Una entrevista de Agustín Achúcarro
Lucía Martín-Cartón ha crecido al abrigo del historicismo musical, aunque desecha etiquetas y sabe y ha demostrado que una cantante no está atada a ningún repertorio concreto. La soprano lleva una carrera sin prisas, lo que le ha permitido adquirir una sólida formación musical puesta al servicio de una voz que se mueve con desenvoltura. Del violín pasó al canto y de cantar en coros a hacerlo como solista. El poder trabajar con William Christie representó para ella un cambio de mentalidad y profesional. Sabe de las dificultades que conlleva cantar y por eso disfruta cada momento de una vida como cantante que la sonríe. Es una más de esas cantantes españolas muy preparadas, a las que se les ha dado más oportunidades fuera que en su propia tierra, pero eso no le agobia, pues cree que cuando tenga que llegar ese momento llegará.
¿Qué opina de este aforismo?: “Para cantar además de todo hay que tener voz”
Hay muchas cosas que influyen a la hora de cantar, y más hoy en día, pero creo que lo más importante es la voz. Por otra parte es verdad que es fundamental el modo de expresar, el que a la gente le llegue lo que pretendes, por lo que evidentemente hay muchas cosas que rodean al canto que son necesarias. Pero, aun así, sigo pensando que para mí la voz es muy importante.
¿Qué le influyó en sus comienzos?
He estado muy rodeada de la música desde pequeña en mi casa. Mi padre es músico, mi hermana también, dedicada a la faceta de la pedagogía, y yo empecé estudiando violín. Y en ese momento, aunque me gustaba mucho cantar, de hecho lo hacía en coros, no lo tenía precisamente decidido. Inicialmente lo importante es la formación musical que puedas recibir, que a mí me llegó en esos momentos a través de mis estudios de violín, que no continué, pues era un instrumento que aunque me gustaba no acababa de llenarme y necesitas muchas horas de estudio para sacarle un sonido. Cuando empecé a dedicarme al canto no pensé que fuera a hacerlo de manera profesional.
¿Y cuando comienza a plantearse el dedicarse de lleno al canto?
Cuando me marché a Roma a hacer un Erasmus con la Universidad estuve un año estudiando canto con una maestra y entonces me dije: yo quiero dedicarme a cantar. Así que en el 2006 me marché a estudiar a Valencia. Me quedaban dos años del grado medio, que había comenzado en Valladolid, lo terminé allí e hice el superior, y según iban pasando los años fue cuando empecé a pensar seriamente en que me gustaría hacer del canto mi profesión. Tras mi paso por Valencia realicé un máster de música antigua en Barcelona en la SMUC, pues creo que es una ciudad muy abierta a todo lo que pasa fuera. Y me decanté por la música antigua, barroca, porque consideré que al principio, cuando no te conoce nadie, es más fácil acceder a este mundo y conocer a sus directores. Vino todo muy rápido, pues la cosa funcionó y la verdad es que desde que terminé el máster no he dejado de tener trabajo, he tenido suerte en ese sentido.
¿En qué grado piensa que sus decisiones van determinando el desarrollo de su voz?
Hay que tener un poco de cuidado con las cosas que se deciden hacer, pues a veces de primeras algo te resulta muy atractivo y antes de dejarte impresionar por ello debes pensártelo y examinar las consecuencias que puede tener para la voz, que a lo mejor no está en ese momento desarrollada para hacerlo. Creo que uno nota que internamente algo le dice que no debe hacerlo, y con todo el dolor de corazón se debe decir que no y esperar.
¿Y eso se lo puede permitir un cantante? ¿el mercado no pasa factura?
Bueno, es verdad que es importante estar visible y en activo, pues es un mundo que tiene algo de efímero, de modas, pero si se quiere tener una carrera larga hay que intentar hacer lo que se considera, aunque uno siempre se va a equivocar. Hay que lidiar entre lo que exige el mercado y lo que entiendes que puedes hacer.
¿Es cierta la imagen de los músicos clínex?
Yo acabo de empezar, pero sí creo que esto funciona un poco así. Llama mucho la atención la juventud, así que en cuanto alguien deslumbra por la voz y tiene veintiún años el mercado lo aprovecha. Tengo compañeros muy jóvenes y por experiencia creo que de haber empezado con muchos menos años, aunque tampoco yo empecé mayor, no lo hubiera vivido de la misma forma, pues las cosas se asientan con la edad. Cuando estuve en Le jardín de voix tenía 29 y mi compañera Lea 21, y es una cantante excepcional, pero para mí es ser demasiado joven. Quedan muchos años por delante y creo que la cabeza influye mucho en la voz debido al desgaste emocional y a las frustraciones que produce esta profesión, por las veces que te dicen que no o por las cosas que simplemente no salen.
¿Cómo asume la llamada soledad del cantante?
Pienso que se aprende a llevarlo. A veces pasas mucho tiempo fuera de casa, muchas horas en los hoteles, en los aviones, y hay momentos en que se lleva mejor y otros peor, pero al final hay que aprender a estar lo mejor posible con una misma, con independencia de la producción en que estés o cómo te lleves con los compañeros. Hay que intentar estar lo mejor posible, saber que lo que pasa forma parte de tu profesión y no tomar las cosas de una forma personal, pues al fin y al cabo es trabajo.
