La Voz de Asturias (Sábado, 10/12/11)
LA EXCEPCIÓN ES "NORMA"
Ningún aficionado debería perderse el cuarto título de la actual Temporada de Ópera de Oviedo. Por primera vez este año, hemos salido del Campoamor con la sensación de haber asistido a una gran representación operística. Y el caso es que resulta un tanto irónico que el mejor título del año haya venido, precisamente, de la mano de la ópera que menos atención ha prestado a la escena, el apartado en el que la actual junta se viene apoyando durante su gestión, con más desacierto que fortuna. Debido al actual contexto de crisis económica, parece que incluso había llegado a pensarse en ofrecer una versión de concierto, pero al final se ha optado por lo que se ha venido en llamar, erróneamente, "semiescenificación". Decimos esto porque es evidente que sí existió una puesta en escena, con dirección y caracterización de actores, diseño de luces y vestuario; eso sí, con medios materiales muy limitados. Desde este punto de vista, la dirección de escena de Susana Gómez ha sido todo un acierto. Gómez desarrolló una propuesta humilde pero inteligentemente diseñada, en la que la organización y la sutileza de movimientos resultaron efectivas dramáticamente. Y si nos olvidamos de que el vestuario de Norma la convertía en una perfecta Tosca, o que es dudoso que en la Antigua Roma un procónsul se vistiera con riguroso traje de color caqui, hay que concluir que la artista asturiana ha realizado un trabajo serio, que incluso dejó algún momento bello en el segundo acto, con la presencia de una gran luna dentro de un escenario exquisitamente iluminado que, curiosamente, recordó mucho a una imagen casi idéntica, pero con un gran sol, de la producción ideada por la singular Olivia Fuchs para la "Porroflauta Mágica" que se pudo ver el pasado mes.
Lo más espectacular vino de la mano de los cantantes. "Norma" es una ópera muy difícil de cantar. Muchos expertos consideran, con razón, que sus papeles están entre los más difíciles de todo el repertorio lírico. Es por esto que necesita de unos intérpretes de gran nivel vocal. Para la ocasión se logró reunir a un elenco espectacular, que hizo las delicias del público durante toda la velada. La más aplaudida fue Sondra Radvanovsky. Radvanovsky no es el tipo de soprano perfecta para interpretar a Norma, un papel para el que se necesita una cierta ligereza y ductilidad a la hora de realizar su difícil coloratura. La estadounidense no posee esta cualidad pero, con todo, su interpretación fue realmente espectacular, llena de recursos técnicos y una sensibilidad exquisita. Se estrenaba en Oviedo en un papel del que salió airosa, pero sin dar la sensación de haber nacido para él. Es curioso que su voz, preciosa y propensa al dramatismo, parezca perfecta para encarnar a "Tosca" y que, sin embargo, en el caso de la druida gala no termine de encajar. Tuvo problemas con el registro agudo, que demasiadas veces resultó calante. Fue incómodo observar la dificultad de la artista para encontrar la afinación apropiada, siempre "desde abajo". Pero no conviene fijarse en lo menos positivo cuando el nivel fue tan alto. A su lado hay que situar el trabajo de Dolora Zajick, una Adalgisa de referencia que también tuvo que matizar su registro agudo acudiendo a un puñado de deliciosos recursos de gran dama del bel canto. La mezzo norteamericana demostró ser, además de una gran cantante, la mejor artista sobre el escenario. Completó la terna de ases cantantes el excelente tenor venezolano Aquiles Machado, que cantó a un gran nivel durante toda la noche. Fue curioso observar la relativa frialdad del público ante un tenor de cualidades difíciles de encontrar en el actual panorama internacional. Machado estuvo brillante interpretando a Pollione, pleno de voz y carácter interpretativo, incluso cuando se quebró puntualmente su línea de canto; un hecho sin importancia que en absoluto puede ensombrecer su destacada prestación vocal, en un papel, no lo olvidemos, que quizás requería de una voz de tenor con más peso, de carácter más rotundo y masculino. ¡Maldita dieta Dukan! Carlo Colombara fue un Oroveso elegante, de voz siempre presente y gran impacto escénico, aunque al gran bajo verdiano le faltó profundizar en su personaje. Colombara posee una voz de oro que no terminó de lucir todo lo que podía. Seguramente haya influido la naturaleza del papel, con una participación pequeña pero de gran importancia para la historia, cuyas intervenciones requieren de una gran concentración y temple vocal. El Coro de la Ópera de Oviedo volvió a obsequiarnos con una participación resplandeciente, cantando y actuando. Su "Guerra, guerra" fue espectacular y mereció una de las grandes ovaciones de la noche, que inexplicablemente no obtuvo. Fue un placer observar la intención dramática de alguno de los componentes del coro. Jon Plazaola y Maribel Ortega estuvieron correctos como Flavio y Clotilde, aunque la soprano lució un ligero engolamiento que deslució algo su participación. Roberto Tolomelli ofreció una dirección orquestal de altura. Desde el primer acorde de la obertura la sensación fue positiva, por su llamativa contundencia expresiva, su estimulante sentido rítmico y, sobre todo, por la cuidada sonoridad que requirió de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias, a quien parece haber sentado muy bien la bendición del Papa. Tolomelli dirigió con precisión y sensibilidad, consiguiendo grandes prestaciones de los músicos. Resultó llamativo el gran nivel ofrecido por Myra y Peter Pearse. Pero es que, en general, toda la orquesta respondió satisfactoriamente. El trabajo de Tolomelli resultó estimulante e incluso provocador, pero siempre dentro de una coherencia estilística de la que sólo cabe hablar bien. Acompañó con indudable buen gusto a los cantantes, convirtiéndose en uno de los principales soportes sobre los que se sustentó la calidad de la función.
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