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Crítica: Festival de Música de Lugo 2024

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Autor: Pablo Sánchez Quinteiro
12 de junio de 2024

Notos Quartett y Jonian Ilias Kadesha, protagonizan sendos conciertos en el Festival de Música de Lugo

Crítica de Notos Quartett, Jonian Ilias Kadesha y la Orquesta Vigo 430 en el Festival de Música de Lugo

Festival de Música de Lugo

Por Pablo Sánchez Quinteiro
Lugo. 25-VI-2024, 1-VI-2024. Sociedad Filarmónica de Lugo. Notos Quartett, Jonian Ilias Kadesha y la Orquesta Vigo 430 en el Festival de Música de Lugo

   Organizada por la Sociedad Filarmónica Lucense, la LI edición del Festival de Música Ciudad de Lugo ha llegado a su final tras la realización de ocho conciertos que un año más han cubierto diferentes épocas y géneros, manteniendo la filosofía de ediciones previas: una cuidada selección de intérpretes y repertorios, intentando aunar la excelencia musical con la presentación de programas imaginativos y atractivos. Una vez más, todos los conciertos se llevaron a cabo en el Círculo de las Artes, sala ideal para este tipo de planteamiento por la cercanía que establece entre el público y los intérpretes. Entre el amplio programa, que incluyó la presencia de grupos como Gli Incogniti, liderado por Amandine Beyer, el Pérgamo Ensemble, y La Guirlande, y recitales del Dianto Reed Quintet y el pianista François Dumont, reseño en esta ocasión dos conciertos que ejemplifican a la perfección lo ya comentado: los protagonizados por el Notos Quartett y la estimulante presencia del violinista Jonian Ilias Kadesha, acompañado por el conjunto barroco de la Orquesta Vigo 430.

   La formación alemana Notos Quartett, que actuó en el ecuador del festival, el 25 de mayo, representa uno de esos pocos grupos de cámara especializados en el repertorio de cuarteto con piano. Conjunto camerístico que surge en el siglo XVIII, con el desarrollo del pianoforte, el cual permitió que los instrumentos de tecla se emancipasen de su papel de bajo continuo. Los dos cuartetos con piano de Mozart son fruto precisamente de este hecho. En ellos, Mozart aprovecha al máximo el amplio rango tonal y las nuevas posibilidades dinámicas que el pianoforte ofrece, confiriendo al instrumento un papel protagonista en la presentación y el desarrollo del material temático. La pianista del Notos, Antonia Köster, asumió a la perfección ese papel de liderazgo en la interpretación del Cuarteto nº 2 de Mozart KV493. Por su parte, el trío de cuerdas formado por Sindri Lederer, Andrea Burger y Philip Graham, se mostró clarividente desarrollando el material temático con expresividad y elegancia. No fue una interpretación enérgica de la obra, como se podría esperar del enorme potencial virtuosístico del grupo, sino que se optó por conferir a la obra una atmósfera y un color íntimo y reflexivo, realzando la arquitectura formal y las cualidades elegantes y refinadas de la música. Los tempos fueron moderados y las dinámicas suaves, muy especialmente en el etéreo Larghetto, pleno de expresividad. En los solos, dúos y juegos contrapuntísticos del Allegretto final se resaltó la complejidad de la escritura -que en su tiempo produjo un cierto rechazo- para cerrar la obra de forma brillante.

   A continuación, en un salto temporal de vértigo, desde el clasicismo de Mozart hasta el vanguardismo de Bryce Dessner (1976), el Notos mostró como el cuarteto con piano ha mantenido su relevancia y versatilidad tras casi 250 años. Dessner sigue la estela de los minimalistas norteamericanos, desde un posicionamiento muy personal, fuertemente enraizado en su compromiso con la música rock, campo en el que ha destacado como creador y guitarrista de la banda The National. El Chan fue compuesto para su amigo y colaborador Alejandro González Iñárritu. Inspirada en los cañones de las afueras de San Miguel, denominados El Charco del Ingenio, intenta evocar el poder de la naturaleza allí concitado.

