Una entrevista de Alejandro Martínez
Tras su reciente debut como Traviata, el pasado enero en Lausana, la joven soprano rusa Olga Peretyatko dedica su tiempo a conversar con Codalario, para repasar sus orígenes, su trayectoria y su repertorio. Actuará en España la próxima temporada, con Gilda en el Rigoletto previsto por el Teatro Real.
¿Cómo fue el reciente debut con Traviata?
Fantástico, además acompañada por un estupendo tenor español, Ismael Jordi. He esperado ocho años y he hecho muy bien. Me encuentro muy bien en los tres actos, y lo disfruto mucho. Tras mi primera Gilda ya me propusieron hacer Traviata y dije que no, por supuesto. El Met mismo me lo propuso, antes incluso de debutarla. No se trata sólo de una evolución vocal sino de una madurez mental también. He trabajado mucho el papel, intensamente con Mariella Devia. Ella me ha transmitido siempre mucha seguridad. Lo malo de haber debutado el papel es que ahora sería feliz no cantando otra cosa que Violetta (risas). La haré de nuevo en la Deutsche Oper, también en Rusia… Siento ya el papel como algo muy mío, muy próximo.
Siempre que una soprano ligera o lírico-ligera se aproxima al papel de Violetta surgen voces que ponen en duda que pueda brillar más allá del primer acto.
Sí, lo se, pero en realidad eso es una estupidez, porque el primer acto es más grave de lo que puede pensarse. Lo decía Maria Callas: se trata de sonar ágil, ligera, no es una cuestión de cuán agudo o grave sea el papel. El verdadero reto es hacer creíble el personaje en los tres actos, con la evolución correspondiente de su personalidad, etc.
¿Cómo fue la experiencia trabajando con Mariella Devia?
Muy bien, ella es fantástica. Es exigente pero amabilísima. Trabajo con ella regularmente desde 2013. El contacto con ella me ha confirmado algo fundamental, y es que nunca hay que dejar de estudiar, no hay que confiarse nunca con cantar de una manera determinada, aunque haya algunos problemas sin resolver. Eso sirve durante un tiempo pero al final vuelven los mismos problemas de nuevo. Yo quiero cantar mi repertorio durante largo tiempo y para eso hay que estudiar una y otra vez. El mejor cumplido es que te digan que cantas con facilidad, con naturalidad, como si hablases, y eso sólo se consigue estudiando una y otra vez.
Hace ya un tiempo que no canta en España, donde sin embargo cantó con cierta frecuencia durante unos años y donde tiene previsto volver la próxima temporada, con Rigoletto en Madrid.
Canté cinco veces allí, si no recuerdo mal. Primero varias veces en Valencia, pequeños roles, como el pájaro del bosque en Siegfried, la Voce dal cielo en Don Carlo, un concierto con Maazel, un recital allí y el concierto de apertura del auditorio Martin i Soler Después actué en el Liceo, como Blondchen en El rapto en el serrallo, en 2010. Y viene ahora mi debut en el Teatro Real, con Gilda, que es un papel con el que me siento muy cómoda y muy segura. Me han propuesto más cosas en España pero mi agenda está casi llena para los próximos cinco años y tendría que renunciar a algo para aceptar las propuestas. Si me invitan para Traviata, cancelo lo que tenga previsto (risas). Lo cierto es que ahora mismo vivo en un sueño. Quería viajar, y viajo. Quería cantar, y cantar además ciertos papeles, y los canto. Quería escoger lo que canto, y lo puedo hacer. Es un momento muy hermoso para mí.
¿Cómo se convive con la presión actual que a veces se da cita sobre un escenario, en esos días con una retransmisión en directo a miles de cines en todo el mundo?
Es terrible, porque inevitablemente se siente demasiada presión, eso te afecta y hay que hacer un esfuerzo para concentrarse solamente cantar, olvidando esa sensación de tener tantos focos sobre tu trabajo.
¿Cómo recapitularía su trayectoria hasta hoy, en un resumen para el público español?
