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CRÍTICA: 'LOS CUENTOS DE HOFFMANN' EN EL TEATRO DEL LICEO DE BARCELONA. Por Alejandro Martínez

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Autor: Alejandro Martínez
28 de febrero de 2013
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CUENTOS SIN HOFFMANN
Les contes d´Hoffmann, J. Offenbach. Gran Teatro del Liceo, 23/02/2012 

       El Liceo presentaba unos Cuentos de Hoffmann marcados por dos singularidades: por un lado se escogía una versión musical, a cargo de Jean-Christophe Keck y Michael Kaye, que rescataba fragmentos inéditos; Por otro lado, se presentaba la labor escénica de Laurent Pelly como una nueva producción, a pesar de las grandes similitudes con un anterior trabajo suyo sobre este mismo título. Se sumaba a todo ello una serie de cambios en los repartos previstos, comenzando por el rol titular, que en origen estuvo encomendado a V. Grigolo y que recayó finalmente en Michael Spyres en el primer reparto (Ismael Jordi hizo lo propio en un segundo cast). Además, Natalie Dessay, había anunciado en un principio que se haría cargo de los cuatro roles femeninos principales, pero repensó su compromiso (creemos que en una muestra de cordura) y se limitó a interpretar el papel de Antonia. Lo mismo sucedió con Eglise Gutierrez en el segundo cast, que limitó finalmente su cometido renunciando a la parte de Olympia. En el caso de Dessay, no deja de ser curioso, y hasta inquietante, que se haya tenido que conformar con cantar un rol, el de Antonia, que fallece por su resistencia a renunciar al canto.
       Respecto a la primera cuestión, la nueva edición musical escogida para estas funciones, lo cierto es que rescata páginas que tienen un limitado atractivo para el oyente, como las escenas que cierran el tercer acto y todo el epílogo. Asimismo, es inevitable echar de menos dos páginas tan vistosas y musicales como "Scintille diamant" y "Hélas, mon coeur s´egare encoré", por ejemplo. El resultado es una versión de interés musicológico, qué duda cabe, pero de cuestionable atractivo teatral, al menos para nuestro gusto.
       Por cuanto hace a la propuesta escénica de Laurent Pelly, es inevitable advertir las similitudes entre el trabajo firmado para el Liceo y el que pusiera anteriormente en escena en Lausanne hace diez años. El Teatro Real juega con el espectador con la engañosa fórmula de "nueva producción en el Teatro Real". Quizá a eso se refería el Liceo en esta ocasión, pero olvidó especificarlo...

