La Voz de Asturias (Sábado, 5/6/10)
MÁX VALDÉS CUMPLE CON SU DESTINO
No podía ser de otra forma. El Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo vivió anoche una de las veladas musicales más emotivas e importantes de su historia. Maximiano Valdés, el maestro de la OSPA, el director que ha permanecido dieciséis años al frente del más importante conjunto sinfónico asturiano, ha querido despedirse de la titularidad de su orquesta con dos obras especialmente significativas de su estancia en Asturias: la "Sinfonía nº 5 de Beethoven" y la "Sinfonía nº 5" de Chaikovski, dos composiciones presentes en sus dos primeros conciertos al frente de la OSPA, dos partituras que, con el destino como ineluctable tema de fondo, han servido para cerrar la temporada de abono de la orquesta con una cita que nadie ha querido perderse.
La primera vez que Valdés dirigió a la OSPA, por invitación de Jesse Levine, lo hizo con la "Sinfonía nº 40" de Mozart y la "Quinta sinfonía" de Beethoven. Los buenos resultados obtenidos le permitieron volver al año siguiente con un programa formado por la "Serenata para violín y orquesta" de Bernstein, y la "Sinfonía nº 5" de Chaikovski, composición de crucial importancia en su trayectoria, ya que sería la que, a la postre, llamaría la atención de la orquesta lo suficiente como para que empezaran a considerarle como un candidato a obtener la titularidad. Después vino la llamada de Inmaculada Quintanal, por aquel entonces gerente de la orquesta y ayer noche una espectadora de excepción que, emocionada, veía como su elección hace dieciséis años concluía ayer su ciclo con acierto. Quien le iba a decir a la entonces gerente de la OSPA que su predicción de que Valdés estaría 15 años en Asturias se haría realidad. El propio director suele contar la anécdota con una media sonrisa, que en el concierto de ayer se tornó en pura emoción. Fue una velada profundamente emotiva, en la que tanto el público como los propios músicos de la orquesta, despidieron al maestro chileno con gran cantidad de aplausos y gestos de cariño, fiel reflejo de la calidez con que el trabajo y la personalidad del director han sido acogidas desde el principio en el Principado de Asturias.
Al final del concierto, Vasiliev, el concertino de la OSPA, agradeció a Valdés su trabajo y éste se dirigió al público en un emocionado discurso. Todas las despedidas tienen un sabor amargo. Amigos, músicos y personalidades del mundo de la cultura asturiana se agolpaban al final del concierto en los camerinos del Auditorio para felicitar al director chileno en su última cita oficial al frente de la OSPA. En realidad, el concierto de anoche no será una despedida. Pocos músicos de la orquesta lo sienten como tal. Tanto ellos como el público que ha seguido su trabajo durante tantos años saben que, aunque las principales obligaciones artísticas de Max Valdés se dirigen hacia Puerto Rico y EE. UU, el maestro chileno volverá a trabajar en nuestra región de manera frecuente. Con todo, ese último concierto sí pone fin a un período realmente especial entre la orquesta, el director y el Principado de Asturias, porque tras él se perderá la cercanía del día a día que da el poseer la titularidad de una orquesta. Es bastante raro, y hasta cierto punto excepcional, que un director mantenga durante tantos años la titularidad de una orquesta. Son conocidos casos realmente extraordinarios como el de George Szell, que estuvo 24 años con la Orquesta de Cleveland, o el de Vladimir Fedoseyev, que lleva 35 años al frente de la Orquesta Sinfónica Chaikovski. También está Seiji Ozawa, que estuvo 29 al frente de la Sinfónica de Boston, e incluso Víctor Pablo Pérez, que cuenta 18 junto a la Sinfónica de Galicia. Todos son casos excepcionales, cuya longevidad se puede explicar de muchas maneras y por muchos motivos, pero siempre con un nexo común, el talento artístico del director. Cuando Valdés llegó al Principado de Asturias, Oviedo era una ciudad llena de hollín que había quitado el habla "de puro susto" a su esposa Jody. La ciudad que deja es muy diferente. Moderna, emprendedora y con una programación musical que, en parte gracias a su trabajo, ha adquirido un notable protagonismo cultural en España. Maximiano Valdés ha conseguido dotar a la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias de una estabilidad institucional longeva. Con su marcha, se abre un período de incertidumbre que tendrá que llenar el próximo director artístico del conjunto. Por su parte, él ha dejado verdadera impronta en la OSPA y en Asturias. Se va el maestro de la OSPA, el director que ha convertido al principal conjunto sinfónico asturiano en lo que es hoy en día. Con él, la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias concluye una época.
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