Marin Alsop y el violonchelista Kian Soltani visitan el ciclo de Ibermúsica en Madrid con la Sinfónica de Radio Viena para interpretar obras de Schumann y Dvorak
Impecable, pero sin ir más allá
Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 16-III-2022, Auditorio Nacional. Ciclo Ibermúsica. Heliosis (Hannah Eisendle). Concierto para violonchelo y orquesta, op. 129 (Robert Schumann). Kian Soltani, violonchelo. Sinfonía nº 7, op. 70. (Antonín Dvorák). Orquesta Sinfónica de Radio Viena. Dirección musical: Marin Alsop.
Este concierto constituía la presentación en el ciclo Ibermúsica de la Orquesta sinfónica de la Radio de Viena creada por la ORF, la radiodifusión austríaca, a finales de los años 60 y que, actualmente, ocupa el foso del Theater an der Wien, además de asumir dos ciclos sinfónicos de abono, uno en la Musikverein y otro en la Konzerthaus, ambas acrisoladas salas de concierto de la capital austríaca.
Músicos como Leif Segerstam, Lothar Zagrosek o Dennis Russell Davies han asumido la titularidad de esta orquesta, que desde finales de 2019 ocupa la estadounidense Marin Alsop, personalidad femenina de la dirección orquestal, que ha alcanzado su merecida reputación mediante una sólida y muy seria trayectoria artística sin empujones oportunistas, ni mecanismo de cuotas.
El concierto comenzó con una obra contemporánea encargo de la orquesta y que se presentaba en España, después de su recientísimo estreno en Viena y estará presente en toda la gira por tierras españolas que asumirá la agrupación. Heliosis de la jovencísima compositora, aún veintiañera, Hannah Eisendle, describe una escena veraniega con un Sol intenso mediante acusados contrastes rítimicos, abundante uso de la percusión y unas cuerdas que deben tocarse constantemente detrás y sobre el ponticello. Un comienzo que recuerda a Stravinsky y algunas tímbricas interesantes fueron derivando a ecos de John Williams y Lalo Schifrin sin terminar de emerger una verdadera personalidad. Alsop y la orquesta tocaron impecablemente la pieza demostrando la solvencia técnica y seguridad de la primera y la buena calidad sonora de la segunda.
Aunque compuesto por Schumann en 1850 en un momento de particular estabilidad tras haber asumido el cargo de director de música en Düsseldorf, su concierto para violonchelo no se estrenó hasta 1860 y ya de forma póstuma. La obra contiene tres partes, pero que se interpretan sin interrupción y después de un comienzo con ecos de Mendelsshon, el tono melancólico no abandona a la composición, que concluye con un tercer movimiento, único en el que comparece la exigencia virtuosística, que incluye una curiosa cadenza con acompañamiento de la orquesta.
Innegable la musicalidad y cuidado fraseo que mostró Kian Soltani, pero su sonido resultó demasiado limitado, justísimo de volumen, anchura y plenitud sonora. El chelista austriaco de origen iraní delineó los dos primeros movimientos con gusto y delicadeza y la apropiada expresión nostálgica, contenida y serena. Por otra parte, la modestia del sonido no permite mayores energía, énfasis y carácter. El virtuosístico tercer movimiento demostró que Soltani tiene los papeles técnicos en regla y reprodujo no de manera deslumbrante, pero sí con seguridad la serie de pasajes arpegiados y los staccati, así como la original cadenza que, como ya se ha subrayado, se desarrolla con acompañamiento orquestal. Irreprochable el acompañamiento de Alsop, colaboradora con el solista, siempre elegante y con un sonido limpio y brillante en una pieza en la que el chelo solista apenas dialoga o se enfrenta a la orquesta. A modo de homenaje a Ucrania, Soltani anunció como propina un arreglo propio de una canción popular de aquel país, Lovely minka.
En la segunda parte, Marin Alsop y la orquesta de la Radio de Viena ofrecieron una versión impecable, equilibrada y coherente de la Séptima sinfonía de Antonín Dvorák, a la que faltó algo de fantasía, contrastes y cierta audacia. Desde el primer movimiento, se manifestó el sentido de la construcción de Alsop, su seguridad técnica, aplomo y control y su indudable capacidad para exponer los temas y conferir vuelo a la destacada inspiración melódica del músico bohemio. No faltó el lirismo del segundo movimiento con unas maderas a gran nivel, así como el impulso rítmico y carácter danzable del scherzo, para terminar con gran brillantez y suficiente tono marcial el cuarto. Efectivamente, una interpretación en la que todo estuvo en su sitio, irreprochablemente organizada, muy bien tocada con sonido compacto y aquilatado por la orquesta, un uso ponderado del rubato y tempi razonables, pero faltaron unos contrastes más acusados, algo de audacia, de tomar riesgos para ir más allá, pues no pudo evitar cierta falta de calor en algunos pasajes, sensación de monotonía en otros y un último movimiento al que faltó mayor carga dramática.
Gran éxito con generosas ovaciones del público. En el capítulo propinas compareció la «Viena genuina» con Johann Strauss y su Cachucha-galop, op. 97 interpretado con ágil autenticidad por Alsop y la orquesta, que se despidieron con una composición de 2013, la Pussy-(r)-Polka de Gerhard Winkler, pieza llena de disonancias que evocan «los gritos de protesta anárquicos del punk», en la que los músicos de la orquesta se divirtieron mientras demostraban su virtuosismo y Marin Alsop asumió una actitud sobre el podio un punto más «desbocada».
Fotos: Rafa Martín/Ibermúsica.
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