Mi trayectoria comenzó en Berlín. Llegué allí en 2001 como turista, me enamoré de la ciudad y ya en 2002 volví para hacer los exámenes de ingreso en el conservatorio. Estuve estudiando allí, participando en todos los proyectos que salían al paso. En aquel tiempo no contaba con ningún soporte económico y la verdad es que fueron días difíciles. Los recuerdo como un tiempo de mucho sacrificio y esfuerzo. Desde 2005 a 2007 estuve en el opera studio de Hamburgo, donde interpreté tan sólo un rol principal, dos o tres secundarios y muchos, muchos papeles pequeños. En 2007 comenzó ya mi carrera una como solista independiente. Cuando miro atrás y veo todo lo recorrido me doy cuenta de que no hay éxito sin esfuerzo.
Creo que la figura de Alberto Zedda fue fundamental para dar ese salto al circuito internacional.
Sí, participé en 2006 en la Academia Rossiniana de Pesaro. Esta previsto que preparase la Condesa de Folleville en Il viaggio a Reims. Zedda me ofreció preparar también la Corinna, porque en realidad mi voz no es la de una ligera de coloratura sino la de una lírico-ligera. Así que en la misma producción, ese año, canté los dos papeles, con tres días de distancia entre uno y otro, lo cual fue agotador y muy estresante, pero al mismo tiempo una gran oportunidad. Después en Pesaro hice la Desdemona de Otello, con Gregory Kunde como protagonista. He regresado muchas veces al festival de Pesaro, donde de hecho conocí a mi pareja, el director Michele Mariotti. Después de mi paso por Pesaro, en esa edición de 2006, comenzaron a aparecerme ofertas en otros teatros europeos, así que sin duda ese primer impulso se lo debo al maestro Zedda, que apostó por mí siendo aún una cantante desconocida y muy joven. Qué años aquellos, parece que hubiera pasado una eternidad y casi fue ayer. Recuerdo que 2007 fui Blumenmädchen en un Parsifal con Barenboim. Esa era otra vida, no era yo (risas).
Aunque su repertorio por ahora se mueve mucho por el belcanto más puro, llegando ahora a Verdi. ¿Qué ambiciona cantar, en los próximos años?
Creo que cantaré todo lo que tengo intención de cantar, es cuestión de tiempo, todo llegará con algo de paciencia y sentido común. Por ejemplo, las tres reinas de Donizetti llegarán algún día, sin prisa ninguna. De Strauss, además de Daphne, por supuesto, me gustaría cantar no la Sophie, que me proponen a veces, sino la Mariscala, aunque haya que esperar bastante para eso. Y sí, quiero cantar Carmen pero esto no será posible, me temo (risas). En todo caso, en mi agenda en los próximos años vienen más papeles de Rossini, y también quiero cantar Les Contes d´Hoffmann, todos los papeles para soprano de esta ópera. Después de cantar Traviata, debo decir que encuentro que todo es más fácil para mí. Me lo había dicho Giancarlo del Monaco: “Olga, tienes que cantar Traviata. Tu carrera será un antes y un después cuando cantes Violetta”. Y tenía razón. Para mí ahora es mucho más cómodo y fácil cantar la Elvira de Puritani que antes, por ejemplo; hago ahora incluso variaciones sobre la marcha, conforme canto.
El año pasado debutó en el Met de Nueva York con la Elvira de I Puritani. Creo que su debut allí estuvo sin embargo previsto con otros papeles más pequeños.
Sí, el debut en el Met estuvo originalmente previsto con un rol más pequeño, el Oscar de Un ballo in maschera, pero al final se produjo, felizmente, con la Elvira de I Puritani, que está siendo un papel muy importante para mí. Lo cierto es que 2009 había cerrado un contrato para mi debut en el Met como Fiakermilli en Arabella. Poco antes, en 2008, había cantado en Toronto, haciendo Le Rossignol de Stravinsky en una producción de Robert Le Page. Desde el Met entonces me propusieron ampliar el contrato al que me refería, que a decir verdad no era muy ilusionante, pero con un teatro como el Met es obvio que no puedes escoger lo que quieres cantar, siendo tan joven. Me ofrecían cantar también Oscar de Un ballo in maschera y Gilda. Pero la gente del Met me escuchó con Lucia en Berlín, en Pesaro con Matile di Shabran, me escucharon en Boston haciendo Stravinsky y Ravel con Dutoit. Y días después me llamaron para cambiar la propuesta desde Oscar y Gilda a I Puritani, además con Michele Mariotti, mi pareja.
