Crítica de Raúl Chamorro Mena del concierto ofrecido por Nadine Sierra y Pretty Yende en el Teatro Real de Madrid
Dúo feliz
Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 25-IV-2024, Teatro Real. «Voces del Real». Nadine Sierra y Pretty Yende, sopranos, en concierto. Obras de Gioachino Rossini, Vincenzo Bellini, Giuseppe Verdi, Jacques Offenbach, Charles Gounod, Leo Delibes, Ruperto Chapí, Gerónimo Giménez, Manuel Nieto, Consuelo Velázquez, Leonard Bernstein y Victor Herbert. Orquesta titular del Teatro Real. Director: Pablo Mielgo.
Después del gran triunfo como Amina de La sonnambula y su cancelación como Liù de Turandot, retornaba al Teatro Real la soprano estadounidense Nadine Sierra, acompañada por la surafricana Pretty Yende, con la que protagoniza una gira de conciertos.
El programa tan variado como un tanto caótico se basó en una primera parte dedicada a la ópera –italiana y francesa- y una segunda a la Zarzuela y la comedia musical americana con la inclusión del mítico bolero de la pianista y compositora jalisciense Consuelo Velázquez y, a modo de propina, un medley integrado por diversas canciones de películas de Hollywood.
No se puede dudar de la valentía de Pretty Yende al comenzar su intervención en el concierto con la gran escena final de Amina en La sonnambula, papel con el que la Sierra logró un éxito impresionante hace año y medio en el coliseo de la Plaza de Oriente. El recitativo fue lo mejor de la escena, con interesantes acentos por parte de la sudafricana y la sugestiva presencia de su timbre sombreado, indudablemente atractivo. En la sublime «Ah non credea mirarti» pudo apreciarse, más allá de un legato discreto, la musicalidad innata y naturalidad del canto de la Yende, pero también sus problemas técnicos, con una impostación y pasaje de registro sin consolidar. Todo ello se hizo particularmente evidente en la escritura virtuosística de la catártica cabaletta «Ah non giunge uman pensiero» con sonidos agrios, fijos y desafinados y unas notas picadas ácidas y caídas de posición. A valorar, las variaciones que la sudafricana introdujo en la segunda estrofa, como está mandado y tantas veces no se cumplimenta.
En el bloque de ópera francesa, los couplets de Olympia de Los cuentos de Hoffmann revelaron la simpatía de la Yende en su encarnación de la muñeca, pero sin poder compensar las constantes notas calantes, agudos abiertos y agilidad tan trabajosa como imprecisa.
Nadine Sierra recibió una gran ovación al aparecer sobre el escenario, muestra del cariño del público del Teatro Real en recuerdo de su cautivadora Amina de finales de 2022. La gran escena de Violetta en el acto primero de La Traviata obró como anticipo de su interpretación de la ópera completa en el Real la próxima temporada y, desde luego fue magnífica, por lo que concitó las mejores expectativas de cara a tal evento. La Sierra sí mostró una impecable colocación y emisión sul fiato, timbre homogéneo, atractivo y de mayor fuste que la mayoría de sopranos lírico-ligeras. Control del aire, fiato descomunal, capacidad para regular el sonido, seguridad en los ascensos a la zona sobreaguda y legato de escuela presidieron su interpretación, que culminó con una espléndida fermata al final del aria «Ah forse lui» con ascenso filado al agudo y escala descendente de semicorcheas en un alarde de amplio aliento y control. Como es habitual en ella, la Sierra sumó a la escena su carisma, poder comunicativo e intensidad dramática con una cabaletta final frenética con seguridad en coloratura y ascensos –incluido el optativo del final-, faltos de un punto de remate, de punta, pero resueltos y firmes.