   Sus siete movimientos constituyen una contrastada sucesión de episodios que hacen transitar al oyente por las emociones más diversas en un lenguaje moderno, pero a la vez accesible. Desde la quietud casi absoluta, de Points of light al ligetiano Coyotes pasando por el legado de los minimalistas americanos, Adams y Reich, en Four Winds, explorando estructuras repetitivas y patrones rítmicos que son fundamentales en el minimalismo. El Notos Quartett, gran paladín de la obra, supo navegar a la perfección por la variedad de texturas y emociones, aunando técnica impecable a una sensibilidad extraordinaria para ajustar el color y el tiempo del flujo musical. Hubo asimismo una asombrosa precisión articulando las sutilezas de los patrones repetitivos y las estructuras rítmicas típicas del minimalismo. Fue una interpretación cohesionada y convincente, magnífico reflejo de la técnica de los cuatros músicos, sino también de su capacidad para dialogar con la audiencia en lo que fue un sugerente y cautivador interludio.

   El plato fuerte de la noche llegó en la segunda parte con el Cuarteto para piano y cuerdas n.º 2, en la mayor, op. 26 de Brahms, una de sus últimas obras escritas en Hamburgo, justo antes de partir hacia Viena para iniciar una nueva vida plena de triunfos y reconocimientos. Tras la equilibrada y depurada primera parte, el Notos se puso la ropa de combate para abordar la que es una de las grandes obras camerísticas del compositor. Claramente emparentada con el Quinteto con piano de Schumann, es música rebosante de inspiración melódica, vitalidad y sensibilidad. Y muy especialmente, desprovista de la pátina académica que caracterizó a las futuras composiciones del compositor, escritas bajo la alargada sombra de los grandes nombres de la primera escuela de Viena. El Notos dio lo mejor de sí mismo, dando vida a una interpretación soberbia, en la que desplegó un sonido y un color sinfónico que se apoderó de la sala del Círculo de las Artes de forma abrumadora.

   En el Allegro non troppo inicial las cuerdas entablaron un robusto diálogo con el piano, captando la esencia de cada uno de los temas presentados, desde el expresivo segundo tema hasta el encantador tema grazioso. El Poco adagio no solo fue tratado como un movimiento lento, sino como una verdadera exploración emocional, donde la melancolía y el anhelo se sucedieron en un maravilloso crescendo de intensidad. La habilidad para sostener la tensión a lo largo de la atemporal sección central fue testimonio de la destreza y comprensión de los músicos. En el Scherzo, la moderación inicial da paso a un trío sorprendentemente enérgico, donde la intensidad del cuarteto elevó la energía hasta un clímax emocionante, hasta el punto de que arrancó los aplausos del público. Pero el movimiento es sólo una gran preparación para el vibrante escenario del Finale, en el que el cuarteto explora la vena melódica húngara con una entrega fervorosa. Los cambios de atmósfera fueron ejecutados con maestría, culminando en la extensa y deslumbrante coda que mostró el virtuosismo del grupo y su capacidad para manejar las complejidades dinámicas y tímbricas de Brahms.

   Por si no hubiese sido suficiente, el cuarteto ofreció una hermosa propina, parece que de moda pues es la segunda vez que la escuchamos en esta temporada en distintos arreglos: el Preludio para dos violines y piano de Shostakovich, en este caso, lógicamente en versión de cuarteto con piano.

   El Festival finalizó a lo grande con una exitosa velada protagonizada por uno de los violinistas más interesantes de la actualidad, Jonian Illias Kadesha, tan demandado como polémico, por no decir irreverente. Más allá de su indudable virtuosismo técnico es un músico con una capacidad especial para crear una narrativa entorno a todo aquello que toca, arrastrando no sólo a la audiencia sino también a los propios músicos que le acompañan. En este caso se apoyó como solista en el excelente conjunto barroco de la Orquesta Sinfónica Vigo 430, al cual asimismo dirigió en las dos sinfonías de la noche: la Segunda sinfonía para cuerdas de Mendelssohn y la nº 49 La Pasión de Haydn.

   Fue una amplia velada con varias sorpresas fuera de programa, que en ningún momento se hizo cansino. Al contrario, la diversidad de obras, combinaciones instrumentales y estilos, unido a la química que había en el escenario, con violines, violas de la 430 tocando de pié, resultó de lo más dinámico. La noche se abrió con la impulsiva Sinfonía para cuerdas nº 2 de Mendelssohn, que recibió una lectura intensa y expresiva, tal como corresponde una obra de juventud del desbordante genio alemán. Los dos Allegros extremos demostraron la capacidad de los músicos de la 430 para desenvolverse en los pasajes rápidos con precisión y de forma cohesionada, con un gran control de las dinámicas. El Andante, cargado de gravedad, se vio en cierto modo traicionado por la transparencia del salón regio del Círculo de las Artes que evidenció dificultades de afinación. 

