Crítica de Albert Ferrer Flamarich de dos cedés que incluyen música sacra y escénica de Meyerbeer
Descubriendo el Meyerbeer vocal, y el de juventud
Por Albert Ferrer Flamarich
Meyerbeer vocal chamber music and sacred music for solo voices. Andrea Chudak, soprano. Polly Ott, soprano. Dorothe Ingenfeld, mezzosoprano. Irene Schneider, contralt. Ayako Wada, contralt. Daniel Steiner, tenor. Tobbias Hagge, baix. Ingo Witzke, baix. Matthias Badczong, clarinet. Ekaterina Gorynina, violoncel. Yuki Inagawa, piano. Oliver Vogt, orgue i piano. Bella Musica BM149010 2CD 119 minutos. Meyerbeer: Overtures and Stage Music. Czech Chamber Philharmonic Orchestra Pardubice. Dario Salvi, director musical. Naxos 8.574316 DDD 76 minutos.
En los últimos años algunos sellos han recuperado la ingente obra del compositor alemán Jakob Beer, más conocido como Giacomo Meyerbeer o Jacques Meyerbeer (1791-1864): especialmente la operística, pero también las canciones y algunas páginas orquestales, a les que debe sumarse el repertorio religioso, una parte del cual también se incluye en los dos cedés dedicados a obres vocales de cámara que distintos intérpretes grabaron para el sello Bella Musica el año 2021, coincidiendo con el 230º aniversario del nacimiento del compositor. En total se recogen 38 piezas gestadas entre 1809 y 1860 que configuran una heterogénea compilación de su música vocal –principalmente canciones,- que se suma a las ediciones del sello Naxos. Se trata de un repertorio que, en el caso de Sieben geistliche Gesänge a cuatro voces (excepto la número 3, que incluye otra voz femenina grave) sobre textos de Klöpstock, presenta pasaje imitativos en la textura pero con preeminencia de la voz aguda como propulsora del discurso y con una partichela más elaborada. Un ciclo que los Reinische Kantorei dirigidos por Hermann Max habían gravado en 2012 para el sello alemán CPO juntamente con otras obras religiosas.
Algunas se acercan al modelo de la balada mientras que otras atañen al mundo de la canción y del lied siendo pensadas para los salones franceses y para su propia casa, como An den Neugeborenen o a la schubertiana Des Schäfers Lied para tenor, clarinete y piano. Ésta última, como Neben Dir con obligado de violonchelo, es defendida por el tenor Daniel Steiner con gusto y se percibe el diálogo con el instrumento obligado donde este contesta o subraya la voz principal en un ejemplo de Hausmusik, a la vez que deviene una prefiguración del estilo de arias que desarrollará al largo de su carrera manteniendo un topos recurrente en la ópera seria del siglo XVIII. Por cierto, el inicio de esta pieza de 1857 sobre letra del poeta y bibliotecario de Viena Ignaz Franz Castelli puede recordar al inicio de la Sinfonía nº4 de Mahler por la pulsación y los acordes staccati en registro agudo del piano. En general poseen un carácter operístico suficientemente imaginativo, una escritura vocal de tendencias estróficas en la musicación de textos en latín, francés, alemán, italiano y hebreo. En esta última lengua, hallamos la polifónica Uv’nucho yomar para la liturgia judía, que destaca por la experimentación estilística y para un enfoque mucho más cercano a la canción que al espíritu religioso. En el caso latino, hay una sugerente fuga sobre el Salmo 24 datada de 1809 con acompañamiento de órgano.
En conjunto las interpretaciones presentan profesionalidad y están musicalmente bien defendidas, aunque es innegable que, a pesar de los méritos de Andrea Chudak, su voz presenta irregularidades en el timbre y la emisión dejando algunas notas caladas, áfonas y otras estridentes por falta de apoyo diafragmático. Nótese, por ejemplo, en la grácil y sencilla «So che per gioco mi chiedi amore» que es la primera de las Sei canzonette sobre textos de Metastasio que Meyerbeer compuso de 1810; o a la continuación de esta colección, las Sei Ariette italiane también sibre texto de Metastasio entre las que destaca «Alla prigione antica» de estructura monotemática con tres exposiciones del tema y una escritura operística por la inserción de ornamentos variados, coloratura y volate al final de algunas frases.
