Por Albert Ferrer Flamarich
Cómo disfrutar de la ópera. Charles Osborne. Gedisa Editorial. Barcelona, 2014 (189 págs.) ISBN: 978-84-9784-868-8
En la tendencia –a veces incluso moda- editorial de los libros de iniciación sobre campos humanísticos, la ópera se ha beneficiado por su cliché de cultura elevada entre otros motivos y prejuicios. Entre los múltiples títulos en este campo destaca How to enjoy opera de Charles Osborne que Gedisa Editorial ha relanzado 31 años después de su aparición inglesa. Se trata de un manual básico para el conocimiento de la ópera en el que uno de los máximos y más veteranos especialistas internacionales ofrece un acercamiento ameno, correlativo, sin abuso de tecnicismos. Su forma es notablemente esquemática y se lee con suma rapidez dados los preceptos utilitarios. Está dividido en diez capítulos a los que se suman un glosario terminológico y una breve recomendación bibliográfica.
Osborne apela a la predisposición y al esfuerzo del espectador ante el espectáculo, la irrealidad de éste y la normalidad del binomio escena y música como manifestación cultural y artística de la humanidad. Hay consideraciones obvias pero no sobreras en planteamientos divulgativos, aunque el contenido adolece del desfase temporal dado que social, educativa y psicológicamente la situación de la ópera y sus espectadores es distinta de hace unas décadas. El lector lo percibirá en algunas ideas expuestas en el prólogo, en el capítulo dedicado al futuro del espectáculo y en el retrato de los circuitos de ópera que trasluce la matriz anglosajona del autor. Hay una breve historia del género desde una perspectiva positivista que se combina con los grandes nombres a modo de gancho para el neófito (capítulos quinto a octavo). El último capítulo es un listado de cien títulos presentado por un breve resumen y una referencia discográfica, entre los que no se incluyen las obras de Gilbert y Sullivan por considerarlas demasiado populares. También figuran reflexiones sobre algún fragmento y compositor concretos, así como alguna carta y una tabla con la relación de óperas compuestas por Verdi.
Como suele ser habitual, un glosario cierra el contenido. Éste abunda en definiciones un tanto simplonas y parciales como las vinculadas a la tipología de fragmentos musicales y las tipologías vocales. Otras incluso son erróneas como las referidas a messa di voce (página 178) y a obertura (pág. 180). Por otra parte se escribe Yehudi Menuhin no Jehudi (pág. 111) y tanto Il trovatore como La traviata van en minúscula (pág. 130 y 131).
La edición es de bolsillo y tanto el tamaño como la tipología de la letra son cómodamente legibles. No obstante, iniciativas como ésta aportan poco hoy día ante la sobreabundancia de títulos de características parecidas y ante la divulgación informativa en internet, radio, televisión, conferencias y programas de mano en teatros. Dudo que las ventas justifiquen su comercialización. Más cuando en las estanterías españolas es habitual encontrar las labores de José María Triana (Alianza Editorial, 2001), Roger Alier (Ma non troppo, 2005, reeditado en 2008), Alessandro Taverna (Malsinet Editor, 2006) y tantos otros que directa o indirectamente beben de modelos anglosajones como el presente, aun partiendo de premisas y perspectivas distintas. La editorial debería replantearse sus horizontes musicales puesto que en su catálogo cuenta con referencias universales de la estética musical como las de Dahlhaus o Boulez. Hay propuestas que pueden resultar igual de comerciales, atractivas y divulgativas y que, además, eviten el llover sobre mojado.
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