Por Aurelio M. Seco | @AurelioSeco
Johann Sebastian Bach. Una herencia obligatoria. Prólogo y traducción de Luis Gago. Colección Clepsidra. Editorial Tres Hermanas. 70 pags.
El libro que comentamos ha tenido una vida singular en el contexto editorial español. Se trata en realidad de una conferencia ofrecida por Paul Hindemith en Hamburgo, el 12 de septiembre de 1950 con motivo de las conmemoraciones del segundo centenario de la muerte de Juan Sebastián Bach, que se presenta ahora en la primera traducción española, realizada por Luis Gago, quien también escribe un prólogo en el que nos habla de Hindemith, de Bach, de Bach a través de Hindemith y de la propia publicación. El libro ya se había editado en nuestro país en 2006 [Fundación Caja Madrid], explica Gago, «en una publicación no venal, para que lo disfrutaran los abonados de la decimoquinta edición del Liceo de Cámara, un ciclo de conciertos que se celebraba en la Sala de Cámara del Auditorio Nacional y que en aquella temporada giró en torno a La huella de Bach». Aquella publicación es ya difícilmente encontrable salvo en librerías de viejo, así que el texto cobra de esta forma «una segunda vida gracias al empeño de María Castro y la generosidad de Cristina Pineda», explica Gago.
Del prólogo extraemos algunos datos interesantes, como cuando su autor subraya la importancia, pocas veces citada, de Hindemith como pionero de las corrientes interpretativas «historicistas». «Su pasión por la música antigua», nos dice, «le llevó no sólo a investigarla o transcribirla, sino a interpretarla con instrumentos originales con su Collegium Musicum de Yale». Durante la propia conferencia Hindemith se queja de las enormes plantillas orquestales que entonces se usaban para poner en sonido las partituras de Bach. «Si queremos interpretar su música como él la imaginó debemos restablecer las condiciones interpretativas de entonces. No basta con valerse del clave como instrumento para el continuo. Nuestros instrumentos de cuerda deberían utilizar otro tipo de cuerdas; deberíamos recurrir a instrumentos de viento con las características y proporciones entonces habituales y también debería reconstruirse la relación entre diapasón de coro y diapasón de cámara en la afinación de instrumentos», afirma Hindemith.
Estamos ante un texto interesante aunque escueto, de alrededor de 33 páginas [prólogo excluido] en las que Hindemith nos habla de Bach desde la perspectiva de uno de los más importantes compositores del siglo XX. De esta forma muestra a un hombre de personalidad algo adusta, hasta el punto de afirmar que no debió de haber sido «ningún modelo de amor filial». «Uno de los hijos se refiere a él abiertamente como un “vieja peluca», relata Hindemith, que lo considera un hombre «tolerante y hospitalario, que no hace remilgos a los pequeños placeres cotidianos», capaz de enviar a sus superiores «cartas interminables para imponer su punto de vista». «A veces», afirma Paul Hindemith, «debe de haber sido realmente malévolo, hasta el punto de que en 1717 su patrón, el duque de Weimar, que no sentía por él la más mínima antipatía, lo hizo arrestar durante un mes».
De lo más interesante resulta su afirmación de que «los métodos del trabajo científico no pueden nunca aplicarse a la creación artística». También cuando recupera la afirmación de Carlos Felipe Emanuel Bach [un talento musical excepcional cuya obra debería interpretarse más en España], al considerar que sus principios y los de su «difunto padre son contrarios a los de Rameau». Para Hindemith, los himnos del legado musical protestante inglés son «musicalmente de una calidad sólo modesta y, en muchos casos, rozan casi el absurdo». En lo material, anotamos algunos errores de imprenta, sin mayor importancia, en las páginas 35 y 51.
Según Hindemith, Bach padeció en los últimos diez años de vida una especie de «súbito decaimiento», fruto de una «sombra de melancolía» que habría sumido al compositor en una especie de sombra creativa. «Podemos poner aquí legítimamente la existencia de una melancolía de la capacidad, y con ello hemos encontrado, creo, la respuesta a todos los enigmas», concluye.
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