Cuenca. 27/03/2013. 52ª Semana de Música Religiosa. Iglesia de la Merced. Escolanía de la Ciudad de Cuenca. Ars Choralis Coeln, Atelier Gombau, Carlos Lozano, barítono; Carlos Cuesta, dirección; Ana de Alvear, vídeo. María de Alvear: Magna Mater (estreno absoluto).
Como cada año, la
Semana de Música Religiosa de Cuenca encarga una obra de música contemporánea a un compositor actual de relevancia y reconocido prestigio artístico para ser estrenada en uno de los escenarios del festival. En esta edición número 52, la organización ha realizado el encargo a la compositora madrileña afincada en Colonia
María de Alvear (1960): el fresco sonoro de carácter panteísta
Magna Mater. La autora ha contado con la colaboración de su hermana,
Ana de Alvear, que ha elaborado un vídeo que acompaña el transcurso de la composición musical. En el ambiente musical de la Semana conquense este estreno absoluto gozaba de verdadera curiosidad y expectación. Como aseguró la propia De Alvear, "a las dos nos gusta el funcionamiento o la cosgomonía de la existencia". Para ambas, el espacio sonoro en el que se va a interpretar la obra es un elemento fundamental, a la hora de elaborar su composición. La interpetación se llevó a efecto en la Iglesia-Convento de la Merced, habilitada ahora como biblioteca. La metáfora de los libros, dispuestos en anaqueles, les sirvió a las dos autoras para desarrollar "un cuento sobre la temporalidad", como se subtitula la obra.
María de Alvear contó para su obra con las voces blancas de la
Escolanía de Cuenca (dispuesta en dos escaleras superiores de la biblioteca, a ambos lados del escenario, a la manera de una performance), de cinco voces femeninas de la schola
Ars Choralis Coeln, del conjunto instrumental
Atelier Gombau, y del barítono
Carlos Lozano, que desgranaron un texto simbólico en cuatro idiomas diferentes: español, alemán, latín e inglés, junto a un lenguaje de carácter primitivo inventado por Alvear llamado
Moadou que, según ella, "pudo haber sido hablado hace 100.000 años por nuestros ancestros comunes".
Magna Mater oscila armónicamente entre diferentes escalas y afinaciones, creando texturas tímbricas y efectos acústicos de gran vehemencia y expresividad, especialmente por el contrapunto de sonidos que se va desarrollando entre las voces blancas y las de las sopranos. Dos masas vocales que somete a una enorme exigencia, emitiendo frecuentemente notas infinitas y agudísimas, que crean superposición de planos sonoros. La autora consigue un juego persistente entre, por un lado, el canturreo de la Escolanía que va dictando los años de la humanidad con la entonación de los niños de San Ildefonso y una retahíla recitada de verbos en infinitivo; y de otro, las vocalizaciones de las sopranos, que acercan la pieza a la idiosincrasia del canto gregoriano. El barítono, en ocasionales recitados, actúa como una especie de narrador profético.
Aunque la obra es eminentemente tonal, sería más correcto hablar de microtonalidad, ya que son células armónicas o rítmicas que van apareciendo y repitiéndose esporádicamente, con el trasfondo instrumental de una orquesta de cámara cuya sección percusiva (campanas y gongs) adquiere especial protagonismo en ciertos pasajes, creando tensión y cierto dramatismo. En la presentación de su obra la mañana antes del estreno, María de Alvear habló acerca de la creación de interferencias sonoras, el denominado fenómeno
spinning sound o sensación de sonido instalado en el espacio, con el que ella experimenta en esta obra.