Por José A. Gil
'Glenn Gould, una vida a contratiempo'. Sandrine Revel (Editorial Astiberri)
Desde mediados del siglo XX los pianistas clásicos han ido abandonando paulatinamente muchos hábitos que habían caído en desuso. El odioso rictus frente al teclado y el silencio atávico de una sala repleta de público linajudo están en vías de extinción. El acuerdo tácito de los empresarios para solapar los rasgos distintivos del intérprete bajo un artificioso halo de solemnidad que diese unidad a los espectáculos pervive a duras penas. Tal vez ese individuo huraño sentado en una sillita desvencijada llamado Glenn Gould tuvo algo que ver en todo esto. Casi cincuenta años después de que este pianista canadiense grabase sus irreverentes Variaciones Goldberg Luca Chiantore publicó su colosal Historia de la técnica pianística donde de una vez por todas se legitimaban las interpretaciones que no comulgaban con la praxis canónica. ¿Podría ser Glenn Gould el paradigma?
El pianista canadiense ha sido, sin duda, uno de los intérpretes más carismáticos de la historia. Sin embargo, en las últimas décadas le han surgido demasiados “competidores” ejecutando a J. S. Bach de forma políticamente incorrecta. James Rhodes, sin ir más lejos, interpreta la versión de Busoni para piano de su Chaconne en vaqueros y zapatillas en Festivales de música electrónica, Cameron Carpenter se atreve conla Suite Francesa Nº 5 con peinado punk y zapatos de lentejuelas —no confundir con Liberace—, Maksim Mrvica (equivalente pianístico de Vanessa Mae) sampleala Toccata y Fuga en su disco remake de bandas sonoras,... y así to infinity and beyond. Los hay también menos dados a las partituras del genio de Eisenach como el rumano Radu Lupu aunque, ¡qué feliz coincidencia!,abarrota el Carnegie Hall sentado al piano en una sillita de oficina. ¿Les suena de algo esta costumbre?Todos son, no cabe duda, intérpretes consumados y la espectacularidad de sus conciertos eclipsa a espectadores de medio mundopero, ¡ay! a pesar de sus estudiadas excentricidades, a mi modesto entender el Señor Gould sigue siendo sin paliativos el rey de la transgresión pianística porque fue él quien abrió la caja de Pandora.
No tengo constancia de que ningún otro intérprete a tan sólo treinta y cuatro años de su muerte despierte el mismo entusiasmo entre los aficionados a la clásica que lo más ilustres e inmortales directores y compositores de la historia—acólitos vocales de ambos sexos incluidos—. Que no cunda el pánico. Nunca se me ocurriría subestimar las carreras de Richter, Argerich, Horowitz, Pires, Sokolov, Áshkenazi o Perianes,... Todos son auténticos gerifaltes del piano, pero el carisma de ninguno de ellos se ha beneficiado tantocomo el de Gould de la mercadotecnia propia de otros géneros ‘contrapuestos’como el pop, el rock o el funk. Pesa demasiado el que ningún pianista haya logrado superar hasta hoy sus estratosféricas cifras de ventas interpretando a Bach, y más en concreto, sus áuricas e interestelares Variaciones Goldberg.
El Señor Gould es, desde hace bastante, “patrimonio universal” del siglo XX y como tal está en su derecho de formar parte del imaginario colectivo. Más allá del valor incuestionable de sus interpretaciones, cuánto provecho se le ha sacado a su intrincada personalidad, exprimida al máximo por las discográficas, sus biógrafos y la propia prensa. Neurótico, excéntrico, ególatra, hipocondriaco, agorafóbico, etc....rasgos que han sido y siguen siendo el caldo de cultivo perfecto para que el público lo haya convertido de facto en una estrella mediáticaa la manera de Kurt Cobain. Si sumamos las capacidades innatas que tuvieron ambos para dotar a la música de una nueva plasticidad a sus aireadasy controvertidas vidas íntimas se suele obtener el mismo resultado: convertirseen leyenda e, inexorablemente, en fuente inagotable de inspiración para las generaciones posteriores de artistas.
