Artículo de Nuria Blanco Álvarez sobre la gran soprano valenciana Lucrezia Bori y su ayuda a Valencia en las históricas inundaciones de 1957
Lucrezia Bori, la soprano que ayudó a Valencia en las inundaciones de 1957
Un artículo de Nuria Blanco Álvarez | @miladomusical
En unos momentos tan trágicos para España como los que estamos viviendo por los terribles estragos de la DANA que ha asolado principalmente la zona de Valencia, observamos con horror lo que está sucediendo y queremos aportar nuestro granito de arena recordando cómo la música pudo ayudar en la anterior gran inundación valenciana, provocada por el desbordamiento del río Turia en octubre de 1957. Tras aquella catástrofe se decidió desviar artificialmente el curso de ese río, hecho que ha supuesto que la de ahora no haya sido aún peor de lo que ya es.
Por entonces, «la Primera Dama de la Metropolitan Opera House», como así se conocía en Estados Unidos a la gran soprano valenciana Lucrezia Bori, ya estaba retirada de los escenarios, pero seguía muy activa en labores filantrópicas y solidarias, tal y como ya explicamos en nuestro artículo para Codalario «Lucrezia Bori, la diva española que salvó al Metropolitan».
Lucrezia Bori (Valencia, 1887-Nueva York,1960) es una gran desconocida en España, donde nunca cantó en ningún teatro a pesar de haber sido la prima donna de la Metropolitan Opera House durante diecinueve temporadas y participar en más de seiscientas representaciones en el teatro neoyorquino. A ella se le encomendaron los estrenos estadounidenses de nueve óperas, entre ellas La vida breve de Falla, e incluso un estreno mundial, Peter Ibbetson de Taylor. Fue la primera Despina en pisar un escenario estadounidense y el propio Puccini la eligió para el estreno parisino de Manon Lescaut. Participó en un total de veintiocho títulos diferentes a lo largo de su extensa trayectoria con la Compañía del Metropolitan (1910-1936), especialmente del repertorio italiano y francés, copando los papeles protagonistas. Trabajó con los mejores directores del momento, como Arturo Toscanini, y compartió escenario con artistas de la talla de Enrico Caruso, Beniamino Gigli, Giacomo Lauri-Volpi y Miguel Fleta. En sus inicios tuvo que afrontar un grave problema en sus cuerdas vocales que la alejaron de los escenarios durante años y, contra todo pronóstico, pudo volver al teatro, brillando como antes. Su excelsa voz y la elegancia de su línea de canto, así como su presencia escénica, hicieron que fuera reconocida como una verdadera diva para el público americano.
Muy apegada a su tierra valenciana, a pesar de vivir la mayor parte de su vida en Nueva York, no dejaba de visitarla siempre que tenía ocasión, especialmente en el verano, y en ella se instaló durante la etapa más difícil de su carrera para recuperar su voz perdida. Siempre volcada en causas altruistas, no dudó en organizar un extraordinario concierto a beneficio de los damnificados por la tragedia de 1957 en Valencia. En abril de 1958, el público abarrotaba el Town Hall Theatre en la calle 43 de Nueva York, incluyendo entre los asistentes al Embajador de España en Estados Unidos. La gala contó con la soprano española Victoria de los Ángeles y otros dos artistas valencianos, los pianistas Amparo y José Iturbi. El evento finalizó con la interpretación a coro por parte de buena parte del público, de la conocida canción Valencia de Padilla. Se consiguieron 14.000 dólares a través de la venta en taquilla, pero Lucrezia recaudó un total de 50.000, gracias a la recolecta de donativos y a diversas subastas, como la de un billete de avión de ida y vuelta a Valencia y una acuarela de Salvador Dalí. Sin olvidarnos del gusto de Lucrezia Bori por los perfumes, consiguió que la empresaria Elisabeth Arden se implicara en el asunto, y creara un perfume conmemorativo al que llamó Valencia, con cuya muestra obsequió a todas las señoras asistentes al recital y decidió donar el 10% de las ventas del mismo en España durante un año.
Lucrezia Bori con autoridades valencianas y el cónsul de EEUU
Bori quiso hacer entrega personalmente de este dinero y el 4 de junio viaja a Valencia para donar al alcalde la recaudación. En agradecimiento por ello, al año siguiente, el Ayuntamiento de la ciudad celebra un homenaje en su honor, en el que se le dedica una calle con su nombre en el barrio de La Fuensanta, justamente en el grupo de viviendas levantadas con sus fondos para albergar a las familias que se habían quedado sin hogar por aquella catástrofe natural.
Foto de una calle dedicada a Lucrezia Bori en Valencia
También algunos artistas valencianos se vieron favorecidos por la ayuda de Bori y, como muestra de gratitud, la obsequiaron con un precioso abanico de nácar y oro con el rostro de la cantante pintado en el centro por Peris Aragó, con los tradicionales aderezos valencianos en su cabello luciendo además pendientes típicos.
Abanico de Lucrezia Bori
En su discurso en el acto de descubrimiento de la placa de la calle con su nombre, la soprano señaló:
«Acepto emocionada este honor que me hacéis, no como un homenaje a mí, que, modestamente, no creo merecer, sino como una cariñosa manifestación a ese pueblo americano que tan generosamente respondió al grito que salió de mi corazón para socorrer a la ciudad que me vio nacer y que, aunque lejos de ella la mayor parte de mi vida, nunca la olvidé».
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