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Crítica: Marianne Crebassa en el Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela

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Autor: Óscar del Saz
29 de marzo de 2023

Crítica de Óscar del Saz del recital de Marianne Crebassa en el Ciclo de Lied coproducido por el Teatro de la Zarzuela y el Centro Nacional de Difusión Musical [CNDM]

Marianne Crebassa en el Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela

Crebassa homenajea a Victoria de los Ángeles

 

Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid. 27-III-2023. Teatro de la Zarzuela. XXIX Ciclo de Lied del Centro Nacional de Difusión Musical [CNDM]. Obras de Claude Debussy (1862-1918), Jesús Guridi (1886-1961), Isaac Albéniz (1860-1909), Jules Massenet (1842-1912), Maurice Ravel (1875-1937), Manuel de Falla (1876-1946), Federico Mompou (1893-1987). Marianne Crebassa (mezzosoprano), Joseph Middleton (piano).

   Casi desde su creación, una de las ventajas de asistir al Ciclo de Lied es que nos ha dado la oportunidad de conocer por adelantado a figuras jóvenes, savia nueva, algunas con carreras bastante bien encaminadas y otras en su búsqueda -no negaremos que en algún caso las hay demasiado mediáticas o prefabricadas-, y que debutan en paralelo con figuras ya consagradas. 

   Es lógico y bueno que esto sea así. Porque independientemente del grado de madurez de cada carrera, cualquier cantante podrá y querrá volver en cualquier momento al Lied, dado que es sabido que todos los cantantes se forman en sus principios en torno a la canción y al piano, interpretando piezas y obras de pequeño formato, antes de acometer obras de mayor enjundia o acceder a roles operísticos, donde la psicología del personaje, la componente dramática y la escena han de ser ajustados sobre la voz y el canto. 

   En el recital que nos ocupa, debutaron la mezzosoprano francesa Marianne Crebassa (1986) y el pianista británico Joseph Middleton (1981) con un repertorio en torno a la música inspirada por España con obras de compositores españoles y franceses de muy distintas estéticas que entrecruzaron sus caminos vitales entre ambas naciones y que dieron impagables muestras de que lo culto y el folclore popular pueden conjugarse cuando median el arte y la inteligencia. 

   El planteamiento de este recital, muy acertado, también fue el de homenajear a la gran soprano barcelonesa Victoria de los Ángeles (1923-2005) en el centenario de su nacimiento, aniversario que fue subrayado poco antes de comenzar la segunda parte por Antonio Moral, ex director del CNDM, que subió al escenario para recordar a la gran soprano, que por cierto debutó en el Ciclo -aunque en un principio declinó tal invitación- en la temporada 94-95, con algunas piezas en coincidencia con el repertorio de la velada de esta noche (nos referimos en concreto a las canciones de Debussy, Guridi, Ravel y Mompou). Moral también reivindicó -medio en broma, medio en serio- la españolidad de nuestra protagonista, aduciendo que sus abuelos eran españoles (de Valencia y Alicante).

MARIANNE CREBASSA

   Por cierto, aunque ya lo teníamos en mente para comentar hace tiempo, dejamos apuntada una pregunta y una reflexión para el Ciclo de Lied: El porqué de que tantos y tantos cantantes españoles -del pasado y del presente-, salvo los que han rechazado la invitación, no hayan tenido la oportunidad de debutar en el Ciclo de Lied. Analizando la nómina de cantantes españoles que han sido convocados al Ciclo de Lied, es muy pequeña frente a los no españoles, y creemos que no debiera ser así. Ahí dejamos la evidencia para quien corresponda.