La primera vez que me topé con el trasunto de Glenn Gould convertido en personaje, en este c aso de una obra literaria, fue leyendo —de eso hace ya algunos años— la inquietante novela El malogrado (1983) de Thomas Bernhard (Ed. Alfaguara) y la última en el Premio Jaén de Novela 2015: Glenn de Alejandro Castroguer (Ed. Almuzara). El cine también le ha rendido culto infinidad de veces incluyendo sus interpretaciones en las bandas sonoras. Puede que el caso más representativo —ya que fue el propio Glenn Gould el encargado de seleccionar los temas— haya sido la adaptación al cine en 1972 de la famosa novela de Kurt Vonnegut Slaughterhouse-Five, o The Children's Crusade. Con todo, el documental continua siendoel género más prolífico hasta nuestros díasrecreandola vida del intérprete. Se necesitarían páginas y páginas para enumerarlos todos, pero por su trascendencia y por tratarse de un director español me referiré únicamente a Les Variacions Gould (1992) del director Manuel Huerga, unaobra de realización impecable que puede disfrutarse íntegra en su propia web.
Pero este artículo en realidad está dedicado a una de las incursiones más originales —e inéditas— del Gould ‘personaje’ en el mundo de las artes —plásticas, en este caso—. Nos referimos a la novela gráfica editada por la veterana editorial Astiberri Glenn Gould. Una vida a contratiempo de la dibujante francesa Sandrine Revel, obra que ha recibido este mismo año en su país el premio de la Association Artemisia pour la promotion de la bande dessinée féminine.
La novela gráfica en la actualidad goza de una salud excelente en todo el mundo. De nuestro país son, precisamente, algunos de sus máximos exponentes como Juanjo Guarnido o Paco Roca. Santiago García, en un ensayo sobre este género que tantísimos adeptos tiene y sigue ganando en todo el mundo (publicado también en Astiberri) nos dice que “durante los veinticinco últimos años se ha producido un fenómeno que podríamos considerar de toma de conciencia del cómic como forma artística adulta. [...] Sin duda, este cómic adulto contemporáneo es en gran medida continuador del cómic de toda la vida, pero al mismo tiempo presenta unas características propias tan distintivas que ha sido necesario buscar un nuevo nombre para identificarlo, y así es como en los últimos años se ha difundido la expresión novela gráfica”.He rescatado este párrafo tan ilustrativo de la web de la editorialpara motivar a los lectores a que se aproximen sin ideas preconcebidas al magnífico y exhaustivo trabajo llevado a cabo por Sandrine Revel.
En el cómic la vida de Glenn Gould se recrea mediante la técnica cinematográfica del flashback a partir de una secuencia matriz en la que el intérprete yace en el hospital después del haber sufrido un infarto cerebral. En su mente dañada se amalgaman imágenes reales y oníricas que la dibujante plasma en el papel con una técnica pictórica depuradísima. Sandrine Revel evoca las vivencias y los sentimientos más íntimos del intérprete a través de un hermoso repertorio de imágenes tan poéticas como turbadoras, pero todas ellas, sin duda, de una extraordinaria belleza.
El que se trate de un cómic no significa en absoluto que su autora haya prescindido de los métodos tradicionales de documentación que cualquier otro artista o biógrafohabría utilizado para aproximarse de una manera fidedigna a la figura del pianista. El resultado, que se manifiesta en el hilo argumental, es impecable. Los acontecimientos que se narran responden fielmente a los hechos recopilados en cualquiera de sus biografías. Tanto así, que el cómic en sus últimas páginas ofrece al lector un interesante anexo de las fuentes que la artista ha manejado durante más de tres años hasta consumar su trabajo:una Playlist de la música que SandrineRevel escuchaba mientras dibujaba yuna curiosa “Discografía razonada” que consiste en un texto breve que acompaña a cada pieza explicando lo que representó en momentos precisos de la vida del artista. En las Referencias pueden consultarse, además, los escritos, libros, revistas y DVD´s utilizados en la fase documental del libro.
Para todos aquellos que estamos comprometidos con la causa de sacar a la música clásica de las salas de conciertos para acercarla y hacerla aprehensible a todos los sectores de la sociedad, especialmente a los jóvenes, Glenn Gould. Una vida a contratiempoes sin lugar a dudas una de las propuestas editoriales más interesantes en lo que llevamos de año. La labor encomiable de su autora al atreverse a difundir la vida de un intérprete clásico en el mundo del cómic, más propenso a recrear la vida de músicos de otros géneros —jazz, soul, rock,...— merece con creces todo tipo de distinciones, además de las que ya ha recibido. Mi modesto reconocimiento a su autora y a la editorial Astiberri por la oportunidad que nos brinda de disfrutar en España de este hermoso trabajo.
Compartir