Por Albert Ferrer Flamarich | @AlbertFFlamari1
La música en el barroco. Wendy Heller. Ediciones Akal, Madrid, 2018. 335 págs. ISBN: 978-84-460-4467-3
En los últimos meses Ediciones Akal ha lanzado la traducción de una nueva colección sobre historia de la música repartida en seis volúmenes que abarca hasta el siglo XXI. Lo hace con la calidad, elegancia y estilo idiosincráticos de esta editorial que tanto ha contribuido a dotar de una bibliografía eficaz al panorama musical español. Es decir, con cubiertas con solapas, papel satinado y un grafismo cómodo de leer e inclusión de ilustraciones y extractos de partituras. Su línea es claramente útil como complemento académico u obra de introducción a la materia, cuya profundidad reside más el detalle que en lo genérico, aunque ofrezca un contexto que pretende realzar las relaciones entre campos y disciplinas.
El volumen dedicado al barroco de Wendy Heller, traducido excelentemente por Juan González-Castelao, se divide en quince capítulos rematados por un breve resumen u observación. Como en toda la serie, el lector encontrará un poco de todo lejos de la visión positivista tradicional y con una aplicación metodológica que mezcla el enfoque diacrónico –el basado en una continuidad cronológica- con el sincrónico –basado en el contexto-. En este sentido, integra referencias culturales, sociales, intelectuales e históricas a través de breves análisis formales, diseminación de repertorios y centros musicales en base a la división del periodo en tres etapas (inicial, media y tardía) correspondientes a los tres grandes bloques con que Heller divide esta monografía. El capítulo inicial, por cierto, versa sobre el contexto cultural con acotaciones sobre la astronomía y la astrología o la biología y la sexualidad siendo de lo más recomendable por su carácter pragmático e infrecuente. Tampoco falta el capítulo obligado sobre Bach como culminación de una época.
Entre los aciertos de este volumen que intenta compensar el protagonismo de la música instrumental frente la ópera y la música vocal, cabe citar el apunte a Salamone Rossi y la liturgia judía; el apartado a Barbara Strozzi y la referencia más breve a Elisabeth Jacquet de la Guerre como compositoras; las relaciones de mecenazgo; y las instituciones musicales como centros y organismos de enseñanza, formación y difusión.
El heterogéneo último bloque amalgama determinadas ciudades como cuna de géneros musicales en expansión en una relación transversal: Roma y la Accademia dell’Arcadia; los conciertos públicos en el norte de Alemania; Londres, Händel, la ópera y los oratorios; entre otros.
En conjunto, aunque amparado por su validez global y sus puntos de interés concretos, este volumen resulta menos profundo y denso en lo específicamente musical que La música barroca de John Walter Hill en la traducción publicada por Akal en 2008. Con ésta, el presente estudio comparte una perspectiva fruto de la historia social, la antropología cultural histórica, la teoría musical de la época, la historia del estilo musical y su narrativa histórica. En este sentido, la ausencia de la zarzuela barroca y la ópera en España es otro demérito ante la monografía de Hill. Lo mismo sucede con las figuras musicales retóricas o el estudio de las escenografías y el campo simbólico-visual que requerirían una atención no concedida por Heller. Por otro lado son de agradecer el breve glosario terminológico y el índice onomástico final.
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