Por Beatriz Cancela
La Coruña. 9-XII-16. Palacio de la Ópera. Concierto de clausura de la Programación Lírica de A Coruña 2016. Amigos de la Ópera de La Coruña. Orquesta Sinfónica de Galicia. Coro Gaos. Director: José Miguel Pérez Sierra. Barítono: Leo Nucci. Sopranos: Clara Panas y Eduvigis Monagas.
Si tuviésemos que elegir un elemento significativo de los grandes dramaturgos en las distintas variantes del género escénico, entendido en toda su plenitud, posiblemente fuese la astucia o pericia para urdir insospechados trampantojos y demás artimañas, que tratan de desviar la atención del público hasta un sorpresivo final de obra. Sin ir más lejos, el mismísimo Lope de Vega incitará a "engañar con la verdad" en su Arte nuevo... (1609):
"Engañe siempre el gusto, y donde vea
que se deja entender alguna cosa,
dé muy lejos de aquello que promete"
E imbuidos en ese halo propio del teatro donde el deleite deja una fisura sobre la que asoma cierto atisbo de fementido recelo, Leo Nucci se alzaba como maestro de ceremonias y a la vez homenajeado. La emoción era latente.
En primer lugar, la velada constituía el cierre de la Programación Lírica coruñesa de este año 2016 que se inauguraba en el mes de agosto con el anuncio de la inclusión de dos óperas: Falstaff de Verdi y El barbero de Sevilla de Rossini, semiescenificada la primera y de concierto la segunda. Un bien añorado con creces en la ciudad herculina que concierto a concierto implora por aquella tradición operística que con tanto orgullo disfrutaba en su deplorado Festival Mozart.
Por otra parte, pretendía ser un rendibú al gran barítono italiano, ligado a la ciudad portuaria desde aquel año de 1973 cuando al XXI Festival de Ópera anclaba un joven Nucci en su primer periplo a un teatro fuera de su Italia natal. Por ello, antes de iniciarse la segunda parte del recital, la Presidenta de Amigos de la Ópera de A Coruña, Natalia Lamas Vázquez, hacía entrega del emblema de oro de esta asociación creada en 1952.
Verdi fue el gran eje vertebrador (con fragmentos de La traviata, Nabucco, Un ballo in maschera y Rigoletto) de un concierto que discurría por las arias más representativas para Nucci, acompañado por dos promesas del canto, como bien decía J. Andrade, gallegas "aunque no de nacimiento, sino por elección", las sopranos Eduvigis Sánchez y Clara Panas; y que fueron intercaladas con intermedios, oberturas o preludios, todos ellos bajo la batuta de José Miguel Pérez Sierra.
Cual declaración de intenciones, Nucci pedía permiso para entrar en escena con el preludio de Tonio "Si può, si può..." de la ópera Pagliacci de Leoncavallo, antes de justificar la inspiración mundana del autor: "su máxima es que el artista es un hombre y, es para él, como tal, para quien debe escribir" -en su caso, cantar- y dar paso al resto del concierto clamando su "Andiam, incominciate!". No hay duda de que el barítono sigue manteniendo sus cualidades vocales y su elocuencia: con qué pudor ejecutaba los más frágiles pasajes, con qué exasperación arrastraba hacia la ira o el dolor más lacerante... jugando con los tiempos, prolongando los silencios, con una sonoridad sombría en graves y unos agudos infalibles.
Magnífico papel el que desarrolló la soprano Clara Panas que, tanto a solo con el aria "Ch'il bel sogno di Doretta" de La rondine de Puccini como a dúo con Nucci en "Tutte le feste al tempio" de Rigoletto de Verdi, ofreció una ejecución limpia, controlada y elegante; dominio corroborado en el dúo Si, vendetta, tremenda vendetta, donde imprimió un carácter y un dramatismo concluyentes. Eduvigis Monagas interpretaba junto al barítono, "Madamigella Valery" de La traviata, y a solo "Dieu, quel frisson" de Romeo y Julieta de Gounod, con admirable técnica aunque quizá muy correcta, sin la agitación vocal que tan intensas escenas requieren. En cuanto a la intervención del coro, Nabucco acarreó un Va pensiero correcto y en equilibrio con la orquesta con especial énfasis en los ritardadi; no así con la participación del coro masculino, con una intervención negligente, carente de consistencia especialmente en los graves.
Pese a que la atención se centraba en rememorar el debut del barítono en la ciudad gallega, Sierra no se quedaba atrás. El nexo del director madrileño con la Orquesta Sinfónica de Galicia se remonta al año 2005 cuando se estrena como batuta, precisamente con esta agrupación. Visualmente cómodo desde un principio, equilibró el conjunto alcanzando un dramatismo teatral que, aunque se vio retraído en un comienzo con un arranque postergado, se difuminó a medida que discurría el recital, realzando la melodramática Obertura de Nabucco en contraste con la delicadeza del breve Preludio al acto III de Carmen de Bizet. La orquesta constituyó un alarde de sonoridad plena y compacta, en la que destacamos sobremanera la intervención de los metales -especialmente tuba, trombones y trompetas- que junto a las maderas -flautas en especial- coadyuvaron a ampliar el espectro dramático del concierto.
La demostración de la admiración del público coruñés por el género lírico en general y por la trayectoria de Leo Nucci en particular se presagiaba desde el mismo momento en que se observaba una platea hasta los topes y se fue verificando obra a obra con sonados "bravos", tan intensos que Nucci complació al embelesado auditorio con hasta tres repeticiones de sendos fragmentos insertos en el programa y que "el respetable" agradeció, en pie, con ensordecedoras salvas de aplausos.
El imprevisto -y, en este caso, fatídico- final no se hizo esperar. Amanecían las redes sociales y los medios haciéndose eco de la noticia del fallecimiento de David Ethève (1966-2016), miembro fundacional de la OSG a la que pertenecía desde 1992 como violonchelo principal, y exdirector de la Orquesta Joven, como nos recordaba la prensa. El lado oscuro de una emotiva velada; la cara y la cruz, que con gran sentir nos recordaba que en la vida, al igual que en el teatro, el espectáculo debe continuar.
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