El primer Meyerbeer orquestal y para la escena
Dario Salvi, que ha protagonizado distintas grabaciones para Naxos y, en concreto, el oratorio Jeptas Gelübte de Meyerbeer, es uno de aquellos directores de orquesta con vocación investigadora que lleva a término proyectos entorno de un repertorio decimonónico, nórdico y centroeuropeo que merece una segunda oportunidad. Y, en algunos casos, la primera como sucede con las oberturas Admiral y La puerta de Brandenburgo y del ballet El pescador y la lechera, que se han grabado por primera vez.
Por un lado, Der Armiral (1811) incluye el Hozharmonika o Strohfiedel que es una especie de xilófono tirolés y de algunas regiones alpinas en una obertura que, como Wirt und Gast (1814), juega con efectos de turquerías –també a la marcha del acto II de ésta,- y ya apunta a la experimentación de colores e intervenciones de vientos-madera que caracterizarán al compositor en un futuro no muy lejano, así como su gusto por la brillantez y el contraste. Lo demuestra la obertura La puerta de Brandenburgo, más madura, homogénea y con incisos que desarrollarán personalidades como Weber, Marschner y que ja trabajaba Ferdinand Ries en algunas de sus óperas.
Si Der Armiral incluye un par de citas mozartianas y nos acerca a un estilo afrancesado, danzístico y con sabor claramente dieciochesco por fijar-se en Cherubini y Spontini gracias al filtro de Vogler como maestro de Meyerbeer; la obertura para la ópera Romilda e Constanza muestra el gran salto cualitativo y la adquisición de unos recursos capaces de imitar a Rossini. En este sentido se parecía la voluntad de mecerse un lugar en el panorama operístico del momento y rivalizar con él, aunque la fantasía melódica y motívica sean menores y se perciba un halo teutón mayor en la densidad harmónica y la dilatación de la coda, a la par que presenta diferencias en la instrumentación y construcción del crescendi sobre el último núcleo temático tanto en la exposición como en la reexposición de esta pieza que, a grandes rasgos y como en Rossini, es una forma sonata cavatina precedida por una introducción lenta con pasajes solistas para trompa y violonchelo, como voces prototípicas del Romanticismo. Desde esta perspectiva, el disco permite trazar un arco sintético creativo y percibir la seguridad técnica lograda por Meyerbeer en menos de una década emulando los principales estilos europeos y de moda del momento, tanto desde la vertiente formal como la armónica y la melódico-rítmica.
El último de los baluartes como wolrd premiere recording es el ballet Der Fischer und das Milchmädchen (El pescador y la lechera) con una obertura y 21 números: la primera obra meyerbeeriana compuesta para la escena, a los 18 años y estrenada en Berlin el 1810. Con un fehaciente estilo rococó, predominan danzas de estilo y sentimental como marco musical de un ambiente donde la naturaleza es amable y funciona como eje musical de una historia que gira entorno de un beso robado de un pescador a una lechera, con los consecuentes celos de la esposa de éste.
Al margen del interés por el repertorio prácticamente desconocido y de la relativa dificultad en la ejecución, se trata de una música amable, brillante y puntualmente estimulante. La Czech Chamber Philharmonic Orchestra Pardubice logra un sonido nítido, equilibrado en los planos (principalmente con textura de melodía acompañada) y un idiomatismo adecuado. Dario Salvi las interpreta con tacto, sin sobredimensionarlas y demostrando transparencia en el conjunto, en la afinación y la articulación. No obstante, a la obertura Romilda e Constanza le falta un plus de frenesí, vivacidad rítmica y efervescencia dinámica y de colores, seguramente debido a las escasas sesiones de grabación y las maneras no siempre cómodas de los contratos y oportunidades que ofrece Naxos. Por su parte, Robert Ignatius Letellier, especialista meyerbeeriano y en ópera francesa, firma unas eficientes y substanciales notas de carpeta como guía de audición.
En resumen se trata de un disco compacto con una alta resolución artística y con un repertorio infrecuente que se suma a la recuperación de obras parecidas en anteriores proyectos del sello Naxos, como el que en 2012 protagonizaron Michal Nesterowicz y la Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña (OBC) con una selección de ballets de Les Huguenots, Robert le Diable, L’Étoile du Nord, Le Prophète y L’Africaine. Con un pequeño esfuerzo económico y de tiempo, el melómano descubrirá un repertorio que no por secundario desmerece su oportunidad. Y más tratándose de una época cuyos referentes para el melómano medio quedan encajados en el abismal Beethoven, los éxitos de Rossini y, ocasionalmente, por la enigmática figura de Paganini.
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