Por Albert Ferrer Flamarich
Iconografía de lugar en la danza y en el cine. Eduardo Blázquez Mateos. Ediciones Cumbres. Madrid, 2016, 202 págs. ISBN: 978-84-945766-4-5.
Los de Eduardo Blázquez Mateos son libros muy recomendables para historiadores del arte, especialmente estudiantes. En Iconografía de lugar en la danza y en el cine establece un recorrido interdisciplinar que revela la capacidad narrativa de espacios convertidos en escenarios en el cine, el ballet, la pintura, la literatura e, incluso, la música. Con ello ubica al lector en un marco de alta cultura a lo largo de los siglos XVI al XX: desde los miniaturistas medievales a los expresionistas y surrealistas; con referencias a personajes mitológicos como Caronte, Ofelia y Orfeo que entroncan con debates estéticos como el Ut pictura poesis o como la Retórica en el Renacimiento. Recuérdese que en este período pintura y música impulsaron un sistema didáctico con analogías literarias. No obstante, en este último punto se echa de menos un inciso algo expeditivo sobre la teoría de los afectos y sus tropos musicales.
A diferencia de anteriores aportaciones, algunas de ellas también publicadas por Ediciones Cumbres, no se trata de un ensayo centrado directamente en las fuentes escenográficas y sus protagonistas. El inicio del libro se enfoca a partir de lo bautizado por el autor como bosques blancos con lo que traza una relación poética entre paisaje y misticismo en el ballet deteniéndose en el Bacchus et Ariane (1931) del compositor Albert Roussel. Por otro lado y de manera transversal en todo el libro subyace una mirada de lo femenino gracias a las representaciones de Venus y la música, así como las damas tañendo instrumentos a modo de alegoría. Contrapuesto a ello, desarrolla un apartado sobre el héroe militar y el paisaje de las batallas como fuente de inspiración para retratos de monarcas mostrando su virtud como guerrero –héroe militar- como nuevo ideal a la par que el del santo y el del sabio. Algo ya presente en el antiguo mundo romano. En este nuevo epicentro temático destacan el desarrollo de los castillos, las ruinas y las mansiones como escenarios de películas tan emblemáticas como Cumbres borrascosas, Rebecca, Ciudadano Kane, Psicosis, Los otros o Eduardo Manostijeras. Éstos films y otros, son comentados en pasajes muy descriptivos de la acción, la dramaturgia y el simbolismo de cada escena. Por último, la capacidad simbólica de los espejos, autorretratos, laberintos, grutas, templos, bosques de luz cierran este fértil recorrido.
Hay que señalar al lector profano que el texto puede parecer algo críptico puesto que requiere algunos conocimientos previos para ubicas algunas ideas aludidas el autor. En este sentido, el suyo es un discurso que va entrelazando sugerentes ideas pero que, a veces, el núcleo y la delimitación de los capítulos quedan difuminados o imprecisos. Algo que ni el índice ni la excelente maquetación esclarecen totalmente. En conjunto se trata de una magnifica lección sobre iconografía, más centrada en el cine que en la danza. La edición sigue las pautas de elegancia, buen grafismo y el formato que caracterizan Ediciones Cumbres, con una letra grande, sangrías amplías y oportunas ilustraciones.
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