APLAUDIDÍSIMA LUCIA
Director: Guillermo García Calvo. Director de escena y vestuario: Filippo Sanjust. Director coral: Thomas Richter, Enrico: George Petean; Lucia, Patrizia Ciofi; Edgardo, N. N.; Arturo, Alvaro Zambrano; Raimondo, Arutjun Kotchinian; Alice, Rachel Hauge; Normanno, Jörg Schörner; Coro de la Deutsche Oper de Berlin; Orquesta de la Deutsche Oper de Berlin.
El pasado 20 de diciembre disfrutámos de una nueva versión de Lucia di Lammermoor dirigida por el director de orquesta español Guillermo García Calvo en la Deutsche Oper de Berlín. La obertura de Lucia ya nos habla desde el principio de la obra, de un drama profundo, de un dolor pesante, representado por los puntillos de los timbales y los trombones, que suspiran a duras penas tras una pequeña luz que parece sugir de los oboes y las flautas. Fue un acierto por parte de García Calvo potenciar el efecto de marcha fúnebre de la obertura, formando así un círculo con el final de la ópera, como si la obertura fuera la música que acompaña los féretros de los dos amantes.
La obra ganó calidad según se iba desarrollando, aunque la antigüedad de la tramoya le restó continuidad y un ruido de fondo que en ocasiones impedía escuchar con claridad la música, algo imperdonable para un teatro como la Deutsche Oper. Asimismo, encontramos problemas técnicos, en este caso de la luz. En el «T'allontana sciagurato», por ejemplo, parte final del segundo acto, las luces se apagaron antes de que terminase la música, en la mitad del agudo de Lucia. Otro de los problemas sonoros presente en muchas versiones de obras del XIX es el control de la potencia de la orquesta.
Los instrumentos, especialmente los de viento, no estaban tan perfeccionados como los actuales, ni su sonido era tan fuerte. También hubo ocasiones, más bien pocas, en que la orquesta estaba varios niveles por encima de las voces de los solistas. En general, sin embargo, el diálogo entre ambos fue irreprochable, especialmente en dúos como «Se tradirmi tu potrai», en el que parece que el tiempo tiene, según la interpretación tradicional -también respetada en esta versión-. García Calvo no se limitó al tópico -que vale la pena ir desmontando- de que las obras belcantistas tienen que simplemente llevar el pulso para que los solistas se luzcan.
Su intento de contención de la sonoridad de la orquesta fue evidente, al igual que el tratamiento de los finales de las arias y dúos, a los que llegó de forma resolutiva pero no conclusiva, algo difícil de conseguir en finales tan afirmativos como los de Donizetti, pero al mismo tiempo, la única forma de conseguir mantener la tensión y la continuidad.