Por Aurelio M. Seco | @AurelioSeco
Grandioso concierto el que ha organizado Montreal para festejar su 375 aniversario. La cita, de carácter gratuito para los alrededor de 80.000 espectadores que acudieron a verla según CBD News, permitió ver sobre el escenario a las tres principales sinfónicas de la ciudad, la Orquesta Sinfónica de Montreal, la Orquesta Sinfónica de McGill y la Orquesta Métropolitain. La efeméride sin duda merecía dicha unión. Lo que es más discutible es su rentabilidad artística y adecuación estética, pues no parecen necesarios -más bien parece un desperdicio- tres conjuntos sinfónicos para acompañar a los "Cantantes pop" invitados, "artistas" -ponemos la palabra entre comillas porque no encontramos arte en ellos, ni compositivo ni interpretativo- como Rufus y Martha Wainwright, Patrick Watson, Isabelle Boulay, Coeur de pirata, Pierre Lapointe, DJ Champion y Diane Dufresne), cuya trivial "música" bien podría haberse amplificado con medios mucho más apropiados, cuando no modestos. Las orquestas sinfónicas nacen, crecen y aquieren su sentido en relación directa a la creación de las partituras escritas por compositores. El uso de conjuntos sinfónicos para acompañar a grupos que representan manifestaciones sonoras como rock, reggaeton, pop, etc, manifestaciones que en el terreno estrictamente musical -no en el sociológico ni antropológico- son esencialmente lo mismo, parecen tan desajustados como acudir al más potente ordenador para sumar dos más dos. Es un desacierto relacionado con la idea de Música del presente, confusa y errada como tantas otras.
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