   El diseño del recital alternó los mencionados autores, de modo que la parte idiomática -el francés el castellano y el catalán- se alternó sin solución de continuidad, en general con gran dominio de la cantante. Respecto a la parte instrumental, hubo sendas piezas de piano solo en cada parte del recital que Joseph Middleton supo recrear con mucho acierto. Nos referimos a las piezas Rumores de la Caleta (Malagueña), op. 71, n.º 6 (1886-1887) (de Recuerdos de viaje), de Isaac Albéniz, con aires claramente aflamencados, y a la de carácter más misterioso, La soirée dans Grenade, CD 108, n.º 2 (1903) (de Estampes), de Debussy, en las que Middleton supo transmitir esas dos distintas maneras de entender la magia de esa multiforme e inconfundible atmósfera andaluza.

   La velada se inició por la parte francesa, en torno a las Trois chansons de Bilitis, cuyos textos destilan la sensualidad de la joven griega -Bilitis- idealizada por el escritor Pierre Louÿs (1870-1925) en las canciones La flûte de Pan [La flauta de Pan], La chevelure [La cabellera] y Le tombeau des Naïades [La tumba de las náyades]. En su interpretación, Crebassa alternó inteligentemente el intimismo/confesión de la primera con la agitación sexual -no explícita- de la segunda. En la tercera, brilló como buena contadora de historias, e hizo creíbles las intervenciones de los personajes del bosque, donde también hizo valer su registro grave-medio, in crescendo en tensión hacia el medio-agudo, en paralelo a la intensidad impuesta por el metrónomo inexorable de Middleton.

   La voz de nuestra mezzosoprano tiene un volumen apreciable y se mueve de forma muy ágil, con una muy buena dicción y maestría en el control de los fiatos. No siendo de una belleza arrebatadora, no está exenta de un timbre claro y esmaltado, y posee facilidades para el agudo. En cuanto a la emisión, adolece de un cierto y perenne vibrato al que uno acaba por acostumbrarse, aunque a veces lo mezcla con emisiones fijas carentes de armónicos que empobrecen ligeramente la calidad conjunta. 

   Nos gustó mucho que durante todo el recital no advirtiéramos ningún portamento, al que tan mal se ha acostumbrado mucho del repertorio español. Su forma de cantar es muy intuitiva y técnica, mostrando siempre gran musicalidad, aunque echamos en falta unas mayores dosis de comunicatividad de la emoción, la que debe llegar al espectador, así como que deba elevar su nivel de fantasía e imaginación en el canto para que éste no conduzca a cierto tedio o desconexión por parte del espectador.

   De las Seis canciones castellanas (1939), de Jesús Guridi, Crebassa interpretó cuatro -Allá arriba, en aquella montaña, No quiero tus avellanas, Cómo quieres que adivine y Mañanita de San Juan-, con buen acompañamiento de la elaborada escritura pianística por parte de Middleton, que conjuntó muy bien con la belleza interpretativa, la rítmica y el melodismo -cuando tocaba en cada caso- de una muy trabajada versión por parte de Crebassa, aunque quizá excediera un tanto su énfasis -creemos que los pisotones de la cantante en las tablas estuvieron fuera de lugar- en la tercera de ellas, y no lo canalizara por derroteros más refinados.

Marianne Crebassa

   De Massenet escuchamos encantados la archiconocida, y de apariencia sencilla, Nuit d’Espagne (1872), con dinámicas muy bien pergeñadas y ecos/filados en piano que vienen muy bien a la interpretación a fin de reforzar la belleza de los textos de Louis Gallet (1835-1898) describiendo una noche serena española. A continuación, la Canción española (1910), de Ravel, con textos en gallego, en realidad una canción trágica, muy bien dibujada por Crebassa, y que habla del maltrato de los gallegos cuando salen de su tierra, incluso cuando lo hacen a la vecina Castilla.

   Para terminar la primera parte, Manuel de Falla desde el punto de vista de compositor «francés», con su Séguidille (1909-1910), compuesta con textos de Théophile Gautier (1811-1872) y de temática netamente española. De carácter brillante, e incluso racial, la canción se presta en el plano musical a un arrojo, gracia, salero y fuerza característicos de la mujer española, no compatible con una sobreactuación en los parlatos que creemos sí se traspasó en la versión de Crebassa y que, es verdad, está mucho más comedida en la grabación discográfica.

