Por F. Jaime Pantín
Oviedo. 15-XII-2020. Auditorio Príncipe Felipe. Jornadas Internacionales de Piano «Luis G. Iberni». Luis Fernando Pérez, piano. Isaac Albéniz, Suite Iberia.
El pasado martes se reanudaban los conciertos del ciclo pianístico «Jornadas Internacionales de Piano Luis Iberni» con un recital del prestigioso pianista español Luis Fernando Pérez, en un programa monográfico conformado por la Suite Iberia de Isaac Albéniz en su audición integral, obra que supone una de las cumbres de la literatura para piano de todos los tiempos. La contrastada solvencia del pianista madrileño en este tipo de repertorio convertía este recital en una de las citas más llamativas de la temporada, pero el parón cultural motivado por la pandemia, unido a una insuficiente información sobre la reanudación de los conciertos, motivó una muy escasa afluencia de público. Lo cierto es que la reapertura de los eventos culturales en la región era noticia conocida desde hace casi una semana, por lo que resulta extraño que la vuelta de un ciclo que ha colocado a la ciudad entre los foros pianísticos internacionales de mayor relevancia, no haya tenido la difusión adecuada, algo que, cuando menos, merecería una explicación desde la concejalía de cultura.
La visión de una sala desangelada no arredró a Luis Fernando Pérez, quien, con hambre de música y escenario, se aplicó a la interpretación de esta obra monumental con valentía y entusiasmo desbordante, servidos por una técnica amplia y brillante y el conocimiento profundo de una música de la que él es uno de los exponentes de referencia en la actualidad, una vez que los grandes iconos de Iberia ya no están con nosotros- aunque sí lo están sus testimonios imperecederos- y la investigación musicológica e instrumental sigue aportando nuevas luces a una música con vocación de eternidad.
Luis Fernando Pérez plantea estas doce piezas desde un prisma más pasional que analítico, lo cual en ocasiones produce ciertos desequilibrios en la exposición de una música que, más allá de su vocación impresionista o descriptiva, se basa en estructuras formales de gran solidez, en las que factores como el equilibrio, la proporción y la relación entre los diferentes elementos que la conforman alcanzan niveles cercanos a los grandes modelos clásicos. Un rubato que no cesa, pasión que lleva el clímax hasta lo paroxístico, tendencia al agitato como elemento conductor de la expresión y una presencia sonora en ocasiones opresiva, que soslaya deliberadamente las sutilezas dinámicas y que busca y consigue una dureza berroqueña en determinados acentos, conforman los aspectos esenciales de una versión in crescendo que termina por enganchar al público desde la emoción directa producto de una energía sorprendente y aparentemente inagotable.
Encomiable trabajo de pedalización, que contribuye a la creación de atmósferas sonoras sugerentes y que consigue casi siempre dar continuidad a unos bajos que se erigen en pilares de esta música, tantas veces perdidos en muchas versiones y cuya presencia Albéniz anota con mimo en sus manuscritos. Es en las coplas centrales, que aparecen en casi todas las piezas, donde el pianista madrileño da lo mejor de sí mismo. La emoción, la nostalgia, la ternura y la dicción apasionada impresionan especialmente en Rondeña, Almería, Corpus en Sevilla o Jerez. Menos convincente se muestra en la exposición de los diferentes ritmos populares sobre los que se basan la mayoría de las piezas. Un rubato algo prematuro desequilibra la exposición de Evocación, así como la conocida Tarara que ilustra la procesión de Corpus en Sevilla se ve alterada en su ritmo por la prolongación de unos silencios cuya finalidad expresiva no se acaba de entender. La guajira que da comienzo a Rondeña aparece algo desvirtuada por el efecto de una velocidad excesiva y las paradas en la introducción de El Albaicín no por llamativas resultan interesantes.
Los desarrollos, muchas veces rapsódicos, de las secciones centrales de las distintas piezas concentran los aspectos instrumentales de mayor exigencia en una obra que, pese a su gran dificultad, no posee vocación virtuosística. Luis Fernando Pérez aborda estos momentos desde los presupuestos de un pianismo romántico de inspiración lisztiana, con sonido brillante y expansivo y derroche pasional que alcanza momentos de plenitud, especialmente en el último tríptico de la colección, quizás el más complejo y enigmático en su virtuosismo quintaesenciado.
El escaso pero atento público agradeció calurosamente la intensidad de una versión que sin duda habrá de madurar pero que ya hoy muestra valores indiscutibles.
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