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Crítica: Manuel Hernández-Silva y Sergei Dogadin con la Sinfónica de la Región de Murcia

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Autor: José Antonio Cantón
18 de abril de 2025

Crítica de José Antonio Cantón del concierto de la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia con Manuel Hernández-Silva y Sergei Dogadin 

Manuel Hernández-Silva y Sergei Dogadin con la Sinfónica de la Región de Murcia

Certera adaptacion a diversidad estilística

Por José Antonio Cantón
Murcia, 12-IV-2025. Auditorio y Centro de Congresos ‘Víctor Villegas”. Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia. Solista: Sergei Dogadin (violín). Dirección: Manuel Hernández-Silva. Obras de Miguel Franco, Wolfgang Amadeus Mozart y Johannes Brahms.

   El octavo concierto de la temporada regular de la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia (ÖSRM) ha posibilitado tres alicientes que han determinado el interés general suscitado sobre su programa: el estreno en Murcia de la Sinfonía de cámara, Op. 59a de Miguel Franco, la incursión de la ÖSRM en el repertorio sinfónico mozartiano a través de la Sinfonía “París” en Re, K 297, desentrañada por un especialista en este compositor como es el maestro hispano-venezolano, Manuel Hernández-Silva, vinculado a la orquesta en el presente ciclo de conciertos como principal director asociado, y la presencia de uno de los violinistas más relevantes de su generación en el panorama internacional como es Sergei Dogadin -nacido en San Petersburgo y galardonado con  Primer Premio y la Medalla de Oro en el XVI Concurso Internacional Tchaikovsky de Moscú el año 2019-, interpretando el Concierto para violín y orquesta en Re mayor, Op. 77 de Johannes Brahms, obras que suponían una atractiva diversidad estilística.

   Con una intención conciliadora desde el punto de vista estético, el compositor murciano Miguel Franco escribió su Sinfonía de cámara, Op. 59a el año 2001, siendo dedicada al director musical asturiano César Álvarez que la estrenó en Rusia con la Orquesta Filarmónica de Tomsk el 30 de abril de 2005. Dada la prestancia de sus valores formales y su resultado sonoro, el maestro Hernández-Silva ha querido presentarla con la ÖSRM en el actual ciclo sinfónico del auditorio de Murcia como uno de sus eventos más significativos. 

   Manifestando ese oficio adquirido de hacer música y sentirla desde la panorámica que le confiere esa posición privilegiada que significa ser durante más de tres décadas solista de contrabajo de una formación tan sólida como la Orquesta de la RTVE, Miguel Franco demuestra en esta obra gran dominio del contrapunto en su primer movimiento que deja un cierto carácter danzante desde el preciso tratamiento que da a la sección de viento-madera. El sentido cantábile prevalece en el segundo tiempo, acaparando el oboe y el clarinete la singularidad de su arioso, antes de dejar el testigo a las trompas y fagotes que resolvían con gran sentido dieciochesco, dejando una satisfactoria sensación en el oyente como sucede en el ocurrente minueto subsiguiente en cuanto a su tratamiento temático, en el que Franco demuestra su delicado proceder discursivo, para terminar haciendo una elegante y discreta alusión como derivación imitativa en el último movimiento a Nino Rota después de apuntar unos estilemas a lo Prokófiev, cuya escucha dejaba una sensación muy complaciente en sí como remate de la obra. Los aplausos confirmaban esta particularidad producto del buen entendimiento y entrega del director y la orquesta en su interpretación, que les ha llevado a ser acreedores de una ampliación de la dedicatoria de esta sinfonía. 

   La aparición del mejor sonido mozartiano se produjo a continuación con la Trigésimo primera sinfonía en Re, K 297 del genio de Salzburgo. Hernández-Silva, con la clara gestualidad que le caracteriza, hizo fácil la complejidad estructural de su Allegro assai inicial, estimulando con gran sentido musical ese especial golpe de arco que requiere su ejecución implementado por una excelente actuación de Miguel Ángel Alemán, solista de timbal que materializó el determinante pulso que requiere este movimiento. Con delicada distinción, el director indicó las irisaciones sonoras que contiene el Andante central, dejando una sensación de suma elegancia en el auditorio. Éste quedaba plenamente satisfecho con el vértigo que imprimió al Allegro final, con el que la orquesta mostró todas sus cualidades puesta al servicio de una música soberbia demostrando plena identificación con el director que vino a demostrar una vez más su plenitud de entendimiento del sinfonismo clásico aprehendido en su sólida formación vienesa.

   La segunda parte estuvo ocupada por una de las obras concertantes más imponentes del periodo romántico; el Opus 77 de Brahms, servido por un lado por uno de los violinistas más prestigiosos de su generación como es Sergei Dogadin y por otro con el concurso del maestro Hernández-Silva en el manejo de su estructura sinfónica, lo que dio como resultado un equilibrio expresivo fiel con las intenciones del compositor, que hubo de padecer duras críticas cuando fue publicada esta obra dadas sus enormes dificultades técnicas y arrebatos estilísticos. 

   Con gran conjunción, tanto director como solista expusieron la diversidad temática del primer movimiento destacando el vigor con el que interpretó Dogadin la cadencia de Joseph Joachim, eminente violinista colaborador y consejero de Brahms en la composición de este concierto. Hay que destacar la belleza estática con la que ambos elementos concertantes comunicaron el Adagio central en el que el oboísta principal de la ÖSRM lució todo su arte como alternativa a los arabescos del solista, generándose un angelical efecto sonoro que se convertía en uno de los momentos más singulares de la actuación, antes del tormentoso pasaje anterior a su calmado final. Por último y con la ayuda del gran sentido musical que siempre ofrece el maestro Hernández-Silva, Sergei Dogadin se explayó técnicamente en el allegro final con una maestría digna de admiración corroborada en el momento del cambio de ritmo de la coda, pasaje culminante de la obra muy bien tratado en aras a dejar la mejor sensación posible en el auditorio que estalló en una soberbia ovación. 

   Para contrastar la solidez de exposición de esta magistral obra de Brahms, el solista quiso diluir sus tensiones con una versión distendida de un habitual bis de concierto, Flamenco Fantasy de Alekséi Igudesman, polifacético artista musical de San Petersburgo que con esta pieza deja constancia del alto nivel de su imaginativa inventiva adaptándose a uno de nuestros referentes populares más auténticos en música, cante y danza.

Foto: Juan Carlos Caval

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