Por Magda Ruggeri Marchetti
Bolonia. 15-XII-2018. Teatro Comunale. Don Giovanni (Mozart). Simone Alberghini (Don Giovanni) Vito Priante (Leporello) Federica Lombardi (Donna Anna) Salome Jicia (Donna Elvira) Stefan Kocan (il Commendatore) Lavinia Bini (Zerlina) Paolo Fanale (Don Ottavio) Roberto Lorenzi (Masetto). Orquesta y Coro del Teatro Comunale. Dirección musical: Michele Mariotti. Director de escena: Jean François Sivadier.
El mito de Don Giovanni es célebre y ha inspirado a dramaturgos y músicos, pero el primer texto conocido es El burlador de Sevilla de Tirso de Molina (1630) que, como el mismo título indica, representa al seductor que disfruta de la burla aún más que de los placeres. La ópera de Mozart se basa en este este texto y fue compuesta en Praga donde se estrenó el 29 de octubre de 1787 con éxito extraordinario. Compositor y libretista, fieles al encargo de aquella ciudad, escribieron un «dramma giocoso», pero la riqueza de emociones que suscita la música hizo que se terminase por considerarlo un drama trágico.
El espectáculo que acabamos de ver es una nueva producción del Teatro Comunale con el Festival de Aix-en-Provence, Opéra National de Lorraine y Théâtres de la Ville de Luxembourg. El director Jean François Sivadier pone en escena a todos los personajes durante la obertura y Don Giovanni pasea en el proscenio mirando desafiante al público.
La escenografía de Alexandre de Dardel crea un ambiente excesivamente desangelado para una ópera de esta envergadura, evocando una nave industrial semiabandonada y reblanqueada, con una pared de fondo de cemento prefabricado, desconchado y con grietas enfoscadas donde, desde el final del primer acto, campea una gran pintada de la palabra «libertad» en mayúsculas, con la T sustituida por una cruz. Escuetos velos y telones metalizados se recogen o despliegan para dibujar espacios que resalta la perfecta iluminación de Philippe Barthomé. Se subraya la universalidad de la historia con el vestuario de Virginie Gervaise, que alterna el estilo contemporáneo con el del siglo XVIII.
La acción se desarrolla casi completamente sobre una tarima, y en la pared se abre en algunos momentos una gran hornacina con la efigie pétrea del Comendador, que aparece también físicamente de vez en cuando en el esenario. De efecto, pero sin mucho significado, los vítreos bulbos de colores que suben o bajan y empiezan a iluminarse cuando se enumeran las conquistas de Don Giovanni, y seguirán haciéndolo a intervalos. Se ha respetado el texto, pero la dirección es errática en la búsqueda de sentido a una obra que es mucho más grandiosa. En la parte final, sin duda de difícil representación, resulta incluso inoportuna la iconografía del Crucificado en calzoncillos que toma, desnudándose, el Don Giovanni muerto, pero todavía presente e interactuante en el escenario con su mirada burlona e insolente.
Como siempre, el maestro Michele Mariotti ha dado una magnífica interpretación de la dificilísima partitura, perfectamente seguido por una orquesta que durante once años ha crecido bajo su dirección y en simbiosis con él. Por ello música y acción se funden y el espectáculo va creciendo. La fuerza y profundidad de la lectura se percibe ya en la ouverture, que pasa de momentos ligeros y rápidos a otros líricos que preanuncian el calado trágico. El trabajo de la orquesta es magnífico durante todo el espectáculo, obediente al alto nivel de exigencia rítmica y sonora impuesto por el director. Mariotti ha investigado con gran esmero las diferentes dinámicas de la partitura, atento a sus detalles y posibilidades, a las notas breves y largas, y consigue que la orquesta no se limite a acompañar a los cantantes sino que consigan juntos una musicalidad perfecta, sin sobrepasar nunca las voces. Es especialmente interesante notar cómo la orquesta subraya las emociones de los personajes. Magníficos los concertati, donde disfrutamos del piano pianissimo para pasar después a un cierto abstractismo. Tenemos la permanente sensación de estar ante una versión en la que se percibe siempre nítidamente la mano del director musical, que ha cuidado también a los cantantes.
Simone Alberghini es un Don Giovanni que domina la escena y parece desafiar al público con su actitud provocadora y bravucona. Su voz es correcta, con algunos momentos más brillantes. Vito Priante (Leporello) corrige a su dueño, pero disfrutando también él mismo de sus conquistas y del dinero que obtiene por sus servicios. Su voz tiene buen timbre, clara dicción, perfecta emisión y agilidad en el fraseo. Stefan Kocan es un Comendador de gran presencia escénica y profunda voz. Federica Lombardi es una impecable Donna Anna tanto dramática como vocalmente, con voz ágil y segura en en los agudos, perfecta en los piano, y buena coloratura y emisón. Sus dúos con Paolo Fanale (Don Ottavio) son verdaderamente intensos. Salomé Jicia es una Donna Elvira sanguínea y con buena voz. Muy acertada también la pareja Masetto- Zerlina: Roberto Lorenzi tiene buenos medios sonoros y actorales, mientras Lavinia Bini, coqueta y hechicera, luce una voz ligera y limpia. No podemos por último dejar de resaltar el trabajo llevado a cabo por el Coro del Teatro Comunale preparado por Andrea Faidutti.
Un excelente Don Giovanni con un teatro lleno a rebosar que ovaciona a todo el reparto, pero en especial al maestro Michele Mariotti, que ha subido al proscenio a sus instrumentistas y es muy querido y apreciado en una Bolonia que siente ya la pena de su próxima ausencia.
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