¿Cómo se lleva esa situación de compartir su vida sentimental con otra persona con una carrera ascendente, como la suya? ¿Cómo se compagina todo eso?
La realidad es esa, somos personas con carreras paralelas pero independientes. No es fácil, pero hacemos muchos esfuerzos por vernos, viajando una y otra vez. Y eso también tiene su lado bueno, porque se mantiene siempre una cierta frescura en la relación. Cuando me enamoré de Michele me enamoré por supuesto de él como persona, pero también de él como músico, porque lo es en el sentido más profundo y genuino de la palabra. Por eso creo que es justo y bueno que tengamos carreras independientes. Cada uno tiene sus méritos. Aunque a veces sea inevitable, es importante no dar motivos a que alguien piense que la agenda de uno de nosotros depende de la del otro, que una producción yo canto porque él dirige o que él dirige porque yo canto. Nuestras carreras empezaron de forma separada y siguen creciendo de forma independiente, aunque nos encontremos de tanto en tanto.
¿Cuáles han sido sus principales referencias del pasado? ¿Qué sopranos belcantistas le han inspirado más?
Todo comenzó con Joan Sutherland, que me parecía un modelo técnico incuestionable. Obviamente me fascinó y me fascina todo lo que tiene que ver con Maria Callas. Tuve también un período de fascinación con Gruberova, y otro tanto con Scotto, ambas con ese canto sul fiato tan perfecto y regulado. Y finalmente, desde el primer día que la escuché, me enamoré de Mariella Devia, con quien estudio a menudo. Técnicamente es una diosa; lo que ella hace con 65 años de edad es algo admirable y ejemplar, se mire como se mire. Por cierto, que sobre algunas de estas sopranos que cito, singularmente en el caso de Sutherland, Gruberova o Devia, se ha dicho a veces eso tan manido y absurdo de que son técnicamente perfectas, pero frías. Lo mismo dijeron de mi hace un tiempo con la Giunia de Lucio Silla. Digo que es algo absurdo porque, cuidado, cierto repertorio no se puede hacer de otra manera si se quiere hacer bien y durante mucho tiempo: si se pierde el control, no se llega al final. Hay que cantar tranquilo, seguro, confiado, concentrado; y eso no debería confundirse con frialdad o distanciamiento.
En estos años, ¿ha evolucionado su voz quizá, desde un material más ligero a uno más lírico?
Lo cierto es que nunca fui una soubrette como tal. Verá, esta previsto que cante la Konstanze en una nueva producción de El rapto en el serrallo. Ya hice esta parte en el conservatorio, y es un papel con el que me encontré muy cómoda entonces. Hace un tiempo la ópera de Múnich me ofreció cantar Blondchen y en un primer momento piensas que no estás en opción de escoger, pero al mismo tiempo a veces son este tipo de elecciones las que te constriñen mucho en un conjunto reducido de papeles. En el caso de Blondchen, tenía propuestas para cantarlo hasta 2022 pero he decidido no cantarlo más. Creo que se tiene a veces una imagen un tanto equivocada del tipo de voz que requieren algunos papeles como Lucia o Elvira, que no están escritos para voces ligerísimas, sino para líricas-ligeras, con un material más amplio.Y además la voz con los años crece, se desarrolla en varios sentidos.
El barroco no aparece apenas en su agenda. ¿Por algún motivo en particular?
Lo cierto es que no me lo ofrecen. Volvería a hacer Alcina si me lo proponen, quizá también me plantearía la Cleopatra… Pero tampoco hay mucho más que me interese y que me plantee ahora mismo, dentro del barroco. Es curioso que no lleguen más propuestas en este sentido y que sin embargo me hayan ofrecido cantar algunas cosas que francamente no me interesan, como Liu o Musetta. Mi carrera ahora mismo va por otros derroteros.
El año pasado trabajó con Tcherniakov en la producción de La novia del Zar que pudo verse en Berlín y en Milán, con Barenboim a la batuta. Algunos solistas piensan que es difícil trabajar con directores de escena con una personalidad semejante a la de Tcherniakov. ¿Cuál fue su experiencia y cuál es su opinión al respecto?