Entre las dos escenas de prima donna ofrecidas, la Sierra y la Yende cantaron el dúo «Mira o Norma» de la obra maestra de Bellini en el que resultó interesante el contraste entre el timbre oscuro, sombreado de la Yende y el más claro de la Sierra. Sobró el bailecito de esta última en la cabaletta, pues no cuadra ni con la pieza ni su contexto dramático. Como final de la primera parte, se escuchó el popular y muy bello dúo de las flores del pimer acto de la ópera Lakmé de Leo Delibes, interpretado en estilo y con buen empaste por ambas sopranos.
Previamente, la Sierra desgranó con desenvoltura juvenil y brillantez, a partir de una interminable frase inicial, que fue una exhibición más de su fiato generoso, el vals de Romeo y Julieta de Gounod.
La segunda parte se consagró a la Zarzuela, la comedia musical y la música popular. La Sierra compareció con otro vestido distinto y aún más espectacular, que resaltaba su espléndida figura y acentuaba la sensualidad de su interpretación de la polonesa de El barbero de Sevilla de Gerónimo Giménez y Manuel Nieto, Zarzuela estrenada en 1901 en el teatro que porta el nombre del género. En las óperas que le he visto en escena hasta la fecha, Nadine Sierra se ha mostrado como una buena actriz y caracterizadora, apoyada en un innegable carisma y poder comunicativo. Sin embargo, en este concierto, se mostró un tanto desatada y cruzando alguna que otra vez la línea del histrionismo y la sobreactuación, como en el aludido bailecito en Norma o la sensualidad demasiado frívola y explícita de la polonesa de Nieto y Jiménez. Una pieza que atesora gracia, frescura, picardía y no poca ironía, no erotismo de sal gorda, como si fuera género sicalíptico. En el Bésame mucho, bolero que ha conferido inmortalidad a la gran pianista y compositora Consuelo Velázquez -autora de otras canciones estupendas, pero menos interpretadas, como Franqueza o Amar y vivir- la sensualidad de la Sierra subió aún más de temperatura, si bien interpretó la pieza sin impostación, por lo que resultó inaudible la mayor parte de la pieza.
La Yende tuvo arrojo al enfrentarse a una pieza tan inspirada en la que Jiménez integra magistralmente los ecos del folklore andaluz como la romanza y vals de La tempranica, que sacó adelante con dignidad. No así, el zapateado de la misma obra, que resultó casi irreconocible, si bien, la simpatía y desparpajo de la soprano Sudafricana, «más sobrio» y contrastante con la exuberancia escénica de la Sierra, llegó el público que la aplaudió con fervor. Pésimo el español que lucieron ambas sopranos, aún más problemático para la Yende, que apechugó con el hispano-andaluz de las piezas de La tempranica.
Para finalizar, la soprano surafricana se divirtió y así lo transmitió al público, con «I want to be a prima donna» de la comedia musical The Enchantress de Victor Herbert y cantó a dúo con la Sierra una más bien cursilona versión de «I feel pretty» de West side story de Leonard Bernstein.
Me sobraron los micrófonos que cogieron ambas sopranos para su propina y también el Medley final cantado a dúo, siempre con buena química entre ellas, y formado por algunas canciones procedentes de películas como «As time goes by» de Casablanca, «Moonriver» de Desayuno con diamantes, «The way we were- Tal como éramos» de la cinta del mismo nombre y «Somewhere over the rainbow» de El mago de Oz. Al público le encantó y aplaudió calurosamente a las dos sopranos, que saludaron dichosas y cogidas de la mano las ovaciones finales.
Como suele suceder en este tipo de eventos, muy floja la orquesta, sin apenas ensayos y en plan bolo, bajo la dirección de Pablo Mielgo. Sonido áspero y filobandístico con una obertura de El Barbero de Sevilla anodina donde las haya y un destartalado y pachanguero –aunque, al menos, con cierto nervio- preludio de El tambor de granaderos como buques insignia de las páginas orquestales ofrecidas. A pesar de los desajustes, al menos, el acompañamiento dejó hacer a las voces.
Fotos: Javier del Real / Teatro Real
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