La tercera edición del Concurso de Composición de Basilea [Basel Composition Competition], uno de los más relevantes del mundo por la importancia de sus premios, ha traído buenas noticias para el compositor español Miguel Morate, que ha sido galardonado con el tercer premio por su obra COMME S´EN VA CETTE ONDE [15.000 euros]. El concurso se llevó a efecto del 3 al 7 de marzo en Basilea. Los miembros del jurado fueron los compositores Michael Jarrel, Unsuk Chin, Beat Furrer, Andrea L. Scartazzini y el director de la Fundación Paul Sacher, Felix Meyer. Junto al español, resultaron galardonados Yiqing Zhu, por su obra DeepGrey [Primer Premio, 60.000 euros] y Astur Akshelyan, por sus Three Pieces for Orchestra [Segundo premio, 25.000 euros].
Nacido en Valladolid en 1978 tras estudiar Historia del Arte, Miguel Morate Benito inicia su formación musical con Alberto Posadas con quien aprendió la armonía clásica. En 1999 se traslada a Madrid, donde estudia guitarra y musicología en el Real Conservatorio Superior de dicha localidad. Continuó sus estudios en el Conservatorio Superior de Música de Salamanca y se centró en la música contemporánea iniciando un doctorado sobre la obra del compositor español contemporáneo Francisco Guerrero Marín (1951-1997). Reanudó su investigación sobre Guerrero en la Université Paris IV Sorbonne bajo la dirección de Jean Marc Chouvel y posteriormente en la Universidad Complutense de Madrid; una investigación cuyos temas son la fractalidad, el análisis combinatorio y el uso de modelos extramusicales para la composición.
Como musicólogo, desde 2005 trabajó como crítico musical en diferentes medios y desde 2007 fue nombrado director de la revista de música clásica Audioclásica. Esto le dio la oportunidad de asistir a diferentes festivales de música europeos como crítico como La Biennale di Venezia, Festival cresc. 2011 (dedicado a Xenakis), Herrenchiemsee Festspiele, Semana de música religiosa de Cuenca, entre otros. Adicionalmente, durante 2009 dirigió y presentó los programas de radio Grandes ciclos Joseph Haydn y Vértices del tiempo, este último sobre la creación musical actual, en la Radio Nacional de España (Radio Clásica) dedicada a la música clásica.
Desde 2013 dirigió sus intereses hacia la composición y en 2015-2016 realizó el Máster de Composición Instrumental Contemporánea de Katarina Gurska en Madrid con Alberto Posadas, Aureliano Cattaneo, José Luis Torá, Beat Furrer y Pierluigi Billone, entre otros. Desde entonces ha asistido a cursos y recibido el asesoramiento de figuras como Chaya Czernowin, Rebecca Saunders, Hughes Dufourt o José Luis López López.
Como compositor, su música ha sido interpretada por músicos como Christophe Desjardins, Lorelei Dowling, Christian Dierstein, Schallfeld Ensemble y William Blanck. En 2016, con su segundo trabajo Autocatalysis, obtuvo una beca para nuevos artistas de la Comunidad de Madrid, y en 2017 fue seleccionado para participar en el Festival EMA, donde se creó su dúo Ephemera. Finalmente, en 2017 ganó el 1er premio en el Concurso Internacional de Composición del Festival de Música Sagrada de Friburgo con su sexteto Memento mori.
Actualmente, compagina su labor como compositor y musicólogo con la docencia en el Conservatorio Superior de Música de Castilla-La Mancha en España donde imparte Historia de la Música y Estética Musical.
Por Miguel Morarte Benito
En 2015 se detectaron por primera vez ondas gravitacionales: distorsiones del espaciotiempo que, generadas por cuerpos extraordinariamente masivos en movimiento acelerado, se propagan por el universo a la velocidad de la luz. Una idea que me resultó inmensamente sugerente como impulso poético para la composición. Imaginar el violento y colosal baile en espiral –de una hora aproximada de duración– de dos objetos cósmicos de hasta decenas de masas solares; las altísimas temperaturas de miles de grados centígrados y el frenético movimiento de los átomos de una supergigante roja, que, tras su descomunal estallido en una supernova, origina un agujero negro estelar; el insondable e incompresible efecto de una singularidad – ombligo y epicentro de un agujero negro–, en donde todas las leyes conocidas del espaciotiempo dejan de funcionar; el irremisible poder de la fuerza gravitatoria para atrapar fotones de luz tras atravesar el horizonte de sucesos, punto de no retorno de estos fascinantes fenómenos astrofísicos... Todo ello constituyó un poderosísimo estímulo creativo que me llevó a pensar en una serie de materiales sonoros, comportamientos y texturas con los que captar la implacable violencia, la terribilitá y la arrebatadora fascinación de la naturaleza en su escala más vasta: la escala cósmica.
Así, planteé una obra formada por cambiantes superficies sonoras en las que el tratamiento canónico constituye el hilo conductor y el elemento germinal de toda la pieza, como sucede al comienzo de la composición de cuyos primeros diez segundos deriva todo el material posterior. Fluctuantes y sinuosas ondas que son sometidas a inmensas compresiones y rarefacciones temporales, de alturas, de ritmo, de texturas y de timbre. Semicánones articulados por diferentes gestos yuxtapuestos, en donde deliberadamente se hacen resaltar unos sobre otros de la neutralidad del conjunto a modo de objetos sonoros, y en donde la riqueza viene dada por las superposiciones que generan las dilataciones y contracciones del imparable flujo.
Al tiempo que la idea de ondas sonoras, la obra plantea una serie de misteriosos latidos intermitentes –unas veces sutiles, otras violentos y masivos– que generan situaciones inesperadas y alejadas de los tejidos sonoros del inicio y abren las puertas a insólitos y novedosos universos acústicos. Dos mundos disímiles confrontados durante toda la obra, que discurren en diferentes temporalidades y que se encuentran al final de la composición en un último brutal estallido.
El inconmensurable y terrorífico fenómeno astral ocasionado por la coalescencia de dos agujeros negros hace mil millones de años luz atrás nos devuelve a la escala humana y pone en perspectiva nuestra efímera condición. Nos recuerda que la existencia del ser humano constituye tan solo diez segundos en el calendario cósmico, sentido recogido en las palabras del poeta Paul Bourget que un jovencísimo Debussy de 16 años empleara en su exquisita mélodie Beau soir: «Car nous nous en allons, comme s´en va cette onde: / Elle à la mer, nous au tombeau». («For we depart, as this wave departs: / it to the sea, we to the grave»).
Foto: Lucía Morate
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