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Libro: «Entre acordes e ideologías. Música, naciones y totalitarismos» de José Luis Conde

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Autor: Albert Ferrer Flamarich
23 de noviembre de 2024

Crítica de Albert Ferrer Flamarich del libro Entre acordes e ideologías. Música, naciones y totalitarismos de José Luis Conde, editorial Medio Tono

Crítica del libro «Entre acordes e ideologías. Música, naciones y totalitarismos» de José Luis Conde

Acordes e ideologías

Por Albert Ferrer Flamarich
Entre acordes e ideologías. Música, naciones y totalitarismos. José Luis Conde. Medio Tono SL. Madrid, 2023 (247 págs.) IBSN: 978-84-127901-0-8.

   En su primera incursión comercial, el sello novel Medio Tono ha apostado por un libro que cumple con el credo fundacional que le pretende definir, centrándose en la divulgación musical heredera de aquella línea clásica y modélica anglosajona exportada hace unas cuantas décadas con las aportaciones de críticos y divulgadores como Harold Schonberg, entre otros. En este sentido, este Entre acordes e ideologías. Música, naciones y totalitarismos del profesor argentino José Luis Conde es convincente para una primera instrucción en la materia gracias a su capacidad perceptiva y asociativa de cierta agudeza aunque, a grandes rasgos, apunta más hacia las individualidades que a los procesos y en cómo se forjó la identidad cultural que aborda. 

   En atención a esto último pueden objetarse lagunas correspondientes a la reiteración del contenido y el enfoque general respecto a historias de la música comunes y otros volúmenes divulgativos en lengua española, también versados en la misma temática. Es decir, llueve sobre mojado ante un tema del que se ha escrito mucho y ante el que José Luis Conde corresponde con una primera parte de corte positivista, diacrónico y útil para muchos lectores a manera de repaso y mapa contextual histórico-estético; mientras que en el segundo bloque se presenta la incidencia de los totalitarismos en la URSS, Italia, la España franquista y la Alemania nazi. Por ejemplo, en este último apartado ofrece una sucinta postilla al caso Furtwängler; la Entartete Musik con un oportuno decálogo de los principios básicos de la música durante el III Reich; así como un acercamiento a compositores prohibidos, exiliados (Schönberg y Hindemith), en campos de concentración (Schulhoff, Ullmann, Haas, Klein,…) y protegidos (Strauss, Pfitzner y Orff). 

   Entre los aciertos concretos convence al enfocar las figuras de Béla Bartók, de Paderewski y la causa polaca durante la I Guerra Mundial, el nacionalismo español y el reconocimiento que la unidad española no ha sido jamás una realidad natural si no –mayoritariamente y, a veces, forzadamente- política (pág. 126). Aquí, por cierto, hay que felicitar al autor por su perspectiva ecuánime al catalanismo de Pau Casals y por las referencias a su desconocida Misa de Gloria, una obra de adolescencia que recientemente fue recuperada e interpretada en algunas poblaciones catalanas. No obstante es impreciso afirmar que “toda la dramaturgia verdiana previa a la proclamación del reino de Italia en 1861 constituye una gran analogía con la Italia sometida” (pág. 43), puesto que Luisa Miller, Stiffelio, Rigoletto, La traviata e Il trovatore (aunque aquí con matices soslayables) corren por otros derroteros, especialmente tras el revés propiciado por las tropas austríacas a la sublevaciones risorgimentales en 1848. Por otro lado, no son tres si no cinco, los elementos constitutivos de la música pues no pueden olvidarse ni el timbre ni la forma (pág. 44).

   En el caso del capítulo dedicado a la URSS se centra en Rachmaninov, Stravinsky, Prokofiev, Shostakóvich y se agradece el inciso a Galina Ustvolskaya, pero ¿dónde quedan Glière, Kabalevsky, Myaskovsky y otros de mayor mediocridad artística promocionados por el régimen socialista en su momento? Por esta razón, el talante discursivo de la segunda parte que, en principio, era lo más atractivo acaba siendo una historia de la música algo convencional. Eso sí, ataviada con fluidez y un verbo accesible, expositivo y sin una redacción ostentosa ni retórica en la argumentación de las ideas y percepciones muy recomendable para un perfil de lector considerablemente amplio. 

