Crítica de José Antonio Cantón del concierto protagonizado por el director Levente Török y el oboe Tiago Coimbra con la Filarmónica de Malaga
Admirable creatividad musical
Por José Antonio Cantón
Málaga, 10-II-2023. Auditorio Edgar Neville. Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM). Solista: Tiago Coimbra (oboe). Director: Levente Török. Obras de Ludwig van Beethoven, Johannes Brahms y Félix Turrión.
Tres jóvenes músicos se han dado cita en el cuarto programa del ciclo de conciertos titulado «La Filarmónica Frente al Mar» que, en paralelo a su temporada de abono, ofrece la OFM en el auditorio Edgar Neville de la ciudad malagueña; el joven compositor Félix Turrión, residente en Luxemburgo, que estrenaba en España su obra Resilience, un concierto para oboe y orquesta de especial significación en los inicios de su carrera, el oboísta lusitano Tiago Coimbra, uno de los mejores intérpretes de la mencionada composición y el húngaro Levente Török, director musical de sólida formación y una diversificada creciente experiencia. Los tres están situados en una emergente proyección artística.
El máximo interés se concentraba en la premiere en nuestro país de la obra concertante Resilience con la que su autor está demostrando cómo, siendo un consumado oboísta, también destaca como compositor verdaderamente notable, especialmente para este instrumento de viento-madera. Esta composición se inicia con una sugestiva introducción melopeica antes de que interviniera la orquesta con una rítmica pausada, que generaba una sensación evocadora en el oyente, y posteriormente desembocar en un pasaje más introvertido en el que el solista se mezcla con los instrumentos de su familia, doblados en sus registro bajos, que dan una profundidad expresiva acorde con el sentimiento de resignación que quiere expresar el compositor, apareciendo definidos sones de la percusión como destellos de esperanza reafirmados por la penetrante expresividad del oboe.
Sin solución de continuidad y después de una levísima pausa, surge una especie de segunda parte de este concierto a través de los pizzicati de la cuerda contrastados por una rica percusión, arpa y piano que favorecen polifónicamente una intervención del oboe solista que desarrollaba su discurso con imaginativa articulación, lo que viene a justificar la posterior acción orquestal, empezando por la cuerda muy acertadamente comandada por la concertino, la violinista de origen armenio Mariam Nahapetyan, que en todo momento de la ejecución de este concierto supuso un enriquecedor contraste tímbrico a la sonoridad del instrumento solista, que volvía a surgir para iniciar su pasaje conclusivo antes de llegar a la más episódica ultima parte de la obra.
Ésta se presenta a través de unos acordes del piano reafirmados por unos arpegios en los registros agudos como queriendo determinar un punto de partida armónico de su posterior transcurrir más abstracto protagonizado, en gran medida, por la amplia batería de instrumentos de percusión que, como subrepticiamente, son un estímulo de este velado movimiento en el que un perfilado contrapunto percusivo, soportado por la cuerda como un bajo de oscilante fondo sonoro, en una manifiesta función transitiva, va a terminar justificando la aparición del oboe solista que es secundado por la cuerda, repitiéndose el motivo que subyace en toda la obra para que, después de una rítmica intervención de los variados elementos percusivos, se precipitara el final abruptamente como resultado de un determinante deseo conclusivo en el compositor.
La ponderada intervención del director facilitó que el oboísta Tiago Coimbra fuera descubriendo los secretos de su parte concertante con tal naturalidad que, desde su absoluto entendimiento de los desencadenantes musicales y meta-musicales de Resilience, éstos fueran manifestando su esencial belleza conforme transcurría su interpretación, que terminó por convertirse en una muy brillante recreación de la obra.
La alta técnica que posee Levente Török como director musical se pudo apreciar de inmediato en la Obertura Leonora III, en do, Op.72b de Beethoven con la que se inició la velada, dejando esa impronta de la escuela austro-húngara que tuvo como uno de sus representantes máximos al húngaro Hans Swarowsky, mítico director, también profesor de la Universidad de Música y Arte Dramático de Viena, institución académica en la que también ha cursado estudios este joven batuta. Con un sentido eufónico muy bien definido, sacó el máximo partido de la formación malagueña que se sentía a gusto ante la claridad y acierto de sus indicaciones.
Esta cualidad tuvo su más extensa y mayor constatación en la conducción de la Primera Sinfonía en do menor, Op. 68 de Brahms, composición de enorme densidad, que requiere se tenga un concepto muy seguro de sus patrones y códigos en cuanto a temas y motivos melódicos, estructura armónica y soporte instrumental. De este modo recreó con certera eficacia el componente constructivo que es necesario tener asumido para dirigir la complejidad del primer movimiento. Hizo que el segundo no tuviera momento alguno de decaimiento, como suele ocurrir con cierta frecuencia en algunas versiones que no prestan suficiente atención a ese lirismo sostenido que requiere el discurso de este tiempo. En el tercero expuso con facilidad y sin la más mínima difuminación la melancólica sensación que comporta su escucha, envolviéndola siempre en una plácida elegancia expresiva. El monumental final fue indicado sin exageraciones de gesto, dejando que la sucesión de sus líneas melódicas y sucintos desarrollos no pareciera especialmente extensa, transformando su amplitud en una controlada razón de ser de la diversidad de su contenido. La orquesta percibió esa orientación transformándola en un sólido resultado musical, siempre circunscrito a un manifiesto compromiso artístico.
Este concierto de la OFM ha sido una demostración del saber e instinto programador de su director titular, José María Moreno, dando ocasión a que los aficionados disfruten de tres jóvenes talentos musicales con una indiscutible proyección artística, como la que se ha percibido en este brillante concierto de los filarmónicos malacitanos que ha contado con la colaboración de la poderosa Société des Auteurs, Compositeurs el Éditeurs de Musique de France (SACEM).
Foto: Filarmónica de Málaga
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