Sala negra de los Teatros del Canal, el pasado 4 de febrero. Cuando Pepe Mompeán, Asesor de música de la Comunidad y por ende Director del Festival Internacional de Arte Sacro [FIAS], salió a la palestra para presentar brevemente la que será la 39.ª edición de este mayúsculo evento cultural y artístico que programa la Consejeria de Cultura, Turismo y Deportes de la Comunidad de Madrid, había algo especial en el aire. Para todos los presentes era imposible sustraerse de la idea de que el ciclo de cuatro años de Mompeán al frente del FIAS llega, con la presente edición, a su fin, en un cargo como este que va indefectiblemente unido –aunque no debiera– a la política. Se estaba, por tanto, muy pendiente de sus palabras. Tras escucharlo, el comentario en el posterior café se centró en los primeros minutos en un único tema: había sonado a despedida. Hablando posterioremente con el propio Mompeán, es obvia la respuesta: sonó a despedida, porque en cierta manera lo es. A pesar de que el Consejero Jaime de los Santos, que dedicó unas cariñosas palabras de agradecimiento y loa hacia el trabajo de Mompeán, aclaró que de ser él reelegido como Consejero la continuidad de aquel al frente del FIAS y de la asesoría de la Comunidad de Madrid está absolutamente garantizada –incluso vaticinó que de ostentar otro su cargo, entendía que Mompeán debería seguir ocupando su cargo por los evidentes méritos alcanzados en estos cuatro último años, gesto sin duda le honra y en el que no puedo menos que coincidir absolutamente–, los asistentes no podían evadirse de la idea de lo desastroso que sería que este ciclo realmente haya llegado a su fin.
Sea como fuere, no ha de ser la presentación de un evento de estas características una oportunidad para la tristeza, sino todo lo contrario, para la celebración y la alegría de observar como estos años han servido para ofrecer un cambio absolutamete radical en relación con lo que el FIAS era hasta no hace muchos años, pues se ha pasado de un festival de tercera a situarlo como una de las citas imprescindibles del panorama musical madrileño, alcanzado unas cotas de interés en su programación que la sitúan, en importancia, pareja a temporadas de la talla de las programadas por el CNDM o la Fundación Juan March. Y es que Mompeán, contando con un presupuesto mucho más bajo y ajustado que el de estas y sin contar con un equipo detrás para llevar a cabo esta concepción musical a gran escala, ha sabido amplificar y expandir lo que el concepto de sacro supone, alejándose de la evidencia sagrada y eclasiástica que a priori parece sugerir el poco afortunado nombre –ya heredado– de este festival.
El FIAS es hoy mucho más, en concreto y para esta XXIX edición, un total de 60 conciertos que tendrán lugar en la capital madrileña entre el 7 de marzo y el 13 de abril, de los cuales 40 son estrenos [30 absolutos, 3 en España y 7 en tiempos modernos], así como 38 de ellos encargos del festival, esto es, propuestas que a lo largo de los últimos meses se han ido conformando en relación directa entre la dirección del FIAS y los artistas participantes. Un reto, qué duda cabe, que ha obtenido su reflejo en una programación tan ecléctica y reflexiva como es la manera de acercarse a la música del propio Mompeán. La polarización es clara: música antigua –esencialmente barroca– y músicas actuales casi al 50/50, personalizadas por algunas de las figuras esenciales del panorama español de la música antigua [L'Apothéose, María Espada, Nereydas, Forma Antiqva, Alicia Amo, Musica Boscareccia, La Tempestad, Ariel Abramovich, La Danserye, Ignacio Prego, Diego Ares, Hippocampus o La Grande Chapelle, entre otros], a las que sumar las grandes promesas del mismo [Lucía Caihuela, Concerto 1700, Cantoría o L'Estro d'Orfeo], sin olvidar a esos artistas más desconocidos, junto a los consagrados, que conforman una plantilla fundamental para comprender la creación musical actual [Rocío Márquez, Pepe Rivero, Hermanos Cubero, María Berasarte, María Rodés, Alejandro Pelayo, María José Llergo, Dorian Woos o Moisés Sánchez, por citar algunos].
