Concluye la 9ª edición del Festival Internacional de Música de Cámara «Málaga Clásica» organizado por los violinistas Jesús Reina y Anna Margarite Nilsen.
La sugestiva sonoridad del violín
Por José Antonio Cantón
Málaga, 4 y 6-XI-2021. Teatro Echegaray. IX Festival Internacional de Música de Cámara «Málaga Clásica». María del Mar Jurado Jiménez, Koh Gabriel Kameda, Erzhan Kulibaev, Alissa Margulis, Anna Margrethe Nilsen, Irene Ortega, Jesús Reina (violines), Rumen Cvetkov y Laura Romero Alba (violas), Tilman Mahrenholz y Gabriel Ureña (violonchelos), David Martínez (guitarra), Mercedes Enciso, Antonio Ortiz y Julien Quentin (piano), y Mariola Cantarero (soprano). Obras de Bellini, Bériot, Cardillo, Curtis, David, Heifetz (arreglos de Debussy y Gershwin), Kreisler, Laclair, Monasterio, Paganini, Rossini, Sarasate, Spohr, Suk, Tartini, Viotti y Wieniawski.
Diecisiete intérpretes para el mismo número de compositores han integrado la programación del cuarto y sexto conciertos de la novena edición del Festival ‘Málaga Clásica’ en los que el violín se ha convertido en centro de atención primordial, orientado en el primer caso hacia la gran violinista lituano Jascha Heifetz, atento y gran intérprete en la difusión de pequeñas piezas, y cuya figura se hacía de algún modo presente en el título dado al programa, ‘El violinista de Dios y los profetas’.
Con tal planteamiento, se escucharon dos obras de intención amorosa como fueron Love Song nº 1 op.7 de Josef Suk y Liebesleid de Fritz Kreisler, interpretadas por Reina y Kuliabev, respectivamente, acompañados al piano por Antonio Ortiz, obras que vinieron a enunciar la diversidad de contenido de esta jornada según comentó Jesús Reina antes de iniciarse la actuación. La maestría del profesor alemán Koh Gabriel Kameda, con su stradivari ‘Holroyd’ de 1727, y la temperamental musicalidad de la también alemana Alissa Margulis alcanzaron un alto nivel de virtuosismo con tres intervenciones a dúo entre las que destacó por su enjundia creativa el Aria española op. 113 nº 6 del belga Charles Auguste de Bériot, desarrollada en un gracioso y moderado tiempo de bolero inmerso en un fino estilo galante de esencia romántica. Esta primera parte del programa concluyó con una versión de la Polonesa de concierto nº 1 en re mayor, op.4 de Henryk Wieniawski, con la que este compositor y violinista polaco se hizo famoso en las salas de conciertos de Europa a mediados del siglo XIX. Kulibaev y Ortiz entraron con gran determinación en el aire sincopado de su ritmo, consiguiendo uno de los mejores aplausos de la velada.
Su segunda parte fue ocupada por cuatro piezas escogidas de la colección Bunte Reihe, op.30 del violinista alemán Ferdinand David, en las que se pudo disfrutar del aquilatado arte del dúo formado por Nilsen y Quentin, de manera especial en el trepidante sexto episodio del número dos, Im Sturm, dada su alta exigencia técnica. Dos delicadas versiones de Debussy (Beau soir) y Gershwin (It ain't necessarily so) de Jasha Heifetz fueron interpretadas por Erzhan Kulibaev y Antonio Ortiz al piano con el esencial y particular sentido que necesitan estos compositores, destacando el cadencioso swing que requiere la canción del músico neoyorquino. El concierto terminó con una sentida interpretación de Reina de Adiós a la Alhambra de Jesús de Monasterio y del Capricho vasco de Pablo Sarasate con el seguro acompañamiento del mencionado pianista, que volvía a tener otra muy destacada actuación después de su maratoniana intervención en la primera jornada del Festival.
Éste se clausuró con un homenaje a Niccolò Paganini, de ahí su título, ‘El virtuoso y el diablo’, aludiendo a la leyenda del pacto del mítico violinista genovés con el diablo y a su siniestra cinética corporal cuando tocaba. Kulibaev volvió a brillar con las Sonatas 1 y 4 de la colección Centone di sonata, op. 64, MS 112, para guitarra y violín muy bien acompasado por el guitarrista granadino David Martínez, que dejaba la impronta del mejor estilo italiano con su instrumento, lo que significaba un momento de contrastado interés estético para el oyente. Seguidamente Alissa Margulis hizo un exhibición de virtuosismo integral, tanto en concepto como en técnica, con la famosa Sonata en sol menor «El trino de diablo» de Giuseppe Tartini. Su actuación se convirtió en una de las referencias del Festival por la expresividad que manifestó en el afectivo larghetto con el que se inicia, la concisa emisión del sonido en el segundo movimiento y la apoteosis de su trinos en el Andante y Allegro finales, que siempre fueron ejecutados y emitidos favoreciendo el valor musical de la melodía superpuesta.
Un actuación apasionada de la soprano granadina Mariola Cantarero, acompañada al piano por Mercedes Enciso, sirvió para relacionar el estilo belcantista con sus transcripciones para violín. Interpretó dos canciones napolitanas, Core’ngrato y No ti scordar di me de Salvatore Cardillo y Ernesto De Curtis, respectivamente, y sendas arias de las óperas La Sonámbula de Vincenzo Bellini y Semiramide de Gioacchino Rossini, que levantaron entusiastas aplausos.
Una de las obras más representativas del repertorio de música de cámara del violinista alemán Ludwig Spohr, su Sexteto de cuerda en do, op. 140, sirvió para dar término a este concierto de clausura del Festival. Fue destacado el lucimiento del violista Rumen Cvetkov en el tema principal del primer movimiento, cuyo vibrante motivo realizó con gran lirismo, convirtiéndose así en el líder de su discurso, que fue acertadamente contrastado por su compañera de instrumento, Laura Romero Alba. También fue muy significativa la función dramática de Jesús Reina como primer violín en el Larghetto. Tal cometido fue irradiándose a los otros cinco instrumentos con la intervención de Anna Margarite Pilsen en su labor de apoyo y enlace armónicos. Este tiempo fue seguido por un rítmicamente contenido scherzo bien contra-cantado en su aire de ländler por los violonchelistas Gabriel Ureña y Tilman Mahrenholz, para llegar a un Fínale-Presto que tocaron todos con resolutiva intensidad, realizando un final espectacular, contrastado por sucesivas apariciones del tema del Scherzo anterior.
Con una variada y amplia muestra de la sugestiva expresividad sonora del violín y la de los otros instrumentos que conforman la familia de la cuerda, concluyó este IX Festival ‘Málaga Clásica’ que, gracias a Jesús Reina y Anna Margarite Nilsen, cada año se erige en singular exponente de la rica oferta de música de cámara que cada temporada se produce en la «Ciudad del Paraíso», poético apelativo con el que Vicente Aleixandre quiso reflejar su amor y admiración por Málaga.
Fotos: Festival Málaga Clásica
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