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Crítica: Concierto de Navidad en el Teatro de la Zarzuela, con Yolanda Auyanet, Nancy Fabiola Herrera y Víctor Pablo Pérez

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Autor: Óscar del Saz
1 de enero de 2021

La dificultad de programar en Navidad

Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid. 30-XII-2020. Teatro de la Zarzuela. Concierto de Navidad. Obras de Federico Chueca (1846-1908), Joaquín Valverde (1846-1910), Ruperto Chapí (1851-1909), Jacinto Guerrero (1895-1951), Tomás Bretón (1850-1923), Francisco Asenjo Barbieri (1823-1894), José Serrano (1872-1941), Gerónimo Giménez (1852-1923), Pablo Sorozábal (1897-1988), Manuel Fernández Caballero (1835-1906), Rafael Calleja (1870-1938), Ángel Rubio Laínez (1846-1906), Vicente Lleó (1870-1922), Fermín Cedrés (1844-1927) y John W. Work (Jr.) (1871-1925). Nancy Fabiola Herrera (mezzosoprano), Yolanda Auyanet (soprano). Coro Titular del Teatro de la Zarzuela (Antonio Fauró, director). Orquesta de la Comunidad de Madrid. Víctor Pablo Pérez (director).

   Asistimos a este tradicional e importante Concierto de Navidad del Teatro de la Zarzuela buscando en nuestra memoria actuaciones de nuestras dos protagonistas solistas, a saber, la mezzosoprano Nancy Fabiola Herrera y la soprano Yolanda Auyanet (ambas figuras de contrastada solvencia, canarias, colegas y amigas; tanto monta, monta tanto…), y todavía recordamos la maravillosa velada del Ciclo «Lucero Nuestro», a beneficio de la Fundación Victoria de los Ángeles, que se ofreció en el Teatro Pérez Galdós en Las Palmas de Gran Canaria (concretamente, el 12 de diciembre de 2012), con Mac McClure al piano.

   Ya en esa ocasión comprobamos lo bien que empastan sus voces y el gran juego y prestancia que puede destilar su arte -sin necesidad de contar con la estructura más habitual de un concierto en el que se convoca, como mínimo, a una voz masculina y a otra femenina-, a imagen y semejanza de veladas que realizaran nuestra Montserrat Caballé y la estadounidense Marilyn Horne, o -en un pasado más cercano- Elina Garança y Anna Netrebko, por poner dos ejemplos. Reconocemos que nos encantan estas singularidades -alguno diría ‘rarezas’-, pero por si fuera poco, se sumaron al evento bellas joyas poco conocidas en la elección del repertorio -cien por cien Zarzuela, como a nosotros nos parece más adecuado-, que analizaremos a continuación.

   El concierto discurrió a través de hora y media de música, comenzando por la Marcha de la Constitución de Cádiz, dirigida con un carácter más ampuloso y lento que marcial por Víctor Pablo Pérez (podemos considerarlo una posible elección, aunque a nosotros no nos convenza) y el coro «El Barrio de la Viña», muy bien recreado y proyectado -aun con mascarilla, y al fondo de la caja escénica; estupenda dicción- por los componentes del Coro del Teatro de la Zarzuela, ambas piezas de la obra Cádiz, compuesta en 1886 por Chueca y Valverde. A continuación, las seguidillas de La verbena de la Paloma, en una versión que el maestro Víctor Pablo ejecutó un tanto apagada -diríamos que hasta anodina- en tempo y efervescencia.

   El coro «Ensalada Madrileña», de Don Manolito cuya interpretación -si bien demasiado contenida en alborozo-, resultó más ajustada debido a la cuidada ejecución de las dinámicas puestas en juego y los bien delineados contrastes rítmicos que contiene de por sí la pieza. En la última pieza coral, Introducción y coro de El barberillo de Lavapiés, asistimos de nuevo a una muy plana -carente de chispa- interpretación de la Orquesta y Coro, por mor de la lentitud del tempo escogido y la aplicación de un carácter de fofo ‘legato’. Para más ‘inri’, hubo una desafortunada falsa entrada -un despiste- por parte de las sopranos en «Dicen que en El Pardo, madre…», compases antes de la verdadera entrada.

