La Voz de Asturias (Lunes, 31/5/10)
Lugar. Auditorio de Oviedo; Fecha: 29 de mayo de 2010; Ciclo: Jornadas de Piano
"¿OBRIGADA?"
Maria João Pires es una pianista de extraordinaria trayectoria que ha dejado bellísimas interpretaciones de obras de Mozart y Chopin sobre todo, pero también de Schubert y del propio Beethoven. Resulta impresionante su habilidad y pureza técnica, y una perspectiva interpretativa muy sólida que, sin llegar a resultar arrebatadora, ha alcanzado cotas interpretativas realmente admirables, dentro de un estilo sutil pero certero, algo contenido pero nunca insípido sino, más bien, elegante y depurado. Algo parecido sucede con Leopold Hager, un director con una gran trayectoria que, ya anunciada su retirada de los escenarios este mismo año, ha dejado lo mejor de su trabajo en el repertorio clásico. Dicho esto, es necesario reconocer que ambos artistas no están en su mejor momento, como se pudo ver en el concierto que sirvió para clausurar las Jornadas de Piano "Luis G. Iberni". Lo primero es que el programa no resultó demasiado estimulante. Aparte estuvo la interpretación del director, que durante la velada no fue todo lo cuidadosa que hubiera sido deseable. Sin duda un conjunto como la Staatskapelle Weimar puede conseguir mejores resultados sonoros y, por descontado, una versión mucho más expresiva de la Obertura "Coriolano" de Beethoven y la "Sinfonía nº 1" de Schubert. Maria João Pires ofreció un Beethoven muy personal que, buscando ser refinado, resultó demasiado melifluo y trascendente, como si la pianista intentase ideologizar al Beethoven de siempre, transformando su pasión e incontestable dramatismo en una estética estilo zen, bastante ingenua pero, eso sí, exquisita técnicamente. La ejecución técnica fue admirable desde cualquier punto de vista, pero el resultado sonoro, con todo, resultó un tanto anodino. No parecía haber comunión de espíritu ni con Beethoven ni con el director. La artista dio la impresión de querer lanzar un mensaje filosófico con su toque y estilo, independientemente de la obra. A pesar de los muchos aplausos, la propina la puso el director: una Obertura de "La clemenza di Tito" de Mozart bien resuelta.
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