      Titulamos esta crónica con el provocador y quizá exagerado enunciado de unos "Cuentos sin Hoffmann". No cabe duda de la musicalidad y el empeño de Spyres en su labor con el rol titular, pero no es menos evidente la escasa fascinación de su instrumento y el constante esfuerzo que le supone esta parte, no porque sea endiablada, sino porque Spyres no tiene en regla algunas competencias técnicas fundamentales, como la referente al pasaje. La voz se estrangula y atenúa sobremanera en el ascenso al agudo. Algo que no deja de sorprender en un tenor que llena su agenda con roles de baritenor rossiniano, como su próximo compromiso en el Covent Garden con La donna del lago. Spyres defraudó como protagonista, pues, tanto por sus carencias técnicas, que llevan al oyente a estar más tenso en atención a su posible quiebra que a dejarse llevar en el devenir teatral, como por su insuficiente vocalidad, que es más bien la de un lírico ligero, de timbre no demasiado personal, con un grave extrañamente reforzado y un agudo mermado. Este rol requiere más bien la vocalidad de un lírico pleno con un agudo mínimamente desahogado, y ese, muy a nuestro pesar, no fue el caso de Spyres.
      Natalie Dessay no está en el mejor momento de su admirable carrera, pero sigue siendo una grandísima artista. La voz se advierte mermada aquí y allá, con alguna subida extrañamente áspera hacia el agudo, pero dos rasgos sobresalen inmaculados: su musicalidad y su magnetismo. La voz sigue flotando con poesía, con encanto, con un encandilamiento que sólo está dado a unos pocos escogidos. Y el fraseo es caprichoso pero auténtico, de una inexplicable elocuencia que no necesita requiebros. De ahí que su estado vocal, que no es ni mucho menos alarmante, debemos matizarlo, queda en un segundo plano ante su capacidad comunicativa. Así las cosas, compuso una Antonia espléndida, claramente destacada, por su intensidad dramática, respecto al resto del reparto.
      Kathleen Kim, como suele suceder con casi todas las intérpretes de Olympia, se metió al público en el bolsillo con su desahogada resolución de una partitura pirotécnica y siempre agradecida en su recreación teatral. Fue el suyo un trabajo esmerado y la ovación se antojó más que merecida. Muy por debajo lució la Giulietta de Tatiana Pavlovsaya, de emisión tosca y desabrida con sonidos agrios en el grave y un agudo abierto y destemplado. Con ello, apenas compensó el sonido seductor y carnoso de algunas notas en el centro y unas dotes actorales apreciables. Buen trabajo, en líneas generales, de Susana Cordón como Stella y de Michèle Losier como La musa/Nicklausse.
      Genial, como era de esperar, el desempeño de Laurent Naouri en los roles malignos. Ya nos gustó mucho en estos mismos papeles el año pasado en la Scala, en unos Cuentos con Ramón Vargas en el rol titular y la producción de Robert Carsen como aliciente. En esta ocasión Naouri volvió a ofrecer un instrumento bien timbrado, de sobrada proyección y con una implicación escénica de las que sólo se adquieren a base de experiencia y compromiso con este trabajo. Fue seguramente el miembro del reparto con más logrado equilibrio entre desempeño vocal y expresión teatral. Bravísimo.
      La ópera es un espectáculo que se sostiene tanto por el buen hacer de estrellas como Dessay como por la profesionalidad infalible de gentes como Carlos Chausson (Crespel), Francisco Vas (Andrès/Cochenille/Frantz/Pitichinaccio) o Isaac Galán (Peter Schlémil/Hermann). Cito a estos tres porque a quien firma estas líneas le enorgulleció especialmente encontrar a tres zaragozanos, de tres generaciones distintas, compartiendo escenario en una gran producción operística del Liceo. Eso no pasa todos los días. Y es motivo de felicitación, sobre todo para los tres aludidos. Nada tiene que demostrar Carlos Chausson a estas alturas, pero su buen hacer se afianza cada vez que vuelve a pisar un escenario. Un grande de la lírica. Lo mismo cabría decir de Francisco Vas, tan habitual ya en el Liceo. Uno de esos casos en los que la técnica lo es todo. "C´est la méthode", como dice su personaje de Frantz en estos Cuentos de Hoffmann. El más joven, Isaac Galán, sigue en la estela de sus maestros y se afianza, con su desempeño escénico y su seguridad vocal, como un valor en alza, en el que no en vano confían, poco a poco, más teatros españoles. Apreciable también el desempeño del resto de comprimarios: Salomé Haller, Manel Esteve, Álex Sanmartí y Airam Hernández.
       La dirección musical de Stéphane Denève tuvo un gran mérito, el de hacer sonar compacta, musical y segura a la a veces titubeante e irregular Orquesta Sinfónica del Liceo, y un relativo demérito, el de lastrar esporádicamente la representación con unos tiempos algo pesantes, sobre todo en los actos segundo y tercero y en el prólogo. En todo caso, nos quedamos con su búsqueda de un sonido idiomático, con su buen hacer con la orquesta, como decíamos, y con su atenta concertación de voces. En una valoración global, por tanto, una labor esmerada y correcta, a pesar de algunos tiempos erráticos. También el Coro del Liceo confirmó su consolidación creciente, tras algunos años de retroceso en su buen hacer. Quizá estos Cuentos de Hoffmann hayan sido su mejor trabajo de lo que llevamos de temporada en el coliseo barcelonés.
       La producción de Pelly, al margen de la polémica antes aludida acerca de su presunta originalidad, sin ser demasiado imaginativa, sabe hacer pie en un concepto clásico de la teatralidad y plantea una dirección escénica de trazos nítidos y articulación eficaz. Partiendo de un eficaz y operativo juego de paneles, reforzado por una iluminación lograda y plástica, su propuesta se sostiene sobre todo gracias a un eficaz movimiento de actores. No es un trabajo genial, pero es teatral, visual, y solvente en líneas generales.
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