Ayer, el panorama de la llamada música antigua volvía a sufrir un duro golpe, pero no solo éste, pues Nicolau de Figueiredo era uno de esos artistas completos que dejan una huella indeleble allá por donde pisan, y por tanto no solo el mundo de la música histórica ha de sufrir el mazazo. De nuevo su delicado corazón ha sido el motivo de su adiós definitivo, tras un aviso importante hace poco tiempo. Nacido en la localidad de São Paulo en 1960, Figueiredo comenzó su formación pianística en su Brasil natal, pasando posterioremente a interesarse por los instrumentos históricos como el clave y el órgano. Ya con 20 años decide dar al salto a Europa, el lugar al que debía acudir cualquiera que quisiera obtener una formación de vanguardia en la interpretación de este tipo de instrumentos y de repertorio pretérito. Acude entonces al conservatorio de Genève, donde se forma con algunos de los mejores intérpretes de las últimas décadas en aquel momento, como eran Christianne Jaccottet [clave] y Lionel Rogg [órgano], perfeccionándose en los siguientes años con algunos de los genios absolutos en la interpretación clavevinística, como fueron Kenneth Gilbert, Gustav Leonhardt y Scott Ross –quien fue quizá el espejo en el que mirarse–. Considerado por muchos un genio, su carrera despega casi incluso antes de comenzar, y ya comienza a destacar como un notabilísimo intérprete al clave, interesándose de manera especial por los compositores para clave en la Península Ibérica del siglo XVIII –suyas son grandes referencias de las obras de Antonio Soler, Domenico Scarlatti y Carlos de Seixas–, incluso brindando fantásticos registros de compositores europeos más tardío, como Franz Joseph Haydn o Johann Christian Baca.
A la par que su carrera como solista, Figueiredo ha colaborado con algunos de los mejores conjuntos historicistas del panorama y ha actuado en los mejores escenarios y festivales del mundo. Es especialmente loable su factea docente, a la que ha dedicado mucho esfuerzo, tanto en la Schola Cantorum Basiliensis, como en el Centre de musique baroque de Versailles, el conservatorio de Paris y otra serie de centros europeos. Ha sido durante años asistente de dirección del gran René Jacobs, labor que ha sabido llevar a cabo junto a la suya propia como director invitado en otros ensembles. Una labor impagable en la que sin duda ha dejado su marca tan personal, esa manera de comprender la música a la vez tan pasional y técnica, con un control impresionante sobre el discurso, consiguiendo siempre impresionar y expresar. Se va, de nuevo, uno de los mayores talentos que ha dado la llamada música antigua en las últimas décadas.
Fotografía: CNDM.
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