Por F. Jaime Pantín
Rafael Orozco. El piano vibrante. Juan Miguel Moreno Calderón. Editorial Almuzara, 2016. 318 págs. ISBN: 978-84-16392-71-1
Rafael Orozco ha pasado a la historia como una de las máximas figuras del pianismo español de todos los tiempos. Su temprana desaparición –con apenas 50 años- truncó su evolución hacia una madurez musical que hacía presagiar cotas artísticas del máximo nivel, como así demuestran sus últimas grabaciones.
Perteneciente a esa generación irrepetible de grandes talentos pianísticos nacidos en la década de los 40, se codeó de tú a tú con nombres como Marta Argerich, Radu Lupu, Nelson Freire, Arnaldo Cohen, Maurizio Pollini, Murray Perahia, Grigory Sokolov, Garrick Ohlsson, Bruno Gelber o Elisabeth Leonskaja, entre otros.
Poseedor de un estilo propio que, basado en una gran energía física y un temperamento apasionado, cimentados en una técnica portentosa, definía un pianismo electrizante que no dejaba indiferente a nadie.
Orozco desarrolló una carrera fulgurante que -si bien conoció altibajos- le sitúan por derecho propio entre los pianistas más reseñables de la segunda mitad del pasado siglo.
Lamentablemente, una personalidad artística de semejante calibre ha caído en un olvido inexplicable en tan solo los 20 años que han transcurrido desde su muerte, teniendo en cuenta, además, que en este tiempo no ha surgido en nuestro país un talento pianístico comparable. Cierto es que en estas dos décadas el mundo del piano ha sufrido importantes transformaciones y la mercadotecnia imperante en los mecanismos de la difusión de la cultura ha impuesto un ritmo vertiginoso en la aparición y renovación de los artistas. El hecho de que la mayoría de las grabaciones de Orozco hayan sido descatalogadas y relegadas a objeto de culto de coleccionistas y conocedores de la historia del piano, puede explicar, en parte, este olvido, aunque seguramente existen otros factores.
La reciente aparición - en marzo de 2016- de la obra Rafael Orozco, el piano vibrante ha venido a paliar esta situación de manera significativa. Juan Miguel Moreno Calderón, catedrático de piano del Conservatorio Superior de Córdoba, crítico musical e investigador, elabora este magnífico libro a partir de su propia tesis doctoral de 2011, cuyo título El piano callado de Rafael Orozco alude precisamente a ese silencio en el que una memoria colectiva insuficiente iba sumiendo el legado del gran pianista cordobés. El enorme esfuerzo de recopilación de datos, documentación, testimonios y reconstrucción de una trayectoria artística de semejante riqueza y complejidad resulta admirable, así como esa veneración y devoción emocionada hacia el gran pianista que el autor consigue transmitir sin perder en ningún momento la objetividad y el rigor científico que se suponen en un trabajo de estas características. La obra se puede considerar exhaustiva en lo referente al ámbito musical y profesional de Orozco. Abunda la relación de programas, críticas y actividad discográfica, que se va desgranando con una prosa amena, meticulosa y eficaz. A lo largo del libro se advierte una clara intención de soslayar los aspectos relativos a la trayectoria vital paralela del artista, por lo que no estamos exactamente ante una biografía.
La obra- prologada por Tomás Marco, con quien Orozco mantuvo larga amistad, y por el historiador Luis Palacio Bañuelos, director de la tesis que sirve de base al libro- se articula en 15 capítulos que recorren el periplo artístico del pianista, desde sus primeros pasos con el piano en su Córdoba natal, sus estudios en Madrid con José Cubiles, sus primeros premios y su encuentro- tan trascendental en su evolución pianística y profesional- con el gran pianista búlgaro Alexis Weisenberg hasta llegar a su memorable triunfo en el Concurso de Leeds en 1966 que le abrió las puertas del estrellato pianístico y que supuso su traslado a Londres, la aparición de sus primeros discos en la firma EMI, su integración en agencias de conciertos del prestigio de Ibbs and Tillet o Harrison/Parrot y sus clases con la pedagoga María Curcio. Se analiza con detalle su imparable carrera en la década de los 70, que incluye su histórica grabación para Philips de la integral de los conciertos de Rachmaninov con Edo de Waart y la Royal Philharmonic, el traslado de su residencia a París y su ruptura con Philips y el distanciamiento con su manager en ese momento, Michel Glotz, como detonantes de un cierto declive en su carrera marcado por el alejamiento de los estudios de grabación, siguiendo con un nuevo traslado a Roma y un cambio de orientación en su carrera que propicia su vuelta al mercado discográfico de la mano del sello Auvidis Valois, con el que realiza sus últimas grabaciones tras un paréntesis de 8 años en el que se evidencia la conquista de una madurez interpretativa de altos vuelos.
El capítulo XIII aparece dedicado íntegramente a su grabación de la Iberia albeniciana. El siguiente y penúltimo, a sus últimos años, los años de enfermedad y últimas actuaciones, culminando la obra con una profunda reflexión acerca de Orozco como pianista, un análisis de su estilo interpretativo, su repertorio y discografía y un llamamiento final a la necesidad de recuperación del legado de este artista irrepetible.
Una gran obra, en suma, que nos aporta una inestimable información sobre la figura de un pianista de culto, al que se debe recuperar para el conocimiento de las actuales y futuras generaciones de aficionados, estudiantes y amantes del piano en general para quienes este libro debería constituir una lectura imprescindible.
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