Por Albert Ferrer Flamarich | @AlbertFFlamari1
Alicia Alonso: diálogos con la danza. Diálogos con la danza. Ediciones Cumbres, Madrid, 2020. (647 págs.) ISBN: 978-84-947063-6-3
En ocasión del centenario del nacimiento de Alicia Alonso y un año después de su traspaso, Ediciones Cumbres ha impreso sus memorias conocidas desde 1986 como Diálogos con la danza. Ésta es la octava publicación global y la primera en el sello madrileño: la más completa de cuantas han aparecido y la que no deja fuera ningún texto fundamental sobre el ballet y su trayectoria como bailarina y coreógrafa. El compendio ha ido perfilándose con cambios y adiciones tanto de los textos como del formato y del material gráfico que los acompaña. Un material rico y variado que presenta un amplio número de fotografías en distintas actividades en unas sesenta páginas ubicadas en blanco y negro al final del volumen que la muestran en su infancia, bailando, recibiendo distinciones de manos de ilustres mandatarios o en compañía de notables personajes que son parte de la historia del arte y del canto –muchos españoles-. La edición sigue el libro de estilo habitual de la colección dirigida por Mayda Bustamante. Es decir, con presentación rústica, con una textura granulada en la cubierta y contracubierta y letra espaciosa; además incluye un índice onomástico, siempre útil y provechoso para facilitar las consultas. No obstante se echa de menos un listado cronológico que sintetice los momentos fundamentales de su vida y trayectoria; así como un índice de los todos los materiales ordenados por fecha, que deberían incluirse en una futura reimpresión.
Esta monografía se divide en tres grandes bloques (Recuerdos y reflexiones; Textos mínimos y Diálogos con la prensa) que compilan 77 textos de distinta naturaleza aparecidos en diferentes publicaciones, de varios países, entre 1947 y 2015. Estos pivotan sobre un abanico de recuerdos, observaciones técnicas y conceptos específicos configurando una fuente documental nutrida a partir de entrevistas, programas de mano, artículos y algún discurso como los encomendados por la Unesco para la celebración del Día Internacional de la Danza los años 1998 y 2000. Muchos son de calidad; otros, de interés relativo como sucede en alguna entrevista «pastelona» y excesivamente adulatoria. Algo inevitable en figuras de esta relevancia, consideradas mitos ya en vida. Al margen de las vivencias biográficas y personales, domina una actitud convincente y convencida desde la que Alonso se muestra firme defendiendo el valor de la cultura como baluarte para el artista, el conocimiento de la tradición, el compromiso ético y estético con el ballet desde tres perspectivas: como expresión nacional de los pueblos en su idiosincrasia; como manifestación de carácter universal por la potencialidad física y expresiva del cuerpo humano; y como una manifestación artística íntimamente ligada al sujeto y el destino, ligado a los signos del tiempo.
Con ello, la protagonista puso en relieve la dimensión antropológica y social de la identidad del individuo y de los colectivos, con la que también denuncia actitudes discriminatorias por prejuicios raciales y culturales ante las que no se plegó. Otras cuestiones recurrentes en sus locuciones atañen a la diferencia entre escuela y estilo; a la vez que entre el elemento primitivo y originario de la danza frente a la búsqueda de la perfección en la compostura y movimiento del cuerpo humano. Entre las curiosidades destacan ideas que conciernen a la importancia del pueblo vasco en la historia de la danza durante la Modernidad; el escueto comentario sobre la coreografía de Alberto Méndez dedicada a Maria Callas; y al compositor americano Louis Moreau Gottschalk. Una figura, por cierto, ausente en la mayoría de libros sobre historia de la música y del siglo XIX en particular. Por su parte, más pintoresco resulta el relato de un almuerzo con Fidel Castro en 1959, al que, como en otros momentos, muestra su apoyo a la Revolución mostrando públicamente su gratitud –algo muy propio en regímenes dictatoriales-.
En conjunto, esta matriz documental acopia los pensamientos que la bailarina y coreógrafa, inmersa en la práctica de su arte, postula sobre él con sinceridad e intensidad, incluso cuando define su relación con los partenaires, maestros y directores tanto a nivel personal, artístico y laboral. En las más de seiscientas páginas se sintetiza lo indispensable sobre la figura que contribuyó de manera decisiva a situar la danza en Cuba como un referente en el panorama mundial, gracias a la fundación del Ballet Nacional de Cuba en 1948, inicialmente llamado Ballet Alicia Alonso. Su lenguaje es claro, penetrante y capta al lector por la seguridad con que expone sus ideas, en un tono natural y reflejo de su actitud vital basada en la fuerza del amor, el coraje y la voluntad. Una voluntad diamantina que tomaba la energía del músculo y la ponía al servició del espíritu, tal y como definió el periodista, escritor y abogado Francisco Ichaso en una entrevista transversal y amplia de 1950. Lo que, a su vez, reafirma la concepción de Alicia Alonso cuando afirmaba que para ella bailar era vivir y rechazaba una existencia estática, puesto que la vida es movilidad y cambio. Otras dos excelentes entrevistas son las realizadas por los periodistas Luis Baez y Rosa Elvira Peláez, en 1981 y 1982 respectivamente, que recogen hábilmente una síntesis de la vida, trayectoria y credo artístico de la que fue la última diva del ballet clásico; una de las más grandes del siglo XX y de la historia de esta disciplina.
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