Opinión: «Leif Segerstam, prolífico especial». Por Aurelio M. Seco

Leif Segerstam, prolífico especial

Por Aurelio M. Seco | @AurelioSeco
El ritmo de la muerte es implacable y frío, como la música de un réquiem dirigido con mano maestra por la parca catrina. Ayer, la mano gélida del destino hizo caer para siempre la batuta de uno de los directores más entrañables y carismáticos del siglo XXI, el finlandés Leif Segerstam, al que únicamente vimos dirigir en directo en una ocasión, con motivo de la Octava sinfonía de Bruckner que ofreció en La Coruña, al frente de la Orquesta Sinfónica de Galicia, conjunto que entonces tenía como titular a Dima Slobodeniouk, alumno en su día del propio Segerstam. Pero se equivoca, a nuestro juicio, quien ve en aquella invitación únicamente la admiración o gratitud del alumno por su maestro. Hay valores importantes en el arte de Segerstam, quien ha sido titular de conjuntos como la Orquesta Sinfónica de la Radio de Viena, la Sinfónica de la Radio Finlandesa, la Orquesta Sinfónica Nacional Danesa, la Orquesta Filarmónica de Helsinki y la Turku Philharmonic Orchestra.

   Leif Segerstam no solo pasará a la historia de la música por el carisma de su físico, a medio camino entre un imponente vikingo y el más adorable Para Noel. Era una fuerza de la naturaleza, Segerstam. En aquel concierto de La Coruña estaba entre el público Alberto Zedda, quien había venido al concierto a ver la versión «tan especial», nos dijo entonces, que Segerstam hacía de la Sinfonía nº 8 de Anton Bruckner, y que el director finlandés dirigió con lentitud, pasión, seriedad y aplomo, dentro de una poética lenta y pausada que, aunque no poseía el refinamiento y transparencia de Celibidache, sometió a una tensión reconfortante a la orquesta. Se nos quedaron impresos algunos aspectos interesantes de su versión. Más de trescientas sinfonías ha dejado escritas el compositor Segerstam. Se dirá que muchas son de aquella forma, sí, pero ¿quién es capaz de componer cientos de sinfonías en la historia de este arte misterioso y catártico?

   La vida fue generosa con Leif Segerstam y, Leif Segerstam, con la vida. Su figura se hizo famosa, siempre hablando del minúsculo mundo de la «música clásica», a raíz de una versión de Sheherezade precisamente con la Sinfónica de Galicia, una ocasión en la que la poética de este hombre grande y gran hombre de la música sinfónica, le llevó a gritar, literalmente, en medio de la composición de Rimsky-Korsakov, con la complicidad generosa de algunos músicos. La valentía de Segerstam, con la lentitud de su Bruckner y el bizarro gesto de Korsakov, nos pone ante un artista cálido, generoso, entrañable y atractivo, al que echaremos en falta. Lo decimos escuchando, con cierta tristeza, su preciosa versión de la Segunda sinfonía de Sibelius, que dirigió con la que fue su orquesta entre 2012 y 2019, la Turku Philharmonic. Entre otras muchas cosas, Segerstam dejó grabada toda la obra sinfónica de Jean Sibelius, un genio de la música.