Por Aurelio M. Seco
Oviedo. 16/IV/16. Ciclo de Conciertos del Auditorio de Oviedo. Orquesta Filarmónica de La Scala de Milán. Director: Myung-Whun Chung. Obras de Mozart y Mahler.
Gran director, gran orquesta: gran concierto. El Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo vivió el momento brillante del año al convertirse en el único edificio de España en acoger un concierto de la Filarmónica de La Scala de Milán en su actual gira europea, con Myung-Whun Chung a su frente. Chung ha trabajado al lado de Carlo Maria Giulini y él mismo es un notable pianista además de uno de los directores de más interesante trayectoria de la actualidad; de los mejores, sin duda. En Oviedo ofreció dos deslumbrantes interpretaciones de la Sinfonía nº 40 de Mozart y Quinta sinfonía de Mahler, obras de importancia histórica, atractivísimas para el público, que llenó el auditorio y además tuvo un comportamiento exquisito durante toda la velada, algo que es de agradecer porque permitió disfrutarla plenamente. La disposición de la orquesta nos pareció ejemplar para sacar el mayor partido a las partituras, sobre todo debido al protagonismo que tiene en ellas la sección de violas, especialmente brillante en esta orquesta. Otro de los grandes alicientes era la presencia de la Filarmónica de la Scala, conjunto fundado en su día por Claudio Abbado, que ya había dejado un buen sabor de boca en sus anteriores visitas a la ciudad y que volvió a demostrar ser una gran orquesta, poseedora de un sonido característico y de calidad, con unas cuerdas que destacaron por su elegancia y distinción.
Nos llamó la atención la excesiva premura del director en marcar el primer compás de la obra, algo que no evitó la exquisitez sonora general ofrecida. Todo el programa fue dirigido de memoria y con una claridad de ideas admirable por Chung quien, puede que consciente de la impaciencia inicial, buscó una mayor calma y profundidad emocional en el comienzo del segundo movimiento. Bellísima construcción interpretativa la suya, que hizo de cada fragmento y detalle un verdadero placer. La nº 40 es una de las dos únicas sinfonías compuestas por Mozart en modo menor, junto a la nº 25, escrita también en sol menor. Mozart eligió esta tonalidad para su sinfonía y Mahler la de do sostenido menor para su Quinta, todo un diabolus in musica de separación entre ambas.
La Quinta sinfonía de Mahler dibuja una radiografía perfecta de las obsesiones del compositor, ya sea citando a Beethoven, por el evidente clima de marcha fúnebre, la sensación de frustración cadencial o por la inclusión en la misma del famoso Adagietto, siempre en relación con su esposa Alma. La versión buscó más la brillantez sonora, claridad expositiva y el virtuosismo que la introspección y trascendencia, algo que tampoco habría sentado mal.
El recuerdo de Muerte en Venecia, de Visconti, el runrún continuo de marcha fúnebre, el diablo en la música, Mahler, Mozart… Con la muerte como tema de fondo y el modo menor tan presente, resultó un tanto chocante el clima de fiesta con el que concluyó el concierto debido a su gran éxito. Contribuyó a ello que el trompa solista fuese un joven asturiano de enorme talento, Jorge Monte de Fez (Oviedo, 1986) trompa principal del conjunto, al que parece que llegó animado por Daniel Barenboim. Una gran noche, sin duda. Enhorabuena a los organizadores.
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