Por Albert Ferrer Flamarich
Rosario Soler. Una zarzuela en cuadros disolventes. Roberto Carril Bustamante Ediciones Cumbres, Madrid, 2015. (194 págs.) 978-84-7774-454-2
La literatura musical ofrece una amplia variedad de posibilidades entre las que el ensayo, el manual pedagógico y la divulgación son los más profuso. Otras fórmulas como la biografía novelada o novela biográfica -que personalmente detesto- son menos recurrentes por interesar poco a los melómanos y al público en general, cuyo interés por las recreaciones pseudohistóricas halla verdadera afinidad en otras temáticas, formatos y disciplinas. No obstante, este género literario-musical ha dado algunas muestras que se han ganado un cierto reconocimiento como el apócrifo Diario de Ana Magdalena Bach sobre Johann Sebastian Bach y El ruiseñor abatido de John Milton en torno a Enrique Granados. La que propone Roberto Carril Bustamante (La Habana, 1970) se trata de un simulacro voluntarioso, nada pretencioso y suficientemente resuelto sobre la figura de la malagueña Rosario Soler (1879-1944), tiple y bailarina conocida como «la patita» por su fama conquistada con el dúo de los patos de La marcha de Cádiz; y que, partir del último lustro del siglo XIX, se convirtió en primera figura en teatros como el Apolo y La Zarzuela de Madrid y el Principal de México.
A partir de una búsqueda de documentación basada en testimonios y prensa de la época, Roberto Carril recrea algunos momentos de la trayectoria de Soler y descubre curiosidades como la escritura y publicación del cuento «El hombre de los 25 kilómetros» en 1910 en el semanario Cuentos Galanes, perteneciente al periódico Madrid Cómico. Sin pecar de un desarrollo forzadamente prolijo, el texto aúna familiaridad entre el autor-narrador-entrevistador y la protagonista, mostrando con desnudez una cercanía ante la que al lector no le costará descifrar lo real e histórico de lo ficticio y subjetivo. Con este pequeño entremés en tres capítulos el autor también homenajea la idea estructural de los cuadros escénicos del género chico como pretexto creativo. En su brevedad recrea escenas teatrales con viva voz, lo que refuerza la imagen de cercanía y trato llano que busca ofrecer de esta personalidad icónica como artista y libre y valiente como mujer. Para ello alterna distintos planos narrativos que combinan el diálogo y la prosa, a través de la entrevista, la crónica y de las memorias en primera persona como géneros.
Ortodoxamente este apropósito se cierra con el anexo de una cronología y un listado de grabaciones (parco en datos), aunque se echa de menos algún inciso más específico en torno lo canoro y de la visión de la artista de sus personajes, más allá de lo chispeado en la hilvanada secuencia hagiográfica. Se lee de un plumazo, en parte por la tipografía de letra grande usada, y en conjunto ofrece posibilidades como guión para una posible adaptación a la manera documental o reportaje, no forzosamente televisivo y factible para difundir en redes sociales. Además viene abundantemente aderezado por ilustraciones y fotografías como caracteriza el gusto y esmero habituales en la colección dirigida por Mayda Bustamante. Quien, por cierto y como en el caso del autor, le unen lazos parentesco familiar con Rosario Soler.
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