Crítica: Nicholas Milton dirige la «Cuarta sinfonía» de Bruckner con la Filarmónica de Málaga

Reflexiva Romántica de Bruckner

Por José Antonio Cantón
Málaga, 20-V-2021. Teatro Cervantes. Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM). Director: Nicholas Milton. Cuarta Sinfonía,«Romántica» de Anton Bruckner.

   El sinfonismo de Bruckner no es frecuente disfrutarlo y menos de la batuta de un músico como el director australiano Nicholas Milton, que se encuentra en la plenitud de su carrera desarrollada en gran medida en Europa, habiendo llegado a tener el reconocimiento de maestros como el admirado Mariss Jansons, al confiar plenamente en él como asistente el año 2013 en una larga y exigente gira por Europa y Estados Unidos con la Royal Concertgebouw Orchestra. Con este referente entre otros relevantes recogidos en su amplio currículum, se había suscitado una gran expectación, lo que convertía esta decimotercera cita de la temporada de la OFM de obligada atención para el aficionado.

   Ya desde el tembloroso amanecer que presenta el inicio del primer movimiento se percibió como su interpretación iba a estar tensionada entre una controlada expresión lírica formal y un planteamiento introspectivo conceptual, entendidos como elementos sustanciales del pensamiento sinfónico del compositor austriaco, que adquieren mayor determinación en su Sinfonía romántica, única de su catálogo a la que dio sobrenombre en su intención de indicar de alguna manera el carácter programático a su contenido.

   Con enorme objetividad hacia la música y eficacia técnica en su representación desde el pódium, Nicholas Milton transmitió los contrastes motívicos del primer movimiento manifestando un interés especial en esa culminación central que aparece en el lirismo de su tercer tema, que le permitía impulsar su desarrollo con acentuados cambios de dinámica y color. Estos aspectos expresivos se percibieron incrementados con la intervención de los vientos y su reafirmación por la sección de trompas en la coda, que el maestro integró envuelta en un tejido sonoro que se reafirmaba con intensos y compactos acordes orquestales.

  Dando un giro a su construcción, condujo el segundo tiempo con ese sentimiento religioso que requiere el carácter coral de su música, que la llevó en creciente expresividad hasta llegar a su clímax central antes de iniciar con destacable pulso el progresivo desvanecimiento de este Andante, quedando demostrado cómo sus movimientos y evoluciones corporales son la consecuencia de un definido e instantáneo control mental. Esta actitud se vio reforzada en el Scherzo al incorporar a sus gestos la rítmica de este movimiento de tan atractiva escucha, dulcificando sus indicaciones a la orquesta en el bucólico trío, y acertar así en el cambio de estado emocional que requiere su interpretación.

   Finalmente, Milton intensificó el carácter heroico del último tiempo en ese proceso que determina el autor de ir transformando constantemente su discurso programático a partir de un coral del que parte su desarrollo. Supo construir sus alternantes momentos psicológicos como una conclusiva recapitulación de la obra, engrandeciendo los efectos sonoros de su arquitectura musical con una calculada distinción de la sección de metal, que se percibía como una organística imponente trompetería dentro de la orquesta, hasta llegar a la coda en la que se reafirmaba la profunda concentración de este director en su permanente intención de analizar pensamientos y sentimientos con natural espontaneidad de una forma reflexiva a la vez que de conmovedor efecto.

   Los aplausos del público fueron acompañados por los de los profesores de la orquesta, que se sentía más que complacida por la claridad, sentido y tratamiento de un director que supo buscar y llegar al límite de las posibilidades técnicas y expresivas del instrumento con pasión e inteligencia.

Foto: Marco Kany