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Crítica: Concierto de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Berlín en Oviedo, bajo la dirección de  Marek Janowski

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Autor: Aurelio M. Seco
20 de enero de 2010
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Lugar: Auditorio de Oviedo. Fecha: 18 de enero de 2010. Ciclo: Conciertos del Auditorio

MAREK JANOWSKI, EL GIGANTE SENCILLO

Debutó en Oviedo la Orquesta Sinfónica de la Radio de Berlín con un auténtico gigante de la dirección al frente, Marek Janowski, que ofreció uno de los conciertos más fascinantes de la actual temporada musical ovetense. Dirigió dos obras: Muerte y transfiguración de Strauss y el primer acto de La valquiria de Wagner -en versión de concierto-,  la primera de memoria y la segunda con partitura, aunque sólo pareciera ser un adorno del escenario, dado su dominio absoluto de la obra. La orquesta reveló, ya desde el principio, tantos medios expresivos y posibilidades, que no se pudo más que admirar con asombro la calidad de sus músicos. La cuerda, de una textura de fina sonoridad sedosa, parecía tocar con una identidad de espíritu realmente reconfortante. Por su parte, los metales resultaron cálidos y compactos como pocas veces hemos visto, organales, pero también refulgentes y de sonoridad penetrante, siempre controlada y perfectamente empastada con el conjunto. Tas la primera obra, de una belleza interpretativa sobrecogedora, en la que parecían dibujarse claramente los más complejos detalles orquestales, los aplausos tardaron en multiplicarse, quizás por la belleza del impacto sonoro, que hizo resentir más de una sensibilidad. En la segunda parte se repitió el hechizo, ayudada la orquesta por un conjunto de intérpretes de gran interés. Robert Dean Smith demostró ser un Siegmund de gran consistencia vocal, y si en ocasiones la densidad orquestal no dejaba oír su bonito timbre, o su agudo parecía algo crispado, en general fue un tenor de lujo para la velada. Ricarda Merbeth fue una Sieglinde de dulce color lírico, pero intenso carácter dramático, que también se podría haber oído mejor. Finalmente, Martin Snell obtuvo una gran participación como Hunding, mostrando lo mejor de un instrumento de profunda ductilidad. El éxito de la velada fue rotundo. De todo, lo que más llamó la atención, junto a la calidad deslumbrante de la orquesta, fue la capacidad del director para hacer, de un gesto sencillo y humilde, pero enormemente pragmático y plástico, todo un mare mágnun de recursos musicales extraordinarios, llegando a modos de expresión que el propio Wagner saludaría con sorpresa.

 

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