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MIGUEL HARTH-BEDOYA, director: 'Kurt Masur no negociaba con la calidad del sonido'

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Autor: Aurelio M. Seco
20 de febrero de 2016

MIGUEL HARTH-BEDOYA, director: ´Kurt Masur no negociaba con la calidad del sonido´

Una entrevista de Aurelio M. Seco
Miguel Harth-Bedoya es director titular de la Orquesta de la Radio de Noruega y de la Orquesta Sinfónica de Fort Worth. Este fin de semana se pone al frente de la Orquesta Nacional de España para ofrecer su versión de Appalachian Spring, de Aaron Copland, y acompañar al pianista ucraniano Vadym Kholodenko en la interrpetación del Concierto para piano y orquesta, en do mayor, opus 39 de Ferruccio Busoni,

De su etapa de formación me ha llamado la atención su período de estudios con Otto-Werner Mueller, un maestro muy exigente con sus alumnos.
Comencé a estudiar con él tras mi marcha de Perú, a los 19 años. Era un momento difícil en mi país, no sólo a nivel económico sino también por la presencia del terrorismo. Estudié con él primero en el Instituto Curtis de Filadelfia y después en la Juilliard School de Nueva York. Werner Mueller me hizo comprender que yo no sabía nada. Tenía toda la razón. Me dijo que la única manera de aceptarme como estudiante era si me quedaba durante un tiempo largo a su lado formándome. Así que decidí estudiar con él durante cinco años, más otros tres veranos. Durante ese tiempo pudimos trabajar estrechamente, haciendo en ocasiones labor de su director asistente. Yo no lo pasé tan mal como cuentan otros de sus alumnos. En realidad, no encontraba razón para llevarle la contraria en sus apreciaciones. Yo estaba a su lado para aprender y aceptaba esta posición, cosa que no hacían otros estudiantes que con frecuencia le discutían sus opiniones.

¿Qué principios aprendió de su mano que considera valiosos?
Conocer la partitura a fondo antes de pensar en dirigirla. Y cuando digo a fondo quiero decir todos sus aspectos, armónicos, estéticos, etc. Porque él entendía que el principio de dirigir era un acto mecánico reflejo que surgía fruto del estudio profundo de la obra. Es necesario dirigir cada partitura de forma diferente con, obviamente, algunos principios básicos comunes. Otto-Werner Mueller me facilitó una cantidad de información abrumadora que, ahora, desde la distancia, mirando hacia el pasado, me doy cuenta que todo encaja.

¿Qué otras cuestiones consideraba importantes?
La claridad. Si un director no es claro con sus gestos la versión se resiente.

Sin embargo, hay grandes directores que tienen un mal gesto.
Quizás sean las orquestas las que deben explicarlo. En cualquier caso, yo no puedo darme el lujo de tener una mala gestualidad de cara a los músicos. El principio de la comunicación de cualquier cosa es la claridad de su mensaje. Sin eso no se puede articular ningún discurso.

¿Qué le parece la gestualidad y principios del arte de la escuela de Celibidache?
Nunca le vi en vivo, aunque dirigí a su orquesta, la Filarmónica de Múnich. Con los años me he dado cuenta de que el gesto de cada director está vinculado con el propio artista. Sólo le funciona a cada uno porque está conectado con su esencia. A Celibidache le funcionaba lo que hacía porque formaba parte de su esencia.

Yo tuve la oportunidad de trabajar con otros maestros como por ejemplo Seiji Ozawa en Tanglewood. y todo era muy diferente. Lo mismo me sucedió cuando conocí a Kurt Masur, de quien me convertí en su director asistente.

Hábleme de su trato con él. ¿Cómo recibió la noticia de su fallecimiento?
Mantuvimos mucho contacto desde que nos conocimos, en 1993. Su hijo David estudió conmigo en Tanglewood. Tuvimos un tipo de relación en la que casi puedo decir que lo consideraba como un abuelo.

¿Cómo era Kurt Masur?
Su personalidad tenía muchas tonalidades. Cuando tenía algo claro nadie podía hacerle cambiar de opinión, pero yo también tuve la oportunidad de conocer ese otro aspecto más humano de su personalidad, y puedo decir que tenía un alma blanda que la gente no siempre era capaz de ver. Estuve cuatro años a su lado y, con posterioridad, nos seguimos tratando como colegas de profesión.

Algo  con lo que él no negociaba era con la calidad del sonido, que es algo parecido al gusto de un cocinero. Uno tiene que decidir en qué punto quiere dejar la comida para el comensal y, en lo que se refiere a la calidad del sonido que buscaba, con Masur era innegociable.