¿Cuál es su solución de emergencia cuando se siente agobiada?
No tengo ni idea... Bueno, para mí la familia es un gran apoyo. Hay cantantes con los que me llevo muy bien y nos podemos poner los unos en la piel de los otros. Procuro conectar con la gente querida, con la familia, porque sí, sí es importante tener puntos de apoyo.
¿Cómo es Lucía Martín a la hora de cuidar su voz?
Intento no obsesionarme, pero hay ciertas cosas con las que una debe estar atenta, como pueden ser los viajes. Acabo de llegar de Australia, con un vuelo de 24 horas, y en los aviones voy cubierta hasta arriba, con mi mascarilla, pero es que los aires acondicionados son horrorosos y más en un espacio tan cerrado. En el resto de mi vida, en el día a día, soy bastante normal. Cuando estás inmersa en una producción intentas dormir, descansar, pero a veces no se puede. Lo que tengo claro es que si he tenido un esfuerzo vocal excesivo ante determinada producción debo plantearme descansar; por ejemplo, los tres días siguientes no cantar y retomar poco a poco. En todo caso intento no obsesionarme mucho y tener una vida lo más corriente posible.
¿Qué supuso para usted su paso por Le Jardin des Voix con William Christie?
Bueno, ha sido una de las experiencias más importantes que he tenido en mi vida. Al principio, cuando me seleccionaron, no me di cuenta de la magnitud que tenía, al margen de que no me lo esperaba. El poder trabajar con William Christie y Paul Agnew ha supuesto algo muy grande para mí, al margen de que a partir de ahí me ha conocido mucha gente. Además he sido muy afortunada, pues lo normal era estar en tu promoción, la mía fue la de 2015, es decir un año, y nosotros volvimos a hacer una gira en 2016: en enero por ciudades francesas y Varsovia, y en octubre en ciudades como Tokio o Shangai. Realizamos un programa muy bonito, que gustó mucho, que mostraba lo mejor de cada uno de los cantantes.
¿Qué le ha enseñado esta experiencia?
Personalmente el compartir tanto tiempo con gente que no conoces te ayuda a medir tus energías y adaptarte a personas que son muy diferentes a ti, pues tienes que trabajar día a día, comer con ellos, convivir durante un tiempo, y esto te enriquece mucho. Christie es un músico excepcional, como ha demostrado a lo largo de su carrera, y creo que este proyecto es muy especial para él, pues somos sus protegidos, los cantantes jóvenes que ha elegido y en los que confía, y le gusta darles salida. Nos ha tratado muy bien, siempre pendiente de cómo estábamos.
A nivel de resistencia, con un mes de ensayo y la gira en dos meses con 22 conciertos, te enseña a medirte, a saber cuándo necesitas un momento de pausa, dónde están tus límites.Te sirve para diferenciar aquello que te viene mejor de lo que te viene peor, lo que puedes y no puedes hacer. Y ves toda esa cantidad de gente que se mueve a tu alrededor, el que va a ver cómo están las luces o los que montan el escenario, y eso es algo que no vives en la etapa de estudiante.
Qué opina de etiquetar la voz, de la especialización.
Creo que los diferentes mundos del arte no están tan lejos. Es cierto que la vocalidad que exige una ópera de Puccini está muy distante de una de Monteverdi, pero entre Händel y Mozart es prácticamente lo mismo, aunque estilísticamente no lo sea. Creo que ha habido un momento en que se diferenciaba mucho entre la gente que se dedicaba al Barroco y al resto, pero eso son barreras que ahora se están rompiendo. Además en la propia historia de la música las cosas que venían llegaban porque existía una relación evidente con lo anterior.
Háblenos de lo que más le satisface del mundo de la ópera y del recital.
En la ópera es muy divertido poder encarnar a un personaje que te da un abanico muy amplio de posibilidades, arriesgar, vivir la escenografía, el vestuario, el maquillaje. Es muy entretenido el que puedas explotar cosas que en la vida real no son tuyas. El recital es completamente opuesto, es mucho más íntimo, supone un dialogo entre los intérpretes y el público. Y también es más expuesto, pues estás más desnudo ante el espectador, pero también te obliga a mostrar más colores, para suplir esas cosas que en la ópera te lo proporciona el movimiento o el vestuario. Son mundos muy diferentes, pero interesantes los dos, y ambos te permiten explorar muchas cosas.
Y cuando la dirección de escena o la musical no le convencen.
Yo he tenido mucha suerte con esto. La verdad es que me adapto muy bien, aunque, claro, cuando te piden que por ejemplo cantes muy atrás en el escenario y eso supone que no se te escuche muy bien… No es menos cierto que hay muchos ensayos y todo se puede hablar. La verdad es que hasta ahora no he vivido malas experiencias.
Participar en El Mesías de Australia, debutar el personaje mozartiano de Zerlina… ¿Qué ha supuesto esto en su carrera?
