Crítica del concierto de Nuno Coelho y Noa Wildschut con la Orquesta de Valencia
Potencia y convicción
Por Alba María Yago Mora
Valencia, 13-III-2024. Palau de la Música. Noa Wildschut, violín. Orquesta de Valencia. Director: Nuno Coelho. Obras de Joaquín Turina, Francisco Coll y Dmitri Shostakóvich.
La Orgía es la más famosa de las Danzas Fantásticas de Joaquín Turina, y fue la encargada de dar inicio al concierto que ofreció el pasado miércoles la Orquesta de Valencia bajo la dirección de Nuno Coelho. Si bien parte de la audiencia se preguntaba por qué solo la Orgía había sido la elegida para abrir la velada, sepan que es bastante común que estas danzas se interpreten por separado. Lo cierto es que fue una excelente elección, teniendo en cuenta que tras el descanso disfrutaríamos de la Quinta Sinfonía de Dmitri Shostakóvich.
Esta danza se caracteriza por su coloración vívida y altamente rítmica, combinada con un enfoque apasionado, lo que puede producir evocaciones del abrasador sol español. Tiene un ritmo bastante rápido y marcado, y su compás es binario ya que está inspirada en el garrotín y en la farruca andaluza. Si bien la interpretación podría haber tenido más fuerza, un poco más de agudeza de acento y vivacidad de ritmo, Coelho y la Orquesta de Valencia capturaron el estado de ánimo expresivo de la partitura con disfrute. En resumen, fue agradable -aunque debería haber sido más que eso-, y un perfecto aperitivo.
Y llegó el turno de Four Iberian Miniatures, del compositor valenciano afincado en Suiza Francisco Coll. Éstas, que llegaban por vez primera al Palau de la Música de Valencia en su formato orquestal de la mano de la extraordinaria violinista Noa Wildschut, adoptan con cariño e ingenio los ritmos y la crudeza de la danza española, desde el tango hasta el flamenco.
La violinista holandesa se convirtió en la destacada protagonista de la actuación. La innovadora reconstrucción que Coll realizó de algunos de los elementos más recurrentes de la música latina, como el fandango, el flamenco o el tango, fue llevada a cabo por Wildschut con un toque de ingenio y versatilidad. Lo más notable fue cómo en la tercera miniatura logró capturar la profunda emoción del cante flamenco con la intensidad y la nobleza de un experimentado cantaor. En la última pieza, el dinamismo del violín abriéndose paso entre un complejo y fragmentado tapiz orquestal, fue indudablemente el momento más espectacular de una obra que invita a explorar más a fondo la música del compositor valenciano. Cabe destacar la impecable y equilibrada contribución de la orquesta de cámara, que sirvió como compañera perfecta para la brillante actuación de la solista. En lo que fue toda una hazaña interpretativa, tras las Miniaturas, Wildschut nos deleitó con el Tango etude nº 3 de Astor Piazzolla.
La Quinta sinfonía de Shostakóvich fue la primera de las quince que conocí. Entonces me causó una profunda impresión que nunca me ha abandonado. La historia de su génesis se vuelve no menos escalofriante con el paso del tiempo… Es una obra maestra en todos los niveles. Musicalmente es convincente y dramática, y accesible pero evidentemente profunda. En su momento, logró presentar una apariencia superficial que se ajustaba perfectamente al realismo soviético optimista, mostrando una conformidad aparente con las expectativas del régimen. Sin embargo, aquellos que no estaban completamente influenciados por el adoctrinamiento no podían ignorar las corrientes subyacentes de ironía que revelaban un profundo descontento y protesta contra la injusticia y la opresión. Esperábamos, pues, una actuación sólida que revelara todas estas capas y, al mismo tiempo, evitara destruir la ambigüedad cuidadosamente tejida de Shostakovich.
La escrupulosa atención de Coelho a las meticulosas marcas dinámicas y equilibrios instrumentales de Shostakovich proporcionó gran deleite auditivo. El arpa emergió perfectamente de la textura orquestal en el primer movimiento, el piano fue perfectamente audible en el clímax del Adagio, y los metales consiguieron una sonoridad penetrante en todo momento. Estábamos ante una versión auténtica, ágil y vigorosa de esta obra maestra del siglo XX.
El portugués, que destacó por su fraseo limpio y rítmicamente alerta, logró capturar la esencia emocional de la sinfonía, especialmente en los movimientos más introspectivos, donde el alma del compositor parecía resonar con una intensidad conmovedora. La Orquesta de Valencia consiguió una textura orquestal brillante y vigorosa, que no conviene confundir con ligera, ya que el clímax del primer movimiento y las secciones exteriores del Finale sonaron con potencia e impacto. El Adagio fue bastante conmovedor, con un clímax que proyectó intensidad dolorosa, pero sin pesadez. Y aunque la interpretación también presentó sus desafíos -como en el Allegretto, y en ciertos desajustes puntuales entre violonchelos y contrabajos-, el conjunto ofreció una experiencia inspiradora y llena de profundidad.
La una interpretación que fue más allá de lo técnico, se adentró en el corazón mismo de la obra, que se sumergió en el sufrimiento y la soledad que subyacen en la música de Shostakovich. Orquesta y director ofrecieron una perspectiva emocionante de una obra maestra que sigue resonando en el alma de quienes la escuchan.
Fotos: Live Music Valencia
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