   Nancy Fabiola Herrera, que por citar uno de sus últimos logros, ya nos deslumbrara en su recreación de la Bernarda Alba de Miquel Ortega o nos gustara mucho en sus recientes grabaciones de Goyescas o La vida breve, abrió la parte solista del concierto con la romanza de El barquillero, de Chapí, «¡Cuando está tan hondo!». Sirva esta pieza como ejemplo para resaltar que, además de la calidad técnica y carnosidad de su instrumento, el común denominador de esta artista es que siempre actúa incorporando todas las connotaciones de los roles en su canto, lo cual la hace distintiva en cuanto a que la interpretación obtiene un plus de expresividad, y la comunicación del plano psicológico de los personajes queda perfectamente subrayada: toda una lección de canto dramatizado, aunque la disfrutemos en una versión de concierto. En cuanto a la ópera, echamos en falta una más frecuente participación de Nancy Fabiola en los teatros de primer nivel españoles, su regreso a El Real o al Liceu de Barcelona, y algún que otro debut pendiente.

   Para Nancy Fabiola, ésta será su segunda participación en el Teatro en este trimestre, ya que encarnó con gran éxito a María en La Tempranica, título que el teatro presentó junto a La vida breve, de Falla. Y como no podía ser de otra forma, y arropada perfectamente por el Coro, fue con «Sierras de Granada» donde alcanzó los mayores aplausos del público. Su última intervención solista, con mantón de Manila incluido, como mandan los cánones, fue «¡Pobre chica, la que tiene que servir!», de La Gran Vía, de Chueca, demostrando verdadero desparpajo madrileño, a un tempo más lento que de costumbre -que le queda muy bien- y desgranando con mucha gracia las vicisitudes de la hábil chica que llega a ser ama a fuerza de ‘brujulear’.

  Yolanda Auyanet, artista que frecuenta menos el repertorio de la zarzuela, centrando desde hace años su ya sólida carrera básicamente en la ópera, regresará a este Teatro -y creemos que es una gran noticia-, después de las cancelaciones de 2020, para protagonizar Luisa Fernanda, -entre el 28 de enero y el 14 de febrero-. Nuestra soprano, que mantiene una voz fresca y técnica aun con más de 25 años de carrera a sus espaldas, está incorporando nuevos roles, como la Lucrezia Borgia, y ultimando su Norma en El Real, creemos que hizo las delicias del público y convenció plenamente en los números que interpretó en solitario.

   Demostró carácter y solidez vocal en toda la tesitura en la intensa «No me duele que se vaya», de La rosa del azafrán, con facilidad en los cambios a canto ‘de pecho’ que requiere la partitura, y solvencia en los agudos. Sensual y elegante estuvo en la Canción Veneciana de El carro del Sol, de José Serrano, cuidando la administración de los ‘fiatos’, así como la variedad de dinámicas para diferenciar adecuadamente la primera y la segunda vuelta de la música. En «Yo quiero a un hombre con toda el alma» de El cabo primero, de Fernández Caballero, dibujó adecuadamente a la amada alejada de su amado en la parte ‘cantabile’, estando ciertamente hábil en las agilidades, y es que esta romanza creemos lo tiene todo para poder calibrar a una cantante.

