Por José Amador Morales
Málaga. Teatro Cervantes. 2 de Marzo de 2018. Wolfgang Amadeus Mozart: Così fan tutte. Berna Perles (Fiordiligi), Carol García (Dorabella), Pablo García López (Ferrando), Damián del Castillo (Guglielmo) Beatríz Díaz (Despina), Enric Martínez-Castignani (Don Alfonso). Coro de Ópera de Málaga (Salvador Vázquez, director del coro). Orquesta Filarmónica de Málaga. Manuel Hernández Silva, dirección musical. Curro Carreres, dirección escénica. Producción del Teatro Cervantes de Málaga.
Estaba claro de antemano que el interés de este Così fan tutte malagueño no era pretendido, ni siquiera ilusorio. Se trataba de un reparto genuinamente nacional (en la trastienda del mundo lírico esto por sí solo, por mucho que se saque mediáticamente pecho, no quiere decir nada) juvenil y cantando Mozart, ¡y qué Mozart este Così!.
Pero claro, la dirección de Manuel Hernández Silva acreditaba por si sola el interés previo fundamentalmente por dos elementos clave para entender el, adelantemos ya, éxito incuestionable de esta representación: de una parte, su formación austríaca -vienesa para más señas- y toda la tradición que allí asimiló durante más de veinte años que le ha llevado a asumir como propias las coordenadas estéticas y musicológicas del estilo Clásico. Y de otra, el intenso e incuestionable buen trabajo que el maestro hispanovenezolano está llevando estos últimos cuatro años con la Filarmónica de Málaga, a la que llegó poco después de su recordada labor como director titular de una Orquesta de Córdoba con la que también dirigió diversas obras mozartianas (entre ellas unos inolvidables Don Giovanni y Rapto en el serrallo) con los que rubricó su afinidad con el genio de Salzburgo.
Así pues, en esta ocasión ya desde la obertura impactó el sonido orquestal sutilmente articulado, sencillo en apariencia pero tan hábilmente contrastado como matizado, así como el diálogo teatralísimo entre instrumentos solistas y las diversas secciones. Además, el acompañamiento, el “mimo”de la batuta hacia los cantantes fue exquisito y la intensidad del mismo, con esos énfasis en los recitativi acompagnati que situaban eficazmente tanto el universo interior de cada personaje como las distintas situaciones escénicas, complementando expresivamente al canto con la orquesta. Sirva de ejemplo significativo, entre otros muchos, el bellísimo “Soave al vento” como muestra de esta pureza estilística netamente mozartiana.
También fue un momento en el que se reveló la homogeneidad, admirable entrega y extraordinario rendimiento coral del reparto (que no en vano rindió a mejor nivel en los conjuntos que en los momentos solistas), algo imputable en gran parte también a la batuta. El entusiasmo de un público puesto en pie nada más bajar el telón ovacionando largamente a los protagonistas de la velada, da cuenta de ello y conste que, al comenzar la función a las nueve, se había sobrepasado con creces la medianoche.
La malagueña Berna Perles, en imparable ascenso en el panorama lírico nacional, fue una competente ‘Fiordiligi’ que tuvo su mejor momento en “Per pietà, ben mio, perdona”, más que en la tremenda “Come scoglio” en donde, en todo caso, sorteó las enormes dificultades técnicas sin comprometer la musicalidad. Su hermana en la ficción fue la mezzo barcelonesa Carol García, un punto más expresiva y con una más que aseada coloratura que supuso la réplica ideal por color y frescura. Si el cordobés Pablo García López, que paso a paso también va consolidando su carrera, se mostró comodísimo en un ‘Ferrando’ pleno de frescura en los recitativos y encanto en las arias, el ‘Guglielmo’ del jiennense Damián del Castillo mostró una voz de importante volumen y proyección, no exenta de brillo, a la que aún le queda margen para controlar y dotarla de más matices. Muy bien en lo teatral el ‘Don Alfonso’ de Enric Martínez-Castignani, algo rígido vocalmente de partida aunque fue a más a lo largo de la representación. Su compañera de intrigas fue la asturiana Beatriz Díaz, muy desenvuelta y divertida en escena como corresponde a ‘Despina’ y muy solvente a nivel vocal para el personaje.
La sencilla producción del propio Teatro Cervantes dirigida por Curro Paredes, ha sido suficiente, pese a su enorme austeridad y a unos irrelevantes y poco entendibles proyecciones videográficas (¿moda?, ¿esnobismo tecnológico?), gracias a una lograda e interesantísima dirección de actores que, en clara sintonía con el foso, ha puesto de manifiesto la intensidad dramatúrgica, la atinada caracterización así como las líneas esenciales de este dramma giocoso.
Tanto la orquesta como el coro malagueño se presentaron adecuadamente maleables como fantástica fue la labor de José Miguel Román al clavecín.
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