Para mí no lo fue, en absoluto. De hecho, prefiero trabajar de esta manera, con directores así, que saben lo que quieren y se implican al máximo. A mi parecer Tcherniakov es maravilloso, le adoro. Es un tremendo director de escena, una de las personas más valiosas e inteligentes del actual panorama operístico. Ama la ópera con verdadera pasión y la conoce al dedillo, cada papel, cada partitura. Sabe perfectamente lo que quiere, hasta el más pequeño detalle. Es muy exigente, pero eso es estupendo para los cantantes. No obstante, con Tcherniakov siempre pasa esto, o se le ama o se lo odia y yo estoy entre los que forman parte del primer grupo (risas).
Como decíamos, con esta ópera tuvo lugar su debut en la Scala, ¿qué recuerdo guarda de esa ocasión?
Todo debut en un gran teatro es algo importante, pero al mismo tiempo cada función es única y hay que afrontarla como si no tuviera nada de particular.
Ya ha grabado dos CDs y creo que viene otro. ¿Cómo ha sido su experiencia discográfica?
Quedé ya muy contenta con el segundo, Arabesque, con un repertorio muy diverso, exigente, aunque no simplemente virtuoso. De ahí venía el título, de hecho, de ese motivo de la arquitectura que tiene algo de virtuoso pero que al mismo tiempo no es puro artificio, sino que tiene algo más. El nuevo disco lo grabamos en noviembre, con Zedda, y se publicará en julio en Italia, coincidiendo con el Otello de la Scala. Se va a llamar “Via Rossini”, en alusión al modo en que Rossini, y también Zedda, ha sido un poco la guía de mi trayectoria hasta aquí. Es un disco muy hermoso, que terminamos de grabar en un concierto en directo, abierto al público de forma gratuita. La sala se llenó de gente joven, yo me presenté allí en jeans, sin divismos, hablando con el público, con Zedda… fue una experiencia hermosa e interesante, muy distinta a lo acostumbrado.
Rusia, su país de origen, no está sin embargo demasiado presente en su agenda.
He cantado y cantaré allí algún concierto, pero no es fácil cantar ópera allí porque no planifican con tanta antelación como en Europa o en el Met. Me han propuesto algunos compromisos pero a muy corto plazo, a apenas meses de distancia. Así, es más fácil encontrar un hueco para unos conciertos que para una producción. No soy tampoco una solista aún demasiado conocida allí, porque mi carrera ha crecido fuera.
En los últimos meses ha habido algunas polémicas sobre el posicionamiento público de algunos artistas rusos, Gergiev y Netrebko en particular, sobre temas de gran calado ideológico. No quiero preguntarle por su ideología concreta, pero, según su opinión, ¿tendrían los artistas que tener una opinión política pública?
Verá, yo soy apolítica, no tengo más interés político que la paz. Dicho lo cual, creo que los artistas quizá sí deberíamos tener una postura pública sobre ciertos temas. Lo cierto es que todas las personas tenemos un pensamiento político, al margen de ideologías, y quizá figuras con tanto renombre y posicionamiento como Gergiev o Netrebko debieran hacerse cargo de su posición pública para encauzar algunas causas, sobre todo ante ciertos temas capitales, pero en el fondo es una decisión personal y ahí no quiero, ni puedo ni debo entrar.
¿Cuáles son los próximos compromisos en su agenda?
Ahora en abril tengo de nuevo Puritani, en Turín con Michele Mariotti. Lo más inmediato después es que vuelvo a cantar Traviata en Baden-Baden, con Pablo Heras-Casado a la batuta. En junio tengo un recital en Dresde. Viene luego la Desdemona en el Otello de Rossini en la Scala, con Gregory Kunde. La próxima temporada llegará también mi debut en la Ópera de París, de nuevo con Gilda en Rigoletto, papel con el que regreso asimismo al Met. También abrimos la temporada de la Monnaie con L´elisir d´amore. Tengo varios conciertos en octubre, en Washington, con los Vier letzte lieder de Strauss.
Fotos: 1. Daniil Rabovsky, 2. y 3. Dietmar Scholz
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