Por David Santana | @DSantanaHL
Madrid, 11-XII-2020. Auditorio Nacional de Música. Orquesta y Coro Nacionales de España [OCNE] Nathalie Stutzmann, directora; Elizabeth Watts, soprano. Sinfonía (for Orbiting Spheres) de M. Mazzoli; Ifigenia en Táuride (selección de la ópera) de C. W. Gluck y Sinfonía nº 5 en do menor de L. van Beethoven.
Presentó la OCNE en su décimo concierto de la temporada sinfónica un programa con tres mujeres como protagonistas: una directora, una compositora y una cantante. Una especie de trinidad que abarca todo el espectro de la creación musical desde su creación hasta su interpretación.
Especialmente interesante resulta la presencia de Nathalie Stutzmann: mezzosoprano francesa que dio el salto de intérprete a directora con la creación de la orquesta de cámara Orfeo 55, especialista en el repertorio barroco. De ahí la naturalidad con la que fue capaz de dirigir los pasajes de Ifigenia en Táuride seleccionados para este concierto de la OCNE. Muy bien ejecutados y con bellos contrastes los pasajes de la tormenta. Igualmente excelente fue el ballet del que la OCNE ofreció una versión muy rítmica en la que destacó la percusión.
Vocalmente volvieron a cometerse errores en cuanto a la «interpretación» de las normas de la pandemia COVID-19. Elizabeth Watts fue colocada, sin motivo aparente, en el coro y con mascarilla en todo momento, lo que provocó una versión de la selección de Ifigenia en Táuride muy por debajo del nivel esperado por una profesional. El texto fue completamente incomprensible, haciéndose difícil de seguir incluso con los rótulos, mientras que en cuanto a matices sólo pude apreciar un forte forzado y de timbre irregular y un piano que era completamente eclipsado por la orquesta.
Por suerte, la velada no consistió sólo en los fragmentos de la ópera de Gluck y se salvó con el estreno de la Sinfonía de Mazzoli y la 5ª de Beethoven. La primera resultó ser una obra muy resultona con algo de «paisajismo sonoro», bases armónicas de la cuerda, pasajes que recordaban a Holst y unos toques de timbres de maderas en los que resaltaron los solistas de la OCNE.
En cuanto a la 5ª, tenía mucha curiosidad por saber cómo la dirigiría Nathalie Stutzmann, puesto que la gran sinfonía de Beethoven se aleja mucho de su repertorio habitual. Se decantó por dejar a la orquesta seguir el motor rítmico de la obra. Fue una decisión que dotó a la versión de gran naturalidad, pues los músicos tuvieron que escucharse entre ellos para mantener el tempo adecuado. No obstante, me hubiera gustado que se hubiera hecho un mayor énfasis en los momentos cumbres y en esas líneas “heroicas” que tanta personalidad aportan a esta sinfonía en concreto.
Eso sí, Stutzmann supo tomar las riendas en unos finales bien marcados, bastante mejor que los inicios un poco inestables rítmicamente. La orquesta hizo, en general, un trabajo bueno. Destacó especialmente la sección de violonchelos y bajos, en esta ocasión capitaneados por Ángel Luis Quintana, en los movimientos segundo y tercero. Aunque en el primer movimiento la cuerda estuvo falta de cohesión en una entrada irregular, supieron contrarrestar con unos pizzicatos exquisitos en el Trío. En definitiva, una buena adecuada con tres mujeres como protagonistas que, no obstante, quedó afeada por una mala decisión respecto a la colocación de la cantante. Para que luego digan que los detalles no importan.
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