Por Nuria Blanco Álvarez | @miladomusical
Oviedo. 24-II-2018. Auditorio Príncipe Felipe. Conciertos del Auditorio. Olga Peretyatko-Mariotti, soprano. Luca Salsi, barítono. Oviedo Filarmonía. Tung-Chieh Chuang, director. Oberturas y arias de ópera.
El ciclo “Conciertos del Auditorio” de Oviedo acogió el pasado sábado una de las citas más interesantes de su temporada y de las más esperadas por los aficionados a la lírica del Principado. Debutaba la célebre soprano Olga Peretyatko, cantante que está desarrollando una meteórica carrera que en los últimos tiempos la ha llevado a teatros tan importantes como el Metropolitan, Real y Scala, dentro de un repertorio de lírico-ligera en el que la artista destaca gracias a un extraordinario registro agudo, una voz de notable volumen y belleza que unidas a sus grandes cualidades interpretativas la han convertido por méritos propios en una de las grandes estrellas de la lírica mundial. Su instrumento refleja una inaudita homogeneidad en todos los registros abordando con una pasmosa facilidad los distintos pasos, dando como resultado una voz plena en todas y cada una de las notas que aborda. Vibrantes graves y magníficos agudos, con una llamativa coloratura, exquisito gusto interpretativo y cuidada afinación, además de un envidiable fiato, excelente proyección y una carismática puesta en escena. ¿Qué más se puede pedir a una artista? Se presentó como la Condesa de “Le nozze de Figaro” donde dio muestras de su elegancia tanto escénica como vocal. Su partener en esta gala lírica fue el barítono Luca Salsi, en sustitución de Thomas Hampson quien canceló por enfermedad. Posiblemente por la premura del cambio de programa, su aria “Di Provenza il mar, il suol” de “La traviata” no estuvo encajada con la orquesta, a ambos les costaba respirar juntos y los desajustes rítmicos fueron evidentes. En el dúo de Violeta y Germont de la misma obra, sin embargo, los dos artistas desarrollaron la escena con gran complicidad; el barítono mostró su potente voz en todo momento, si bien se echó en falta más ductilidad y capacidad expresiva, todo lo contrario que la soprano que desplegó todo un abanico de matices a cada cuál más logrado, además de una preciosa y precisa línea de canto. En el bolero de Hélène de “Les vêpres siciliennes” continuó la exhibición canora con unos malabarismos vocales sorprendentes, una voz fresca y unos filados bellísimos, además de un fiato que dejó al público sin respiración. Una gran entrega la de esta artista en todas sus actuaciones, que pone en evidencia a otroras divas que “en provincias” minusvaloran a su público interpretando versiones “light” de lo que en realidad pueden ofrecer, tanto en repertorio como en desempeño vocal, reservándose únicamente para “grandes” escenarios. Podríamos parafrasear aquí al mundo actoral para afirmar que no hay escenarios pequeños, sino artistas mediocres. La profesionalidad en cambio de Peretyatko y su magnífico instrumento la han encumbrado al podio de los artistas más codiciados del momento.
Y es que, así y todo, dejó para el final su momento más brillante, interpretando una Gilda sencillamente espectacular. ¡Qué preciosa coloratura, qué perfecta afinación, qué impresionantes sobreagudos, qué proyección! Una lástima que la orquesta no facilitase la agógica de la cantante en la recreación de este personaje. Tras dos piezas más de “Rigoletto” se cerró la velada, como no podía ser de otra manera, con sendas propinas. Por un lado, el tema “Summertime”, que aun dando muestras de la versatilidad de la soprano, estaba totalmente fuera de atmósfera; en realidad estaba previsto en el programa original previo a la cancelación de Hampson, donde se abordaban varias piezas norteamericanas, pero con el cambio no sólo de barítono sino también de buena parte del programa, esta canción se encontraba ahora fuera de contexto. Afortunadamente se interpretó también el dúo “La chi daren la mano” de “Don Giovanni” para finalizar una velada para el recuerdo. Tras los exaltados bravos y aplausos de una audiencia puesta en pie, se optó sobre la marcha por repetir el fragmento final del dúo de Gilda y Rigoletto, ya interpretado en el recital, teniendo la propia Peretyatko que indicar a distintos atriles el lugar exacto de la partitura donde comenzar. Cuidado con estos momentos improvisados, fruto de la emoción, que cualquier día pueden darnos un buen susto si por la espontaneidad falla el entendimiento entre orquesta y cantantes.
La Oviedo Filarmonía, bajo la dirección del joven maestro taiwanés Tung-Chieh Chuang, salpicó las intervenciones vocales con populares piezas instrumentales del repertorio operístico. Inauguró la velada con la obertura de “Le nozze di Figaro” con un tempo muy ágil que contrastó con la emotividad del Intermezzo de “Cavalleria rusticana”, que no por conocido deja de ser bellísimo, en una interpretación esmerada. Lo mismo que la obertura de “La forza del destino” que se abordó con gran energía y una cuidada participación de las maderas.
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