Por Albert Ferrer Flamarich
Sabadel. Teatre Principal de Sabadell. 1-3-15. Obras de Ros-Marbà, Oltra, Martínez Comín, Montsalvatge, Teixidó, Puigferrer, Vives i Moraleda. Gemma Coma-Alabert, mezzosoprano. Cobla Sinfónica Catalana. Marcel Sabaté, director.
En más de una ocasión he escrito que Sabadell es la segunda ciudad musical de Cataluña. Su oferta en materia clásica es variada y, a pesar de las dificultades, sobrevive. Es decir, vive ahogada. Pero resiste gracias a agentes activos que trabajan con rigor como la entidad “Sabadell, més música” que también integra este ecosistema musical complementando la difusión de un repertorio y actividades diferentes a los de otras agrupaciones musicales.
Por otro lado, la divulgación de la cobla ha crecido en los últimos 15 años. La creación de la Simfònica de Cobla i Corda de Catalunya el año 2008, el estreno del Concert per a tenora i orquestra de Salvador Brotons el verano del 2006 o la edición discográfica de la obra para cobla de Joaquim Serra a cargo de Picap (con la intervención del compositor sabadellense Josep Maria Serracant) ejemplifican la importancia de esta formación instrumental como herramienta de los compositores de nuestra tierra.
A estas iniciativas hay que añadir la creación de la Cobla Sinfònica Catalana en 2002 y que el pasado domingo presentaba en el Teatro Principal de la ciudad su catorceavo programa de producción propia. Conducido por las substanciales intervenciones de Jordi Saura como presentador, el concierto ilustraba los polos de atracción del género: desde la transcripción a las composiciones propias; desde la canción a la suite y al poema sinfónico; desde la influencia wagneriana y posromántica en general a la sardana y la música tradicional catalana en particular; desde el lirismo apasionado a las fanfarrias espectaculares; desde el tutti más contundente a los matices de los solos de tible y tenora.
Todo incluido en una selección realizada a partir de clásicos como Festa a Ciutat de Ros-Marbà, el Poema d’amor que creix de Fèlix Martínez Comín o Tirant lo blanc de Joan Lluís Moraleda que manifiestan que la producción para cobla cuenta con autores de talento y mucho oficio, a pesar de la poca repercusión y prestigio logrados. Unas obras que la Cobla Simfònica Catalana dirigida por Marcel Sabaté ofreció desde la excelencia del conjunto y de las individualidades, con puntuales sutilezas dinámicas y de fraseo, teñidas de un romanticismo vigoroso y con cierta depuración en la tímbrica de un grupo que, a nadie se le escapa, abruma al oído en espacios cerrados.
Una solista de excepción
El concierto contó con la catalana Gemma Coma-Alabert que contagió de entusiasmo a los asistentes con unas interpretaciones empáticas e idiomáticas de las Cinco canciones negras de Montsalvatge, el Emigrant de Vives y, especialmente, Somni de Puigferrer. En una prestación emotiva y expresiva, la mezzosoprano exhibió un timbre redondo –sobre todo en el registro medio-agudo-, una emisión bien proyectada, habilidad en el color y muy buena dicción. No obstante fue un error hacerla cantar ampliada con el micrófono: su volumen es compatible con la cobla en programas como el escogido. Sobre todo si la secundan directores diligentes como Sabaté que respiran y modelan el sonido con la solista. Sería bueno que más auditorios catalanes acogiesen este proyecto. No siempre se goza de un nivel tan alto en este repertorio.
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