   Quizá un enfoque más idóneo hubiera corrido parejo al planteamiento de títulos como La guerra y la música. Los caminos de la música clásica en el siglo XX del director de orquesta y profesor universitario John Mauceri (traducido por Ediciones Siruela en 2024), cuyo principal eje temático converge en la adscripción de la identidad, no tanto estilística como sí nacionalista y sociológica del fondo argumental. A Conde le falta potenciar el proceso de la manipulación y representación de la música en su cruce con la cultura, el poder y las intenciones enmascaradas (o abiertamente expuestas, depende del caso) de la política ante la estética como sí expone Mauceri. O sea falta desarrollar los mecanismos políticos y sociales del uso de la música como elemento de control dada su capacidad para crear afinidades colectivas y sugestionar e incentivar emociones. Y, también, se echa de menos un razonamiento sobre cómo el estilo musical se convirtió en un símbolo esencial de las naciones, de los poderes totalitarios, de filosofías políticas y en una poderosa (y, a veces, falaz) metáfora de la unidad cultural, racial y de poder. En otras palabras: añoramos el cómo y el porqué de la evolución estética y del lenguaje musical desde la perspectiva política. Es decir, desde la dialéctica y debate sobre y frente la vanguardia que fue siempre condenada por los regímenes totalitarios: particularmente en la URSS, donde las muestras de formalismo habían sentado las bases para una concepción del arte como objeto en sí, siendo la nueva estética del realismo socialista abogada por la vieja idea de lo descriptivo y del arte con un contenido extrartístico. 

   Por otro lado, hay que agradecer los incisos en los contextos histórico-políticos que avivan el marco espacio-temporal de unos bloques y capítulos que tienden más al resumen curricular con matices entorno a obras y compositores concretos que al desarrollo ensayístico per se. En este sentido, resulta muy enumerativo de casos útiles para familiarizarse en lo elemental y prescriptivo, mientras que su estructura y tono difieren del patrón sociológico y hermenéutico erróneamente señalados por algún crítico. Para amoldarse a tales preceptos, se hubieran debido estudiar factores como la influencia de los medios de comunicación masivos, gracias a los cuales determinadas ideologías dominantes pudieron abrazar la fantasía de la hegemonía absoluta basándose en juegos de apropiación cultural, de ideologización de la música y de su historiografía. En consecuencia, el desarrollo hubiera debido desarrollarse hacia el uso politizado de todo ello sobrepasando el ejemplo concreto de un compositor o una obra. Algo que de retahíla se vincularía con otros temas sugestivos y ausentes como la creación de un nuevo tipo de ciudadano y su correlación con la oficialidad musical, la manipulación del canon musical y el uso de las instituciones (incluidos los centros de docencia).  

   El autor tampoco expone con claridad los elementos propiamente musicales que definen y permiten etiquetar las obras nacionalistas como si hacen Riley y Smith en Nacionalismo y música clásica. De Haendel a Copland, por citar una referencia bibliográfica publicada los últimos años en lengua española. Un libro, por cierto, que dado su relieve internacional, sorprende su ausencia en la bibliografía. En esta línea hubiera sido sugerente focalizar la perspectiva de la época en conceptos como patria, en la influencia de lo bélico y lo militar, de naturaleza, de paisaje y del mito en su incidencia en las obras y estilos como ejes en ambas partes del libro. Igualmente se añoran incisos sobre el rol del oratorio como manifestación politizada en la Alemania anterior y posterior a la unificación de 1871 con figuras como Max Bruch y Ludwig Meinardus, o la Nueva Escuela Alemana. Como anexo y contrapunto podría haberse ofrecido una incursión en los EUA entre 1920 y 1950, cuyo aparato estatal y propagandista no fue menos eficaz ni menos manipulador en el constructo oficial entorno la cultura y la música desde la perspectiva nacionalista que el de los  estados totalitarios. Especialmente en la época de McCarthy. 

   A pesar de las carencias señaladas, si el lector está poco avezado o es virgen en la materia, este Entre acordes e ideologías. Música, naciones y totalitarismos se perfila como una herramienta aconsejable publicada por un sello que, lentamente pero con paso seguro, esperemos, cubra huecos necesarios en nuestra bibliografía musical. De momento, su próxima novedad será una monografía sobre Rachmaninov, del que apenas hay algo en lengua española. Así pues, agradezcamos el esfuerzo al director de Medio Tono, el biblioteconomista y músico de formación, Alessandro Pierozzi, de quien se recuerda su eficiente y fértil libro Los instrumentos musicales. Música en el tiempo publicado por Alianza Música en 2018. 


 

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