Un reportaje de Agustín Achúcarro
Sárka, Poema sinfónico n.º 3 del ciclo Mi patria, de Smetana, el Concierto para guitarra y orquesta «For Two Christophers» de Elmer Bernstein y la Sinfonía n.º 7 de Dvorak son las bazas del concierto que la Orquesta Sinfónica de Castilla y León interpreta los días 22 y 23 en el Auditorio de Valladolid y que dirige Nuno Coelho. La segunda de las obras cuenta con el guitarrista Pablo Sáinz Villegas, el músico riojano afincado en E.E.U.U. al que Plácido Domingo considera el heredero de la tradición de Andrés Segovia. «La música es para mí, sin duda, el lenguaje de las emociones; existe en el aire, no la tocamos, no la vemos, pero la sentimos y como músicos en cierta manera hacemos figuras, esculturas, con la musicalidad, el fraseo o los colores. Y al final esos espacios imaginarios de forma consciente yo los lleno de música sin dejar de identificar las emociones que el compositor transmite, a las que sumo las mías, y en ese punto es donde invito al público a que sume las suyas para que se forme una trinidad emotiva». Principios que Sáinz Villegas relaciona directamente con su forma de entender y hacer música, y que refleja en la guitarra. «Igual que con cualquier otro instrumento o cualquier expresión artística llegas a un estado tan sublime, tan sutil, que te permite trasmitir, y ahí es donde empiezas a identificar como artista el compromiso con el arte», asevera el guitarrista para el que «de manera tan poderosa como vulnerable se forma una pirámide en la que lo emocional está en lo más alto y abajo el andamiaje con la técnica», mientras que entremedias se encuentra «la musicalidad y el compromiso emocional”, que son a su entender “el punto de partida por donde se empieza a identificar el compromiso con el arte».
Reflexiones que llevan al músico a plantearse la relación concreta entre el intérprete y el instrumento. «La guitarra es una extensión de mi cuerpo y llega un momento que hay una simbiosis tan cercana con ella que forma parte de mí». Un hecho tan importante que para Sainz Villegas en el caso de la guitarra va más allá: «Se trata de uno de los pocos instrumentos que está totalmente vinculado a una cultura y a un país que es España, y al mismo tiempo cuando llega a las américas se convierte en el instrumento para transmitir las diferentes identidades musicales de cada región: en Argentina el tango, la bosa nova, la samba en Brasil o los joropos en Venezuela, así como el cuatro es una familia de la guitarra, y también están los mariachis». O sea que el guitarrista conviene en que «gracias a su versatilidad la guitarra se adapta muy bien a cualquier entorno y ese es su valor», y no solamente lo circunscribe a los estilos, sino que lo relaciona con los diferentes tipos de guitarras, como la eléctrica, la acústica, la clásica o la flamenca, que para él «forma parte de otro mundo sonoro español muy importante». En función de todo lo expuesto Sáinz Villegas no duda en proclamar que «la guitarra española está muy vinculada en sus raíces a lo folclórico y a lo culto, con los trovadores que tocaban las serenatas o con un Gaspar Sanz que hacía contrapunto en la corte». Lo que le lleva a concluir lo siguiente: «En estos momentos la guitarra no sólo es mi pasión, mi profesión, sino que dedicarme a ella supone la responsabilidad de mantener vivo el patrimonio cultural de España, pues después de Narciso Yepes, Andrés Segovia y John Williams ha faltado un referente internacional claro de la guitarra española, y dado que en estos momentos vivimos un periodo donde jamás en la historia ha habido tantos guitarristas y tan buenos es hora de crear ese vínculo con el legado que nos dejó Segovia, y que la gente se sienta identificada con ello».
Curiosamente, Sáinz Villegas emplea un instrumento construido fuera de su país. «Yo tengo una guitarra alemana Matthias Dammann, y mucha gente me pregunta ¿por qué no utilizas una realizada en España? donde, por cierto, se hacen guitarras maravillosas, pero este hombre cambió un paradigma del instrumento al inventar un sistema de dos tapas vibratorias muy finas, una genialidad de ingeniería, que permite mayor amplitud dinámica y más proyección del sonido, manteniendo la naturalidad de la guitarra y un gran rango de colores», aclara el músico.