   Tras tan jugoso aperitivo, disfrutamos del primer plato fuerte de la noche; el Concierto para violín nº 5 de Mozart, obra tan a menudo interpretada y que, sin embargo, en manos de Kadesha resultó totalmente nueva y amena, por supuesto en absoluta apta, incluso para los no excesivamente puristas. Kadesha tocó y dirigió desde el violín como si hubiese sido apoderado por el espíritu del Mozart más provocador, a un tiempo vertiginoso, con bruscos cambios de ritmo y de color, contrastes dinámicos y ataques de lo más abruptos e inesperados. Todo sustentado en una inmensa habilidad técnica que fue acompañada de una profunda musicalidad, como demostraron las cadencias, del propio Kadesha, de una originalidad sorprendente. Fue más ceremonioso y edulcorado el Adagio con una nueva cadencia, mucho más de extensa de lo habitual. De lo más intrigante e impredecible, hizo que el público estuviese pendiente de cada nota. En el Rondó, Kadesha volvió a encontrar terreno fértil para su imaginación con una danza turca vertiginosa, por no decir furibunda. Dos semicadenzas, cada cual más extravagante, sugiriendo la primera al Concierto de Tchaikovsky, fueron la guinda a un Mozart que pocos olvidarán. Fuera de programa, Kadesha respondió a los aplausos cerrando la primera parte con un peso pesado para violín solo: el Ménétrier. Impressions d’enfance op.28 de Enescu, pieza que encaja como anillo al dedo en su estilo abrupto e impredecible.

   La segunda parte nos trasladó al barroco italiano con el Concierto para violín Grosso Mogul RV 208, en el cual el bajo continuo se realizó de forma muy acertada desde el laúd, acompañando este en primer plano al solista y director Kadesha. Tras un canónico primer movimiento, el recitativo y Grave del segundo movimiento se transmutaron en una casi folklórica declamación en la que Kadesha dio vida a todo tipo de melismas e inflexiones. En el Allegro la entrada del solista con un estratosférico glissando, resultó de lo más cómico, pero todo este tipo de reacciones dejaron paso a la admiración cuando, en los pasajes más endiablados del movimiento Kadesha desplegó su espectáculo de rapidez y precisión, en lo que fue un alarde de agilidad y digitación haciendo que la música naciese de un esfuerzo sin esfuerzo. Pero una vez más, con la llegada de la cadencia, el discurso alcanzó cotas surrealistas, con evocaciones a Greenslieves, Paganini, etc. Nuevos aplausos enfervorizados y nueva propina fuera de programa, en este caso la Allemande de la Partita para violín nº 2 de Bach, en este caso en una interpretación mucho más canónica.

   La noche se cerró con la Sinfonía nº 49 «La Pasión» de Haydn con Kadesha dirigiendo, pero sin adoptar el papel de concertino. Fue una interpretación introspectiva del Adagio inicial, profundizando menos de lo habitual en la belleza intrínseca de la música y con un fraseo orquestal de lo más denso. Un vigoroso Allegro di molto, con dinámicas extremas y abruptos cambios de tiempo, puso a prueba la cohesión de los músicos de la 430 que, a pesar de ello, consiguieron un sonido empastado y transparente. El Minueto con sus docenas de repeticiones y un bucólico trío, resultó un punto anodino, pero el vibrante Presto llevado con un ritmo preciso y definido y una gran limpieza de planos sonoros, fue un punto final magistral a la noche y a un Festival que un año a más ha vuelto a alcanzar un gran nivel de excelencia, a la altura del numeroso público que congregó cada concierto. Solo nos queda esperar que el próximo año el evento se celebre, finalmente, en el flamante Auditorio de Lugo, esa joya arquitectónica «inaugurada» hace cinco años y que, sorprendentemente, sigue esperando a que alguna nota musical suene en su interior.

Fotos: PSQ

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