¿Cómo se debe ensayar? ¿Hablando mucho, poco, haciendo la obra de principio a fin y puliendo detalles?
Depende. Yo suelo trabajar partiendo de lo que me dé la orquesta. Desde luego, no puedo reparar algo que se haya roto, pero prefiero buscar la química natural desde el mismo comienzo, especialmente si no hemos podido trabajar juntos con anterioridad. A veces te encuentras con sorpresas positivas que, por supuesto, es importante aprovechar. Lo que puedo decirle es que los primeros quince o veinte minutos son claves para definir el proceso.

Hábleme de la creación musical peruana. ¿Qué compositores son los más interesantes?
Uno de los contemporáneos que más me interesan es Jimmy López, un compositor muy joven, de 37 años, que hace unos meses estrenó una de sus óperas, Bel canto, en la Lyric Opera de Chicago. Su lenguaje proviene de una gran versatilidad de idiomas que no se pueden adjudicar a ningún lugar en concreto. Eso es lo que más me gusta de su obra. Él es el más prominente compositor peruano de la actualidad a nivel internacional. Dejó Perú hace muchos años. Después está Celso Garrido, que el mes que viene cumple 90 años y representa un poco la vertiente más clásica dentro de lo contemporáneo. Garrido recibió el premio Tomás Luis de Victoria y, aunque en la actualidad ya no compone, su obras tienen un sello clásico a la vez que actual.

En alguna ocasión ha mostrado su desacuerdo con la terminología “música clásica”.
Sí, no sé quién la ha inventado, pero me parece que perjudica más que ayuda. Debería hablarse sólo de “música”.

Usted es director titular de la Orquesta Sinfónica de Fort Worth y de la Radio Noruega. ¿Qué aspectos ve interesantes en la cultura noruega?
Tienen una gran curiosidad por conocer cosas nuevas. Además, poseen un centro de información de música increíble que, en mi opinión, todos los países deberían tener. Es un país que vive en extremos, con un pasado muy interesante que, además ha vivido momentos en la historia muy diferentes. Fue invadido en la Segunda Guerra Mundial, después vino el resurgimiento económico del país gracias al descubrimiento del petróleo. En algunos países de Latinoamérica todavía se están preguntando si es importante la cultura en el desarrollo humano. Es algo que en Noruega no se duda.

¿Ha dirigido las sinfonías de Mahler?
He hecho su ciclo sinfónico en dos ocasiones con varias orquestas y, después, lo he dejado reposar. Me parece importante dejar pasar un tiempo antes de volver a hacerlas.

¿Qué sinfonía de Mahler le parece la más difícil?
La Séptima. Me parece tan difícil de entender como de hacer entenderla.

¿Y Bruckner?
Todavía estoy en el proceso de enamorarme de su obra. Tengo su Séptima sinfonía programada. Tampoco se puede decir que encuentre especial afinidad a la música de Shostakovich pero, obviamente, son compositores cuya música va a entrar a formar parte de mi proceso como director.

Hasta ahora me he centrado más en  Brahms, Beethoven o Schumann, autores que en principio eran ajenos a mis circunstancias pero que de alguna forma me han aceptado.

Hace muchos años se hablaba de la sonoridad de las orquestas estadounidenses, de las rusas… Eso ya no existe, ¿no?
La sonoridad de cada orquesta depende de la gente que la conforme y de su camaradería y hábitos artísticos.

¿Cuál le ha impresionado por su alto nivel técnico?
La de Cleveland. Realicé una gira por EEUU con ellos y me asombró su versatilidad para adaptarse a cualquier tipo de sala y situación. Son orquestas que están muy orgullosas de su tradición.

¿De dónde viene esta calidad y orgullo de la Orquesta de Cleveland?
De la época de George Szell.

¿Cuántos ensayos ofrecen ahora estas grandes orquestas a los directores invitados?
Cuatro.

¿Con qué directores del pasado se identifica más?
Me gustaba mucho la performance de Kurt Masur, aunque somos muy diferentes. Esa conexión que tenía con el momento era fantástica. El no haber visto a otros directores en persona es algo que me limita a la hora de elegir otros nombres. He oído hablar muchas cosas de Kleiber o Strauss.

Richard Strauss era un director, como mucho, funcional.
Sí, y a veces daba la sensación de aburrirse dirigiendo, pero es algo de lo que no podemos hablar con seguridad los que no le hemos visto en persona. Werner Mueller, por ejemplo, que tocaba la trompeta, fue dirigido por el propio Richard Strauss y me contaba de él cosas muy diferentes a las que a veces se dicen. Lo malo de verlo ahora en los videos es que nos dan una imagen parcial de ellos. Alguien como Kurt Masur, por ejemplo, tenía los ojos completamente clavados en cada uno de los músicos. Su conexión con el momento era muy intensa. Es algo que no se puede percibir en los videos.

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