¿Qué supone todo ello? Pues sencillamente, la oportunidad de disfrutar de música sin etiquetas –una de las máximas de la dirección de este FIAS–, siempre en algunos de los lugares más emblemáticos de la capital, empezando por sus monumentos históricos más relevantes: las iglesias fundamentales de Madrid [San Antonio de los Alemanes, San Jerónimo el Real, Basílica Pontifica de San Miguel, San Millán y San Cayetano, Santa Bárbara]; continuando por los emplazamientos que, una vez más, aporta la colaboración con Patrimonio Nacional [Real Monasterio de la Encarnación y Capilla del Palacio Real]; el Congreso de los Diputados; además de una novedad de lujo para esta edición, el Museo Nacional del Prado, que supondrá la primera ocasión en los 200 años de historia de la pinacoteca en la que se realizará un ciclo de conciertos en sus salas, una verdadera labor de comisariado musical que ha permitido diseñar 12 intervenciones musicales, agrupadas en cuatro trilogías, que se celebrarán a puerta cerrada cuatro sábados por la noche en diferentes salas del museo, cada una de las cuales estará directamente conectada con las temáticas de las salas y con algunos de los cuadros allí presentes. No hay que olvidar, por supuesto, las habituales salas para el repertorio más outsider: Sala Cuarta Pared, Teatro de la Abadía y Salas Roja, Verde y Negra de los Teatro del Canal. Por supuesto, el FIAS se expande, como en otras ocasiones, a ciertas localidades de la Comunidad, haciendo uso a su vez de singulares lugares patrimoniales [Real Coliseo Carlos III de San Lorenzo de El Escorial, Corral de Comedias de Alcalá de Henares y Real Monasterio de Santa María de El Paular].
Además, este año se ha dedicado una programación especial a celebrar el 100.º aniversario de la llegada de Federico García Lorca a Madrid, para lo que se ha concebido un ciclo de conciertos, bajo el título Juego y teoría del duende, que permitirá a los sistentes asistir a diversos proyectos artísticos con el flamenco como pilar fundamental; junto a él, el jazz, pues ambos géneros serán los encargados de sostener la aruitectura musical de esa mitad de la programación asentada sobre las música actuales.
No hay programador perfecto, ni programaciones sin mácula. Nunca puede programarse al gusto de todos, por fortuna, y son muchas las cuestiones que se le pueden plantear a Mompeán, por supuesto: apenas hay ejemplos de los repertorios medievales y renacentistas, y si una carga enorme en el Barroco; la creación musical del XIX es inexistente; la contemporánea es prácticamente anecdótica... Son estos, achaques de los que él mismo es más que consciente. No obstante, ¿hace ello menos interesante y necesaria a esta programación? En absoluto. Y me explico. Los amantes de las músicas actuales están de enhorabuena años tras años con las propuestas del FIAS. Qué son repertorios que necesitan de menor atención, pues ya tienen otros medios de difusión. Sin duda, pero lo que Mompeán concibe para el FIAS va más allá de lo manido, lo habitual y lo esperable. Puede decirse lo mismo de la música antigua. Ninguna institución en España –y digo bien, ninguna– ha prestado tanta atención a los jóvenes talentos de los repertorios pretéritos como lo ha hecho el FIAS, festival por el que, en los últimos cuatro años han pasado prácticamente todos lo que son en esto de la llamada música antigua española, incluso aquellos a los que nadie había prestado atención previa en nuestro país. No exagero, por tanto, si digo que el sector de la antigua en España tiene una deuda inmensa para con este programador...
Poco más queda por decir. Se puede programar mejor –quizá–, peor –seguro y es habitual– o con una visión más conservadora –absolutamente–, pero lo que seguro que no se puede es hacerlo con una visión más amplia del concepto de lo musical y lo sacro, y, esencialmente, con más pasión y sentido de la responsabilidad de lo que supone ser un programar público. Es ese sentido de la responsabilidad pública lo que hace a Mompeán diferenciarse de los demás y haber sido capaz de recobrar la ilusión perdida por un festival que nevagaba a la deriva. Este patrón ha sabido reconducir el navío durante estos cuatro años y dotarlo de un esplendor inusitado. Tras esta larga travesía, lo ha dejado en buen puerto, con toda la tripulación satisfecha del viaje y con ganas de que sea este, y no otro, quien lidere la embarcación en su próxima travesía. Que así sea.
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