¿Hay una escuela de canto española?
Claro, y eso depende de las características vocales de cada país, de cada lengua. El español ayuda a timbres particulares, hermosos y bellos. Recuerde a García, Malibrán... De hecho en este momento hay muchos cantantes que triunfan, dentro y fuera del país.
¿Sigue siendo necesario cruzar la frontera para ser reconocido?
Parece ser que sí. Esta es otra de las contradicciones de este país. Es algo que considero terrible. Aquí no se valora nuestro producto y esto es un defecto. En Estados Unidos, por ejemplo, se valora y se apoya lo autóctono, al igual que en Francia o en Italia, por citar otros. Aquí tenemos gente muy buena y muy preparada.
¿Y usted qué prepara en este momento?
Preparo La voz humana de Poulenc. Ya abordé a este compositor en Diálogo de carmelitas y Les mamelles de Tirésias , obras que no tiene nada que ver entre sí. Poulenc es un compositor fascinante. Se presentará en Madrid y Barcelona y luego en otros teatros dentro y fuera del país.
Oír a la María Bayo de ahora y hacerlo en grabaciones de hace años...
Sigue siendo María Bayo. Más madura, más hecha... Son ya veinticinco años cantando. Es cierto que ahora hago otro tipo de actividades, algunas relacionadas con las clases y otras con concursos de canto... Porque mi intención es poder aportar algo al mundo de la música. Pero fíjese, todo el mundo me asocia a la ópera barroca y no empecé por ahí. Aquí se me conoció por la Calixto, cuando ya llevaba quince años pisando teatros en el mundo.
¿Cuáles son sus próximos proyectos?
Rodelinda, como ve sigo en el barroco. Pero también estoy abordando oratorios, algo que hice en los primerísimos años de mi carrera. Además estoy trabajando en la publicación de un disco dedicado solamente a nanas, recogidas de las diferentes culturas.
¿Cuándo se emociona María Bayo?
Al cantar el aria de la muerte de Juliette (Gounod), en Plagliacci (Leoncavallo) o en la propia Pelleas (Debussy). Somos humanos y debemos traspasar más allá de la partitura para aportar y crear. Somos como los actores. Ahí es donde se ve el artista y cómo llega y emociona al público. Yo apática no soy y me gusta aportar algo a mi trabajo. Tengo que pasar ese límite, en ese sentido soy un poco rebelde. Aparte de la voz debe haber algo más: la forma personal de ver lo que se hace.
En cada puesta en escena el cantante aporta un matiz diferente, porque somos únicos, pero hay que sacar algo de nosotros mismos y hacerlo singular.