A la hora de referirse a la obra que va a interpretar advierte que «la obra de Elmer Bernstein es un concierto directo de Holywood» y recuerda que «el autor es el que sentó las bases de la orquestación en la que se desarrollaron figuras como John Williams», con el que confiesa tener una amistad y que le compuso una obra. «El de Elmer se trata de un concierto muy visual, con el que vislumbras muchas imágenes de películas, con una orquestación muy rica, que embelesa el alma». Así que les ha dicho en el ensayo a los músicos de la OSCyL lo siguiente: «Es preciso meterse en el papel, entregarse a ese melodrama hollywodiano, dicho desde un punto de vista positivo, pues creo que es un concierto precioso que se convierte en bueno precisamente cuando asumes todo eso», señala el intérprete, mientras que en relación a esa comprensión de la partitura manifiesta algunas cosas: «Cuando estás en California, en esa zona del mundo, entiendes este concierto, pues allí es primavera eterna, está la playa, las montañas, la gente vive bien, como si fuera la burbuja del mundo feliz, y esta obra es eso, no busca explorar el drama de la condición humana sino la parte de celebración, de amistad, y no mucho más, y por eso precisamente cuando un compositor tiene muy claro lo que va buscando y lo consigue no se necesita nada más».
Sáinz Villegas al hacer estas valoraciones acaba de salir del ensayo, por lo que su percepción de la orquesta y el director están recientes. «Es la segunda vez que toco con la OSCyL y la química es muy buena, se nota su madurez, que está formada por músicos que llevan mucho tocando juntos, lo que permite una compenetración y un sonido muy natural, y además me han recibido con los brazos abiertos». Una manera de sentirse que hace extensiva a Nuno Coelho, que ocupa el podio en este concierto. «Me ha pasado lo mismo con el director, de hecho parte de lo emocionante de esta carrera es conocer a músicos nuevos y en un ensayo empezar a hacer música, y con Nuno he realizado una exploración de la obra muy bonita. Yo siempre invito a los directores a que me digan sus ideas y así cada vez que toco un concierto, por muchas veces que lo haya hecho, me resulta una experiencia nueva», constata el guitarrista.
Al margen de su brillante carrera concertística Sáinz Villegas saca tiempo para El Legado de la música sin fronteras (Organización sin ánimo de lucro que busca la sensibilización de niños y jóvenes, especialmente en riesgo de exclusión social, por medio de la música). «Es un proyecto que yo inicio en 2006 y que salió de forma natural con el propósito de compartir mi música. Conocí dos fundaciones de San Diego y Tijuana, que son dos ciudades separadas por unos quince kilómetros, y esta última empuja literalmente el muro, una situación lamentable en la frontera más visitada del mundo, con millones de personas que acuden a ella, y me pareció muy natural ser yo el que pasaba de lado a lado y que fuera mi música la que no tuviera fronteras». Y como rememora el guitarrista «se convirtió en un contador de cuentos que iba a los colegios, a las instituciones y tocaba para más de 20.000 niños y jóvenes de la zona». Luego el proyecto financió también profesores locales y Sáinz Villegas acabó trayéndolo a España. «Realmente me acompaña allí a donde voy y es parte de lo que soy como artista, de tal forma que en el último año hemos hecho una gira por colegios de toda Andalucía, en diez días hicimos 3.000 kilómetros y toqué para 7.000 niños». A esto hay que añadir lo que el guitarrista denomina Una serenata para ti, para tus valores. «Nos ponemos en contacto con la comunidad musical de una región, en este caso fue la Rioja, a que organizaciones sin ánimo de lucro propongan a personas que debieran recibir un homenaje, escogemos a una y sin que lo sepa hacemos un llamamiento a la ciudadanía para que los niños acudan con sus instrumentos, o si no cualquiera puede cantar, y por sorpresa vamos a recibirla. En fin, se trata de llevar la música a las personas a quien les pertenece, y ese es mi oficio», sentencia con una franca sonrisa Sáinz Villegas.
Fotografía: pablosainzvillegas.com
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