vázquez, dirección musical. Ignacio Herrera, dirección escénica. Producción del Teatro Regio di Torino.
Aunque algún que otro medio local anunciaba a bombo y platillo que era la primera vez en veinticinco años que se representaba una ópera en el sevillano Teatro Lope de Vega, lo cual a todas luces era un error, lo cierto es que la ocasión era lo suficientemente extraordinaria como para que fuese recibida con expectación y un lleno considerable. Así, esta única representación del Orfeo y Eurídice de Gluck contó con ese encanto que sólo puede ofrecer una apuesta prácticamente desinteresada.
Dicho esto, la producción escénica, previsiblemente sencilla, abusó de cierto estatismo que fue compensado por una interesante iluminación y una magnífica coreografía de gran calado expresivo y omnipresente casi en toda la función, a cargo de la Compañía de Danza del Aljarafe.
Musicalmente ya en la obertura advertimos cierta fragilidad en la Orquesta Sinfónica del Aljarafe que obligaba a su director, Pedro Vázquez, a replegarse en un sonido básico suficiente aunque endeble en lo que atañe a la cuerda. En cualquier caso, fue encomiable el grado de concentración y entrega de este conjunto sevillano a lo largo de toda la velada. Algo extensible al Coro Nova Nerta, cuyo entusiasmo no ocultó ciertos problemas de empaste y coordinación especialmente en los pocos momentos en que debía moverse por el escenario, como por ejemplo al principio del coro de las furias.
En cuanto a las voces solistas, el contratenor José Carrión encarnó a un Orfeo que, debido a su emisión forzada, provocaba un exceso de tensión al ser escuchado, por más que a nivel interpretativo lo utilizara para caracterizar al atormentado personaje. Por su parte, Bruna de Castro fue una correcta Eurídice al tiempo que Irene Román fue tal vez quien vocalmente encajó más con su papel de Amore. La dirección de Pedro Vázquez tuvo el enorme acierto de sacar adelante toda esta representación y si en algún momento pecó de falta de intensidad seguramente fue debido al priorizar el control de todos los elementos a su cargo.
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