Crítica de Raúl Chamorro Mena de la ópera Nabucco de Verdi en el Teatro Alighieri de Ravenna, bajo la dirección de Riccardo Muti
Incomprensible
Por Raúl Chamorro Mena
Ravenna, 17-XII-2023, Teatro Alighieri. Nabucco (Giuseppe Verdi), Serban Vasile (Nabucco), Lidia Fridman (Abigaille), Evgeny Stavinsky (Zaccaria), Riccardo Rados (Ismaele), Francesca di Sauro (Fenena), Giacomo Leone (Abdallo), Vittoria Magnarello (Anna). Coro del Teatro Municipal de Piacenza. Orchestra Giovanile Luigi Cherubini. Dirección musical: Riccardo Muti. Versión concierto semiescenificada.
Después de ver el Don Carlo en La Scala Milanesa, me dirigí en tren, vía Bolonia, a la bellísima ciudad de Ravenna para ver Nabucco con dirección de Riccardo Muti. En mi opinión el mejor director vivo y, desde luego, referencia absoluta en Verdi y quien mejor ha dirigido esta obra que abrió el camino a la gloria verdiana. Ya le había visto conducir la obra en Roma hace unos años y recalco, afortunadamente, pues esta interpretación en el Teatro Alighieri de Ravenna estuvo mediatizada por una sorprendente e inexplicable circunstancia que me envolvió en la decepción.
Pues sí, tanto orquesta como Coro y cantantes estuvieron amplificados, lo que no cabe en la cabeza en un teatro cerrado y más bien pequeño como es el bello y coqueto Alighieri. La distorsión de la música, los tutti orquestales aparatosos y con un volumen desaforado, verdaderamente molesto al oído, la adulteración del timbre y volumen de las voces, que se escuchaban todas igual, alteraron absolutamente el disfrute del Nabucco, incluso teniendo en el podio, insisto, al director que mejor dirige esta obra.
Se anunció una versión «semiescenificada», se supone por las proyecciones al fondo del escenario, que crearon un buen efecto visual. En realidad, los cantantes se situaron detrás de la orquesta e interpretaron tiesos como una vela con la partitura delante.
Siento gran veneración por el Maestro Muti, pero, la verdad no entiendo cómo ha podido admitir esta situación. Aún así, el Titán napolitano volvió a demostrar que nadie ha dirigido Nabucco como él. La energía rítmica, la progresión y tensión dramática, el aliento y fuego verdiano se combinaron con los detalles orquestales como el acompañamiento al aria de Zaccaria «Vieni o Levita! - Tu sul labbro» –espléndido el solista de violonchelo-. Magnífico por balance y crecimiento el concertante final del primer acto. La amplificación damnificó la magia del «Va pensiero», arruinada por el sonido de un objeto al caer en el patio de butacas –el Maestro se dio la vuelta desde el podio con mirada furiosa- y de un móvil en la notal final en pianissimo del coro. La orquesta de jóvenes Luigi Cherubini no es de primera fila, pero los muchachos se entregaron con entusiasmo al Maestro que los guía con mano férrea. A pesar de la distorsión sonora, se apreció una buena prestación del Coro del Teatro Municipal de Piacenza, que cuenta con Corrado Casati como director.
La soprano Lidia Fridman posee una voz amplia y muy caudalosa, pues ya lo comprobé hace unos años en L’ange de Nisida en el Teatro Donizetti de Bergamo. La joven soprano rusa se enfrentó a un papel tan temible como Abigaille, propio de soprano sfogato o drammatica d’agilità, con entrega, convicción y arrojo juvenil. Todo ello con un sonido fresco y lozano, bien dotado en cuanto a volumen y armónicos, lo que unido a la amplificación provocaba un volumen estridente y molesto. La jovencísima soprano aún tiene margen de mejora en cuanto a legato –aria "anch’io dischiuso un giorno"- y fraseo, pero sacó adelante la inclemente tesitura y resolvió el tremendo recitativo «Ben io t’invenni», que incluye un temible salto interválico de decimosexta. De Do5 sobreagudo a Do3 por debajo del pentagrama.
El barítono Serban Vasile cuenta con unos medios muy modestos, pero a lomos de la tecnología consiguió sonar y hasta que se oyeran algunos piani desapoyados que emitió. Un canto sin especial clase ni detalle, pero correcto y bien guiado por la batuta, al servicio de un Nabucco sin especial carisma.
El bajo Evgeny Stavinsky sonó más rotundo, lógicamente, por la amplificación y compuso un sólido Zaccaria, de canto asumible y fraseo compuesto, aunque le faltaron autoridad, acentos y personalidad para conformar ese líder religioso fanático que arenga al pueblo y éste le sigue ciegamente. Timbre grato y juvenil el de la mezzo Francesca Di Sauro, que encarnó a Fenena, pero demostró que aún le falta pulimiento técnico como pudo comprobarse en su aria del último acto. Engolado, rudo y de timbre ingrato el Ismaele de Riccardo Rados.
Fotos: Festival Ravenna
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