Recital de Nikolái Luganski en el Teatro Góngora dentro del 19 Festival de Piano «Rafael Orozco» de Córdoba con obras de Beethoven, Franck y Rajmáninov. «Luganski ha satisfecho con creces el interés del público haciendo recordar las memorables actuaciones de algunos de sus compatriotas al principio mencionados, reafirmándose una vez más el prestigio de este Festival en esta edición que conmemora el doble aniversario de Rafael Orozco, el gran pianista cordobés que le da nombre».
Luganski asombra y entusiasma
Por José Antonio Cantón
Córdoba, 17-XI-2021. Teatro Góngora. XIX Festival de Piano «Rafael Orozco». Recital de piano de Nikolái Luganski. Obras de Bach/Rachmáninov, Ludwig van Beethoven, César Franck y Sergéi Rachmáninov.
Considerado como el momento cumbre del presente Festival, el recital del moscovita Nikolái Luganski suscitó la máxima expectación entre los aficionados al piano que vienen asistiendo en gran número a su escogida programación realizada por su director artístico, el catedrático del Conservatorio de Córdoba Juan Miguel Moreno Calderón que, como en ediciones pasadas, procura siempre que asista una gran figura del piano, como ya lo hicieran el también moscovita Boris Berman, Boris Giltburg, Vladímir Ovchínnikov, Javier Perianes, Jorge Luis Prats, Arcadi Volodos o el valenciano Josu De Solaun, por poner algunos ejemplos que reflejan la importancia de este evento dedicado al llamado instrumento rey, tras el imperio absoluto que detenta, por sus mayores posibilidades sonoras y expresivas, el gran órgano romántico.
Empezó su actuación con la Sonata nº 17 en re menor, op. 31-2 de Beethoven, una de las composiciones psicológicamente más personales del autor en cuanto reflejo del estado de ánimo por el que pasaba cuando la empezó escribir el primer año del siglo XIX. Esto quedó ya muy determinado en el Largo de su apertura, que el pianista atacó con sobrecogedora resonancia en su arpegio inicial, que iba a marcar la contenida animación con la que desarrollaría el Allegro subsiguiente sin perder la expresividad que requiere su alternancia de tempi, que ofreció en detalle para enriquecer así su contenido. Con un carácter meditativo se planteó el Adagio, que llegó a convertir en una especie de ensoñación en su parte central antes de la re-exposición. Lejos de cualquier tipo de precipitación, serenó el discurso del Allegretto sin dejar esa sensación de movimiento perpetuo que parece irradiar este último movimiento, finalizándolo con un alto grado de sensibilidad casi impresionista. Los primeros aplausos rompieron el clima creado por esta interpretación sosegada en tempo y concentrada en musicalidad.
La siguiente obra del programa fue ese primer tríptico Preludio, Coral y Fuga, FWV 21 de César Franck [el segundo es el también monumental Preludio, Aria y Final, FWV 23] que se erige en una de las creaciones pianísticas más formidables del periodo romántico. Con una sutil gravedad, Luganski se adentró en el primer tiempo, cuidando sus modulaciones con especial delicadeza, que transformó en un alto grado de canto cuando abordó la ejecución del Coral, que siempre cuidó en realzar mediante una muy curiosa musicalidad al utilizar un igualado cromatismo en su pulsación, tratando de convertir su exposición en un elemento de conexión a la vez que en desencadenante de la idea cíclica que acoge la fuga final, entendido como elemento esencial de inspiración de toda la obra. Su construcción estuvo más cerca de la creación que de la interpretación, lo que demostraba cómo el pianista tiene asumida la intención del autor al máximo nivel estético.
La segunda parte del recital, dedicado íntegramente a obras de Rachmaninov, fue iniciada con el experimento traslativo en forma de suite para piano solo que el compositor ruso hizo del preludio, gavota y giga pertenecientes a la Partita para violín nº 3 en mi mayor BWV 1006 de Juan Sebastián Bach. Lo más destacado de su ejecución fue cómo supo fundir en un solo efecto expresivo las veleidades técnicas del músico ruso con el carácter ensayista del gran maestro del barroco, con un resultado que nunca llegaba a trascender el sólido pensamiento original que la sustenta, quedándose más en su magnificencia técnica que en el valor estético primigenio.
La actuación entraba en su aspecto más admirable con la interpretación de los Etudes Tableaux, op. 33 nums.1, 2, 5 y 8 y los nums.4, 8 y 9 del Op. 39, ambas colecciones de Rachmaninov. Pecó de falta de intensidad en el que abría la muestra, se recompuso en el segundo cantando con belleza su serena melodía para imprimir un vertiginoso desarrollo al aire Non allegro del quinto, que le sirvió para demostrar las excelencias de su mano derecha, haciendo toda una exhibición de igualdad, limpieza y agilidad de articulación, cualidades que sólo se pueden admirar con plenitud en los grandes del teclado. Terminó este primer grupo de cuadros con el que cierra este opus escrito en do sostenido menor y aire Grave, en el que la mano izquierda tomó el relevo con épica solemnidad y un gran sentido dramático.
El primer momento absolutamente culminante del recital vino propiciado por una sublime recreación del octavo estudio del Op. 39 con el que realizó toda una ostentación de musicalidad y dominio tonal como factores determinantes del rico pensamiento que contiene el deslumbrante pianismo de esta hermosa pieza. Después del último cuadro de esta segunda colección, que realizó de manera heroica a la vez que meditativa en su pequeño trío central, tocándolo como cierre de su actuación, equilibró sus tensiones con la delicadeza que contiene la adaptación para piano de la quinta romanza del Op. 21 del mismo autor, Lilacs, que como primer bis, supuso una balsámica delicia para la sensibilidad del oyente. Seguidamente, ante la persistente ovación, llegó el otro y último momento estelar de la noche, una versión de la Fantasía impromptu en do sostenido menor, Op. 66 de Frédéric Chopin de absoluta referencia en su ejecución por la limpieza de su mecanismo, sentido contemplativo y equilibrado apasionamiento, cualidades que la llevaron, con verdadero asombro para un «melófilo» atento, a los umbrales de su ideal estético. Cuánto eché de menos el que hubiera ofrecido el segundo estudio-cuadro del Op. 39 del que es un absoluto portento interpretativo junto a Denis Matsuev, otro gigante del teclado.
Luganski ha satisfecho con creces el interés del público haciendo recordar las memorables actuaciones de algunos de sus compatriotas al principio mencionados, reafirmándose una vez más el prestigio de este Festival en esta edición que conmemora el doble aniversario de Rafael Orozco, el gran pianista cordobés que le da nombre.
Fotos: Festival Rafael Orozco de Córdoba
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