   Las sorpresas de repertorio menos conocido, pero muy interesante, vinieron de la mano de los seis dúos entre ambas artistas, ya que -como hemos comentado- ambas voces se compenetraron perfectamente, tanto por temperamento como por concepción musical a la hora de abordarlos. Lucieron en el dúo «En torno mío reina el placer», de El relámpago, de Barbieri, engarzando adecuadamente ‘belcantistas’ medias voces y coloraturas. De igual forma, y del mismo autor, delinearon perfectamente los personajes en el bien compenetrado dúo de ‘agilitá’ «Quien cogida es ‘in fraganti’», de Pan y toros. En tono jocoso, sicalíptico y picarón, disfrutamos de la muy poco conocida pieza “Remolacha dulce, acércate”, de tórrida sensualidad, de la obra Los presupuestos de Villapierde, de los autores Vicente Lleó y Rafael Calleja, que nos transportó a ambientes y ritmos antillanos.


   Y para cantar las alegrías -o desventuras- del matrimonio, ambas artistas interpretaron con un gracejo loco y surrealista «Somos dos casadas» de la obra ¡Al agua, patos! (1888), del compositor madrileño Ángel Rubio Laínez que compuso más de 300 obras cercanas -muchas de ellas- al género de la revista o las varietés. En realidad, su obra fue efímera, poco trascendente, a pesar de los grandes éxitos alcanzados en su momento, pero que no volvieron a reverdecerse en años venideros.

   Ambas cantantes agradecieron de viva voz -y a pesar de los tiempos que nos ha tocado vivir- «poder ser canal de la música y del arte, conectando con la Navidad por ser una fecha del año tan singular». Por ello, se permitieron dos concesiones fuera del repertorio estricto de zarzuela: por ser Navidad y por ser ambas intérpretes canarias, un villancico canario: «Lo Divino», de Fermín Cedrés, armonizado para orquesta, coro y solistas, en el que podemos destacar su aguda tesitura muy en línea con las brillantes voces que da esa tierra. La otra concesión fue un poco más emotiva -justificable hasta cierto punto-, dado que Nancy Fabiola la presentó como aquel repertorio que nunca faltaba desde hace 23 años en los que Yolanda Auyanet y ella cantaban en conciertos de navidad. Esto es, los espirituales negros, en este caso el  titulado «Go Tell It on the Mountains», del compositor John W.Work, durante el cuál se invitó a participar, en las típicas rítmicas palmas, al público asistente.

   Como corolario, el concierto creemos que fue del gusto del público, aunque -ya lo hemos comentado- se mostrara algo frío con las cantantes, o quizá más bien con el repertorio seleccionado para la ocasión en los solos, no especialmente navideño, con trazas un tanto dramáticas que -digámoslo así- no fueron capaces de enfervorizar, arrebatar o alegrar al respetable... En los dúos la cosa fue a mejor, discurriendo por derroteros más festivos, pero es verdad que como era repertorio muy poco conocido por el público, quizá no lució completamente… Si bien el maestro Víctor Pablo Pérez siempre estuvo pendiente de los solistas, creemos que pudo poner más de su parte para elevar la temperatura de la sala en las conocidísimas piezas que ya hemos comentado, que sonaron tristonas y destempladas en carácter y entusiasmo, contando con la cooperación de una actitud ‘apática’ por parte de la Orquesta de la Comunidad de Madrid.

   Sí, la conclusión es que es muy difícil programar en Navidad para que todos queden complacidos: los que quieren divertirse durante todo el concierto escuchando «lo de siempre» y los que desean que se les sorprenda con cosas nuevas en un concierto trufado de singularidades, los puristas, los renovadores, etc... Para terminar, como única propina, Nancy Fabiola anunció el precioso dúo de Los diamantes de La Corona, «Niñas que a vender flores», de Barbieri, que puso la guinda del concierto y que conformó a un público que no insistió en querer escuchar nada más.

   Desde aquí, como cada año, deseamos a nuestros amigos lectores una ILUSIONANTE Entrada de Año Nuevo 2021. Que con nuestras mejores intenciones se cumplan nuestros más ansiados deseos, esperando poder seguir compartiendo análisis y comentarios críticos y agradeciendo, como siempre, su amable atención.

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