Lo del personaje de Zerlina ha sido en Italia, en una producción algo particular, con un diseñador que se llama Barnaba Fornasetti, en la que los decorados eran de él y el vestuario era modernista. Es verdad que en estos momentos me apetece meterme más en el mundo de la ópera mozartiana. Me encantaría interpretar el papel de Susana, de Despina, un montón de personajes, pues haciendo una ópera siempre descubres facetas de tu personalidad. Piensas que nunca tendrías determinada reacción y descubres que lo estás haciendo. Lo de El Mesías ha sido algo muy gratificante, ya que tenía el atractivo de que era escenificado, y no ha sido nada fácil pues hicimos ocho interpretaciones seguidas.
Y también imparte docencia ¿Cómo se ve al otro lado de la barrera?
No doy muchas clases porque no tengo mucho tiempo y se necesita dedicación. Cuando era estudiante necesitaba tener una continuidad con la profesora y como profesora querría hacer lo mismo. En todo caso aprendes a poner en palabras lo que uno va haciendo, a explicar muchas cosas que se basan en sensaciones y para las que se emplean terminologías que pueden no parecer coherentes, como cuando para explicar una determinada forma de emitir dices: aquí subes los pómulos. Aunque, como he dicho, no me he dedicado mucho a ello, sí he tenido esa experiencia con el Coro joven de Andalucía con Luis Vilamajó, y esto me ha permitido desarrollar esta parte un poco más y, la verdad, me aporta mucho.
¿Sigue recurriendo a la orientación de sus profesores?
Actualmente no estoy en contacto con mis profesores del conservatorio, pero sí intento contar con algunas personas como referencia, a las que poder escuchar una opinión desde fuera, pues eso es muy importante. Es fundamental grabarse a uno mismo y atender a la gente de la que te fías, que también pueden ser los pianistas con los que estás trabajando.
¿Algunos de los problemas técnicos que se plantean a lo largo de una carrera tiene una base psicológica?
Pienso que fundamentalmente surgen de vicios que se cogen y luego cuesta mucho quitar y, claro, lo psicológico también cuenta. Creo que en el momento que uno no está convencido de lo que hace, no se siente satisfecho, consigue que la pelota se vaya haciendo cada vez más grande y al final aparezcan problemas que antes no había. El inconveniente que tiene el canto es que todo nos afecta, incluso un problema personal, que quizá pueda acabar produciendo problemas técnicos, a lo que hay que sumar que la voz puede cambiar mucho.
Ante esto, ¿en manos de qué profesional se pondría?
Yo no he tenido problemas graves.Todos hemos padecido una afonía, que normalmente surge cuando estás forzando demasiado y tienes que seguir trabajando, lo cual acaba siendo contraproducente pues el cuerpo llega un momento en que no da más de sí. Recurrir a medicamentos como los corticoides se debe evitar lo más posible, pues los efectos son devastadores. Lo que hay que hacer es descansar y recuperarse y no seguir forzando. El mundo de los médicos me da pavor, y cuando un compañero me dice que tiene que operarse por un problema siempre pienso que ojalá a mí eso no me ocurra nunca.
¿Y cómo es Lucía Martín fuera del trabajo?
Me gusta mucho estar con mis amigos y mi familia. Me encanta el poder volver a casa. Y a pesar de que viajo mucho me encanta hacerlo por mero placer. Y también me gusta el cine.
¿Qué piensa que le deparará su voz en el futuro?
No sé por dónde va a evolucionar. Creo que con el tiempo y la experiencia se consigue que se asiente, con lo que ganas en confianza, y eso te permite abordar repertorios que en otro momento pensabas que eran imposibles. Me gustaría adentrarme más en el mundo clásico, hacer Mozart y Rossini, y arriesgar con ellos. Antes yo quería controlarlo todo, estudiar al cien por cien, y ahora soy más arriesgada, por lo que pienso que Rossini, con tantas agilidades, me permitiría el explotar, el arriesgar, algo que en un momento dado de mi vida me costaba mucho por mi carácter perfeccionista, pero estoy convencida de que ahora es el momento, porque me dejo llevar mucho más y permitiría que la voz se explayara.
¿Qué proyectos tiene?
Próximamente intervendré en La pasión según San Juan de Bach, en la que canto no solo las arias sino también los corales. Será en el Palacio de Versalles con La Chapelle Harmonique. Tengo varios proyectos con la Cappella Mediterranea, que incluye Nabucco de Falvetti, y ahora que ya no vivo en Valencia, bueno, ni allí, ni en mi ciudad, Valladolid, tengo un concierto en el Palau de la Música de Valencia con la Capella de Ministrers en torno a la virgen, con las sopranos Carmen Romeu y Aurora Peña. Siempre te hace ilusión que entre el público estén amigos de tu época de estudiante. Además en noviembre haré una gira por Argentina que incluye el Teatro Colón de Buenos Aires, participaré en Orfeo de Monteverdi con Savall, en julio me espera Alceste de Lully con Christophe Rousset, incluida la grabación de la ópera, y en diciembre volveré con William Christie en la producción de la Selva morale e spirituale de Monteverdi.
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