   Ya en la segunda parte, nos encantó el tratamiento que se dio por parte del binomio Crebassa-Middleton al universo del modernista Mompou y su Combat del somni [Combate del sueño] (1942-1951), con textos de Josep Janés (1913-1959). Son canciones de compleja belleza y de escritura muy pormenorizada -aunque simple-, en modulaciones sucesivas para ambos instrumentos: un reto de entonación y de cambio interválico para Crebassa, que superó con sobresaliente maestría, añadiendo las correspondientes dosis de belleza o gravedad, según el caso, en una interpretación con sublimadas hechuras.   

   El recital incluyó el aria de La vida breve (1913), «¡Vivan los que ríen! ¡Mueran los que lloran!», con textos de Carlos Fernández Shaw (1865-1911), que normalmente es interpretada por sopranos -dramáticas, normalmente-. Nos sorprendió la versión de Marianne Crebassa, que creemos realiza un gran trabajo de pulido estilístico manteniendo la racialidad gitana, y desgrana frase a frase, y muy adecuadamente, el personaje siempre doliente de Salud, de forma muy sentida y efectista, entrando en la psicología propia de alguien que se expresa con la emoción/liberación que siente cuando canta los textos favorables a la vida, correspondientes a los agudos, y la desilusión/congoja cuando se recitan los textos que aluden a la muerte, y que están asociados a las notas graves. Y aunque no hay arrope orquestal, Middleton realiza también un gran trabajo de soporte armónico dentro de las posibilidades del instrumento.

   Para terminar, las Cinq mélodies populaires grecques (1904-1906), de Ravel, con textos de Michel-Dimitri Calvocoressi (1877-1944), amigo del compositor y de origen griego: un nuevo viaje a lo exótico, en este caso a la Grecia clásica, que se acerca al piano desde un sonido pensado para la guitarra: Le réveil de la mariée [el despertar de la novia], Là-bas, vers l’église [Allí, en la iglesia], Quel galant m’est comparable? [¿Qué galán puede compararse conmigo?], Chanson des cueilleuses de lentisques [Canción de las recolectoras de pistachos], Tout gai! [¡Alegría!]. Sin desmayo y sin merma vocal, Marianne Crebassa desgranó admirable y elegantemente estas canciones, que pendulan entre el nerviosismo de la novia que amanece para casarse, la calma que se respira en las iglesias, lo chulesco de un galán bravucón, la comparación de un fruto de la recolección -el pistacho- con un ángel rubio, o lo abiertamente alegre como es el baile.

   El recital fue muy del gusto del público desde el principio y en todas sus secciones. Crebassa y Middleton se entendieron perfectamente en todo momento y creemos que son un tándem con garantías artísticas en lo que se refiere a recitales como el disfrutado. Ofrecieron dos propinas que terminaron por conformar al público presente: la de carácter muy popular, Llámale con el pañuelo, de Guridi, con buena intencionalidad estilística a la española, y la Seguidilla, de Carmen, interpretada de forma muy comedida y pragmática, cercana a una visión quintaesenciada y alejada del personaje. 

   Por su tipo de vocalidad de mezzosoprano lírico-ligera, de momento, la Carmen le queda lejos como rol completo -no debe tener prisa-, al igual que otros muchos personajes fuera de los que está realizando actualmente (repertorio francés, Haendel, roles mozartianos, etc.). Es normal que una cantante relativamente joven e interesante como es Marianne Crebassa tenga todavía algunos ámbitos de mejora en muchos de los sentidos que hemos apuntado. El oficio, las tablas y la realimentación que reciba del público y de la crítica -siempre desde el punto de vista constructivo- harán que esa «perfección» que buscamos todos esté cada vez más cerca. Y sí, Victoria de los Ángeles sería un muy buen referente sobre cómo aproximarse a esa inexistente perfección cuando una cantante se pregunte por su devenir artístico. 

Fotografías: Rafa Martín/CNDM

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