Crítica del concierto de Marco Angius y Andrea Obiso en la inauguración del Otoño Sinfónico del Teatro Comunale de Bolonia.
Un joven violinista
Por Magda Ruggeri Marchetti
Bolonia,10-X-2021, Auditorium Manzoni. Temporada sinfónica del Teatro Comunale. En las estepas de Asia Central de Borodin. Concierto para violín y orquesta n.1 en re mayor op.19 de Prokofiev. Solista: Andrea Obiso. Sinfonía n.1 en do menor para orquesta op.68 de Johannes Brahms. Orquesta del Teatro Comunale de Bolonia. Director: Marco Angius.
Marco Angius es un director especialista del repertorio de música del Siglo XX y contemporánea. Ha dirigido numerosas orquestas italianas y de otros países, y ha sido invitado a numerosos festivales entre los que recordamos la Biennale di musica di Venezia, el Warsaw Autumn Festival y el Ars Musica de Bruxelles. Actualmente es coordinador artístico del Ensemble de la Accademia Teatro alla Scala de Milán y desde 2015 director musical y artístico de la orquesta de Padua y del Véneto.
Andrea Obiso, nacido en 1994, comenzó los estudios de violín y piano con sus padres cuando tenía solo seis años. Desde 2003 a 2017 ha actuado con la Moscow Virtuosi Chamber Orchestra en Japón y China y efectuado tournées en Europa e Hispanoamérica. Como solista colabora con importantes orquestas y es invitado a los más prestigiosos festivales nacionales e internacionales. Ganador de numerosos premios, desde 2020 es primer violín de la Orquesta Nacional italiana de Santa Cecilia.
El director dio comienzo a la velada con el Poema sinfónico del científico y músico Aleksandr Porfírievich Borodín, profesor de química en la Academia de Medicina y Cirugía de San Petersburgo que componía en los momentos libres de su trabajo. Considerado como «no profesional», en 1862 pudo entrar a constituir con Balakirev, Cui, Musorgski y Korsakov el «Mogučaâ kučka», el Grupo de los Cinco que aspiraba a fundar una escuela musical rusa independiente, distanciada del academicismo europeo con el uso de melodías populares. Nació así en 1880 el Poema sinfónico, inmediatamente ejecutado por la Orquesta de la Ópera en San Petersburgo. El Poema empieza con los violines, seguidos por el clarinete y el corno inglés, que confiere un tono oriental y melódico, a los que sucede a continuación toda la orquesta. Emergen dos temas: las canciones populares rusas y el viaje, confiado a las cuerdas en un pizzicato que evoca el ruido de los cascos de los caballos. Al final el tema ruso interpretado por las flautas concluye la breve pero muy sugestiva página.
Obiso y Angius se exhiben a continuación en el Concierto para violín y orquesta de Prokofiev, compuesto en 1917 pero no estrenado hasta 1923 y en París a causa de la revolución rusa, recibiendo en un primer momento la crítica de no estar al paso con los tiempos por no recoger ecos de la revolución. El concierto empieza y termina con tiempos lentos, melódicos, donde dominan el violín, el arpa y la flauta. El primer movimiento (Andantino - Andante assai) comienza con el violín solista que llega a las notas más agudas, seguido por el clarinete mientras la orquesta permanece en segundo plano, pero la sonoridad es lírica, cantable, casi «soñando» como indica el propio autor. Sigue el Scherzo - Vivacissimo, rápido y divertido, donde se nota un gran contraste tímbrico entre el pizzicato de los violines y la sonoridad de los metales, siempre acompañados por tímpanos y timbales. El tercer movimiento (Moderato) enlaza con el primero, pero la orquesta toma protagonismo y dialoga con el solista que, por su virtuosismo y perfecta técnica, es ovacionado por el público hasta conceder un bis.
En la segunda parte de la velada Marco Angius ha dirigido la Sinfonía n.1 de Johannes Brahms demostrando refinada sensibilidad interpretativa. Ya en otra ocasión hemos hablado de la atormentada composición de esta sinfonía porque el autor buscaba escribir unas páginas del mismo nivel que las de Beethoven pero con nuevo estilo, cosa que consiguió. Ya desde el primer movimiento todos los instrumentos de percusión junto con las cuerdas, se ven interrumpidos por una breve intervención del clarinete solista, indicando que la polifonía recorrerá toda la obra. Los movimientos centrales son los que denotan mayor distancia de Beethoven y tienen un carácter lírico, cantable. El elemento cromático aparece con los violines para reiterase con las flautas, clarinetes y fagots en un momento de distensión. El final enlaza con el primer movimiento: las percusiones, los metales y toda la orquesta subrayan la polifonía típica de esta sinfonía.
Con su firme pulso el director supo obtener lo mejor de una orquesta totalmente entregada y el publico los aplaudió repetidamente.
Foto: Andrea Ranzi
Compartir